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Un gran día de caza! El desconeje.

Un gran día de caza! El desconeje.

Enviado por Montero el 19-07-2009

La caza menor nos ofrece, con la media veda, días tan apasionantes como el de hoy con el desconeje. Muy agradecido he de estar a mi amigo kampesino, a quien, sin dudarlo un instante, le acepté su invitación para compartir con él este magnífico día. Ayer a mediodía fijamos hora y lugar de quedada, a las 7 de la mañana en la puerta de su casa. Esta noche me costó dormir,...
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Hola amigos, voy a relataros lo que para mí ha sido hoy un gran día de caza. La caza menor nos ofrece, con la media veda, días tan apasionantes como el de hoy con el desconeje. Muy agradecido he de estar a mi amigo kampesino, a quien, sin dudarlo un instante, le acepté su invitación para compartir con él este magnífico día. Ayer a mediodía fijamos hora y lugar de quedada, a las 7 de la mañana en la puerta de su casa. Esta noche me costó dormir, algo que me sucede desde que tengo uso de razón y coincide con la noche previa a la jornada de caza. El resto de días del año duermo como un lirón y loq que me cuesta un mundo es levantarme de la cama. Hoy, como podréis imaginar, el taponazo que he pegado de la cama ha sido similar al que le ha pegado un conejo al amigo kampesino en un lance de esta mañana, en el que, tras pararnos en un clarete, y darle una patadita a una mata que tenía a su lado, el conejo salió disparado como si fuera un cohete a reacción haciendo zigzag. Se llevó un tiró, pero consiguió esquivar los plomos y ya no volvimos a saber más de él. A pesar no haber acertado, fue un bonito lance, de los que te ponen el corazón a mil por hora.

Pues bien, continuo. Puntual, a las 7 de la mañana, nos encontramos tal y como habíamos quedado, con la sonrisa y la ilusión reflejada en la cara, parecíamos niños con zapatos nuevos (esta sensación la tengo desde siempre y espero seguirla teniendo, porque eso significará que sigo disfrutando con este deporte, que verdaderamente me apasiona). Ya en el coche, durante el trayecto, charlamos sobre lo que la jornada nos podía deparar. Poco antes de juntarnos todos los cazadores del coto, paramos en el bar del pueblo a tomar el cafelito de rigor y saludar a algunos compañeros de caza. Fue un café rápido porque a las 8 estábamos todos citados para sortear los cazaderos. Este coto está formado por unos 70 socios, y la organización que tienen es de resaltar. Solo así se consigue disfrutar de la caza durante todo el año, haciendo posible con ello que los años posteriores siga habiendo cacería. Hoy estábamos 47 escopetas, todos divididos en cuadrillas. Las cuadrillas suelen ser las mismas durante toda la temporada. Un miembro de cada cuadrilla cogía un número, que se correspondía con la mancha o cazadero que les tocaba en suerte para ese día. A nosotros nos tocó el 4, que ahora no recuerdo el nombre que tenía. Todos los cazaderos se cazan, excepto uno, que se deja sin cazar, por lo que cada semana descansa una zona, con el objetivo de no castigar mucho a los conejos. A partir del sorteo de hoy, los cazaderos se irán turnando entre las diferentes cuadrillas, para que todos cacen en todos los sitios al menos una vez. Cogimos los coches y nos desplazamos a nuestra zona. Una vez allí, unos cuantos nos colocamos en postura alrededor de un cerrete, mientras el resto de compañeros de la cuadrilla batían el monte cazándolo a la mano. Desde primera hora se empezó a escuchar la ensalada de tiros. Nosotros en esta postura solo pudimos tirar uno, muy escondido entre el matorral, que fallamos. Bueno, también tiramos otros dos que se corrieron para atrás cruzando un llano, que estaban a tomar por saco, el típico tiro de fe.

En la siguiente postura la cosa estuvo más movida, nos colocamos en un filo del monte, dejando a nuestras espaldas un sembrado. La cuadrilla entró por nuestra derecha. Para variar, los tiros se seguían sucediendo. En una de éstas, estando kampesino con la escopeta, vemos un conejo acercarse a nuestra postura. El tío iba agazapado, avanzando lentamente tapado por el monte, dos pasos y se paraba, otros dos y se volvía a parar. Disfrutando y recreándose en el lance, kampesino lo aguantó como mandan los cánones, dejándolo cumplir, y, de un certero disparo, consiguió abatir el que sería el primero de la mañana. Poco después nos entró otro casi por el mismo sitio, pero este ya iba que se las pelaba, sintiéndose amenazado por la cercanía de la cuadrilla. Cuando creíamos que lo habíamos perdido ya, que el monte se lo había tragado, en un visto y no visto mi compañero de caza le soltó otro tiro de los buenos, quedándose con el segundo de la mañana. Después de estos dos lances no tuvimos ocasión de tirar más en esta postura, aunque si pudimos ver alguna liebre cruzar el llano, y escuchar más tiros de nuestros compañeros.

De camino a la tercera postura, pudimos ver un chorro de conejos, solo se pudo tirar uno, que nos vaciló un poco. Creíamos que estaba tocado, cuando fui a buscarlo no lo veía y de buenas a primeras me pegó un taponazo de los pies tremendo, consiguiendo escapar. Las liebres seguían viéndose, parecían caballos de grande. En esta tercera postura, la mancha a batir era más grande, así que decidimos colocarnos en una esquina que hacía el monte, frente a unas piedras. Antes de llegar a este puesto, tuvimos que cruzar una manchita de monte. Esta manchita estaba a tope de conejos, si bien tenía mucho matorral que hacía difícil la visibilidad. Había que ir buscando los clarillos. Escuchamos varios conejos escurrirse delante de nosotros, pero no pudimos tirarlos porque no se veían. Un par de ellos que si pudimos ver se llevaron tiros, pero como el que oye llover. Uno de estos es el que os contaba al principio, el de la patadita a la mata, el del taponazo. Cuando íbamos a llegar ya a nuestra postura, cerca de las piedras, un tiro instintivo, al sartenazo, dio con los huesos del tercero en nuestro morral. Un gran tiro, en un gran lance, el propio de la caza menor del conejo. Al salto de mata. Sin duda estábamos disfrutando del día.

Colocados ya, tuve ocasión de coger un rato la escopeta. Detrás de mí, en un llano, se colocó kampesino con la cámara para grabar algunos vídeos. A los dos minutos, veo algo zorreándose a mi derecha,…una liebre. Habíamos visto ya en esta zona unas 7 u 8 liebres. Poco después, escucho de frente pisadas en la hojarasca seca. Venía de frente pero escorado un poco a mi derecha. Protegiéndose por el matorral no era capaz de distinguir si era liebre o conejo. Espero hasta que me doy cuenta de que es conejo, así que apunto bien, aprieto el gatillo y…coño, esto no dispara,…el seguro puesto. Joder. Lo pierdo de vista, lo vuelvo a ver ya a mi derecha, le pego el primer tiro, no le doy, se me pone una chaparra delante (o el conejo detrás de la chaparra) y lo vuelvo a perder de vista, kampesino grabándolo todo, meándose de risa, ¡que va por detrás!, ¡que te cruza al claro!, lo espero ahí y… segundo tiro,… lo vuelvo a fallar,…¡al carril!...el tercero,… más de lo mismo, se me queda corto, y el conejo se da la vuelta y me hace el corte de manga. Un show. Pero así es la caza. Así de bonita. Respecto a lo del seguro, es una práctica que me enseñó mi padre desde pequeño, “ten siempre el seguro puesto y quítalo solo en el momento de disparar”. Aunque dejes de tirar muchas piezas por este motivo, la seguridad ante todo. Preferible no tirar un conejo a que se escape un tiro. Después de este lance infructuoso, nos fuimos nuevamente a los coches y de allí a la junta, a poner en común los resultados del día. Unos llevaban perchas de 6 conejos, otros de 9, otros de 3 como nuestro caso, otros 1,…yo creo que todos llevaban al menos un conejo. El resultado después de 3 horas, entre 47 escopetas, unos 320 conejos. Hicimos el reparto, tocando a unos 7 conejos cada uno. En este coto, hasta el reparto está organizado. Conforme la gente va llegando va dejando sus conejos en montones (os lo explico mejor con unas fotos).


Los conejos se amontonan conforme van llegando los cazadores


Cuando ya han llegado todos, cada socio coge un conejo y lo coloca de tal manera que se forman tantos montoncitos como escopetas ha habido ese día.



Los distintos montones.


Después se van cogiendo conejos y se van completando los montones, de manera que cada montón tenga al final el mismo número de conejos. Si sobran algunos se le meten a los montones que tienen conejos más chicos.



Completando montones



Aquí estoy yo con el resultado del día


Cada montón está numerado, y cada socio coge un número, correspondiente a uno de los montones. Al final, todos pueden llevar conejos a casa. Un sistema justo y acertado, a mi entender, pues todos pagan por igual, y de lo que se trata es de pasar un día agradable cazando.

Cogiendo nuestro montoncito


Después del reparto y despedirnos del personal nos echamos una cocacolita en el bar para refrescarnos y comentar las mejores jugadas. Luego, para casa.


En fin, ya solo me queda felicitar a la organización del coto por su buen hacer, y dar las gracias a mi amigo kampesino por la oportunidad de haber disfrutado con él de lo que os decía, un gran día de caza.

kampesino con sus 3 conejitos!!!


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