22 de marzo de 2014, entraba la primavera en escena con un día propio de la estación en la que cada mirada por la ventana, suponía una sensación distinta.

Era un día de caza, todo aquel día en el que se pueda pasear la escopeta por el campo, para un CAZADOR lo es, sin la alarma matutina, sin los preparativos rutinarios, sin el hormigueo en el estomago del primer día de temporada. Desayunando observamos el día encapotado, con rachas de viento, sin agua, pero desapacible donde los haya, el tiempo tiene que ser muy malo para que te tire atrás a los que disfrutamos con esta afición. Cargamos las escopetas, unos poco de cartuchos, el perro y la herramienta necesaria para la modalidad en cuestión, la caza del zorro así lo precisa.

Se iba a tiro hecho, un montón de piedras en el que la zorra estaba haciendo su madriguera para criar la camada anual, dos semanas antes ya la habíamos visitado pero solo estaba el rastro de la anterior noche trabajando en su elaboración. Por el camino comentamos como situarnos, como soltar al perro, con la esperanza de poder dar con ella.

Salimos del coche, nos acercamos con sigilo y soltamos el perro, enseguida se mete por el carril diseñado por la raposa y no tardan en escucharse las ladras, mirada mutua con un significado de alerta apostados en el alto del montón. Pasan los minutos y continúan las ladras, mientras fuera empieza a aparecer fuertes rachas de viento que nos hacen mimbrear en algunos momentos, de reojo vemos el nubarrón que va apareciendo con agua, mientras las ladras no cesan, primero en un lado, luego en otro.

Pasan los minutos, llega el agua y la cosa se pone fea, aguantamos el tirón, mientras susurramos lo que puede estar pasando dentro,¿ habrá zorra?, el perro no llega a ella, hay zonas en las que da la impresión que se atranca, todo son elucubraciones, mientras el frío se apodera de nosotros con escasa ropa.

Llegamos a la hora y pico aguantando el temporal y decidimos llamar a mi padre, trae ropa y trae la perra, aunque sabemos que no se va a arriesgar con ella. En pocos minutos llega, saca una bolsa con ropa para la ocasión y a la perra atada tensando la cuerda desde su salida en dirección a la zona. Charlamos sobre lo ocurrido y decidimos ponernos manos a la obra a golpe de pico y pala, mientras la perra ya había olfateado cerca del montón y solo quería deshacerse de la cuerda que la ataba. Mientras se picaba allí estuvo amarrada a un chopo, ladrando sin cesar buscando la liberación para pasar a la acción .La zorra tenia diseñado un vivar profundo, cada paso que dábamos era para ver que aquello iba a resultar imposible porque hay piedras de gran tamaño .Callaté!! le ordenábamos a la perra sabiendo de sobra que no lo haría. De vez en cuando la soltabamos y atada la poníamos sobre la zanja hecha para que nos indicase por donde podía estar cobijada la zorra.

Llegamos a un punto en el que veíamos que el trabajo iba a ser en vano, después de todo lo que se había quitado, el perro apenas podía pasar y se atisbaban un complejo de piedras demasiado pesadas. De nuevo recurrimos a la perra sujeta sin soltarla y comprobamos como pese a su estatura es capaz de manejarse y moverse ayudada de ese ímpetu y ese nervio que la caracteriza, pero vemos que llega un punto en el que no podemos hacer más, la zorra nos había ganado la batalla.

Recogemos todo y al coche, pero a NORA le parecía poco el tiempo que había estado en el campo, le cuesta subir al maletero como si supiese que estaba dando sus últimas patadas por la tierra que la vio nacer y criar. De vuelta charlamos sobre lo bien que se desenvuelve en esta modalidad, sus pros y su gran contra como es su envergadura, su afición y un pequeño recorrido a su vida.

Tras cinco años con nosotros, al finalizar la temporada de la general, habíamos tomado una decisión, la perrera esta mayor, y creemos que hay que hacer algo al respecto como críar de la perra que va despuntando pero para ello debe haber una baja, NORA tiene afición, carácter, pero no sabe hermanarse con sus compañeros cuando salimos al campo, sola responde con creces pero en conjunto baja mucho. Son decisiones duras de tomar cuando el cariño que se le coge es muy grande, cuando nunca se ha hecho algo similar, y cuando la ves latir, alterarse y trabajar en días como el que relato.

Pero aquí aparece un gran amigo al que la vida ha querido poner a prueba día tras día, una persona a la que los revolcones le hace más fuerte, un luchador y trabajador nato. Corren tiempos difíciles pero el campo parece darle una oportunidad para disfrutar de su afición, LA CAZA, como lo llama el. Y con su experiencia y sabiduría pone los ojos en ella, vaticinando que puede ser útil en ese proyecto que va cogiendo forma de cara al próximo otoño.

Ese lunes 24 de marzo amanece con nubes y frío, me asomo desde la cocina y allí esta ella sola en lo alto de la perrera pendiente de todo lo que acontece fuera, eran los últimos minutos en las paredes que la vieron nacer, se iba la alborotadora, la perrera sin ella huele a silencio.

Con un nudo en el estomago voy a por ella, ahíca creyendo que la saco para ir a dar una vuelta, pero el viaje era largo, las tierras cálidas andaluzas la esperan. Al llegar a la urbe y salir del maletero, mira todo con cara de asombro, no había visto nada similar, allí queda en una jaula con gesto de no saber lo que está pasando, una caricia, un beso, una lágrima inevitable y espero que te vaya bonito allá donde te espera con los brazos abiertos, un hombre de los pies a la cabeza como es RUBIO, AHORA NORA ES RUBIA.

Álvaro