Llegan las 08:30 y la helada alterna con las juntas de las monterías. El pasado fin de semana fue el último de la temporada general de caza mayor y quizá por ello se concentraron un buen número de cacerías en el norte de la provincia. Entre Cerro Muriano y Obejo, sólo desde la carretera se podían ver más de cinco puntos de encuentro de monteros, rehaleros, postores, arrieros... Es el mundo de la caza mayor. Particular, complejo, ancestral. Los agentes del Servicio de Protección de la Naturaleza (Seprona) de la Guardia Civil ponen rumbo al cortijo del Castillo y la Serrezuela. Hoy se montea la mancha Mesas de Calderín, un lugar con solera enclavado en el corazón de Sierra Morena hasta donde se llega después de muchas curvas y tras recorrer un camino que sólo es practicable porque no ha llovido este año. El teniente Cuenca repasa la tarea que se va a desarrollar: "Se piden permisos a cazadores y rehalas, se revisa que la documentación esté en regla, que no haya riesgo para los cazadores y que se respete la fauna".

Sólo en Córdoba, el Seprona ha desarrollado este año 1.026 actuaciones en total dentro de sus competencias en materia de caza y ha realizado 247 inspecciones a monterías ganchos y batidas, lo que supone el control efectivo de la mitad de las alrededor de 500 cacerías de especies mayores que se han organizado en la provincia de Córdoba. "Córdoba, Jaén y Sevilla son tres de las provincias con más peso de España en el mundo de la montería", explica el teniente Cuenca.

El panorama entre Obejo y las colas del pantano de Guadalmellato, por donde discurre el que se pretende que sea el corredor del lince entre Cardeña y Hornachuelos, se muestra quebrado, bravo, insolidario con todos aquellos que se quieren adentrar entre estos breñales en busca de venados y de jabalíes. "Es duro montear aquí", señala El Latas, podenquero de La Puebla de los Infantes (Sevilla), que se ha levantado a las 05:00 para llegar hasta esta sierra. A él no le piden la documentación, pero sí a Ramón Mohedano, de Alcolea, y a otros podenqueros llegados desde Posadas y Adamuz. Todos tienen los papeles en regla. Una de las tareas del Seprona es revisar las rehalas. Una rehala conduce unos 20 perros a la zona de batida y los agentes tienen que comprobar que los animales están en buenas condiciones además de verificar que el transporte es el adecuado. "Es muy importante el control del Seprona", explica Mohedano, pues según él evita el intrusismo de aquellos que "juntan perros y se dedican a montear de forma ilegal". Por este motivo, y aunque a todos les fastidia el necesario control, ven bien la labor del Seprona.

Una montería es algo muy delicado. "Son 50 hombres con 50 rifles en mitad del campo, eso tiene que estar controlado", explica Eusebio Rojas, quien resume medio en broma medio en serio que "ya no es como antes, que venías a una montería, matabas un venado y te lo llevabas a casa; ahora, si es batida de jabalíes no se te ocurre disparar a otra cosa. El control que se realiza de la caza es positivo", añade este cazador.

Pero quienes más aprecian la labora del Seprona, quizá porque son las víctimas más directas de los furtivos, son los dueños o titulares de los cotos. Mientras Juan Lara, dueño de la finca, cita a los cazadores por armadas -se llama así a las distintas líneas de tiradores que se colocan en el monte-, explica que la labor del Seprona "ha llevado a muchos a pensárselo antes de salir al campo". Lara se define como un fiel cumplidor de la norma de caza y antes de rezar el tradicional Avemaría montero explica a los cazadores todas las condiciones de la batida, que sólo es a jabalíes. "No valen excusas, las normas están muy claras", señala el propietario conocedor de la picaresca que existe en este tipo de cacerías.

El teniente Cuenca y el subteniente Barea conocen muchos casos de irregularidades. Apuntan que operaciones como las denominadas Sierra y Vareto han servido para que los furtivos se lo piensen, pero reconocen que "el campo es muy grande y es muy difícil llegar a todas partes". En cualquier caso, es evidente que el mensaje de prevención del furtivismo que transmiten es clave para evitar episodios como las retrancas o líneas de cazadores que aprovechan la montería para ponerse fuera de la mancha que se bate de forma legal. "Se debe considerar que además de abatir piezas de forma ilegal, este tipo de prácticas, así como cazar con focos de noche en sitios no autorizados, son muy peligrosas".

Después del sorteo de los puestos y de la colocación de los cazadores en las armadas, llega la suelta. Es el momento estelar. Antes de que los perros salten de los remolques se oyen los primeros disparos. El rito de fuerza, competencia y muerte comienza en el monte. El Seprona regresa para revisar que la gestión de las carnes se hace de forma correcta mientras la sierra queda de nuevo en silencio guardando las historias de un día intenso.

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