Haro prolonga el clima de cordialidad entre las sociedades que conforman el entramado regional de caza, a pesar de los serios problemas a los que siguen enfrentándose como consecuencia del complejo equilibrio que mantienen con los productores agrarios, las compañías de seguros y la incontrolable proyección de las especies animales que se han convertido en su principal quebradero de cabeza.

 

La fiesta anual que organiza la Federación Riojana de Caza se apostó a primeras horas de la mañana a las faldas de los Riscos de Bilibio para ofrecer a los curiosos una muestra de la especialidad de caza de codorniz con arco, competición puntuable para el Campeonato de La Rioja que abrió el programa de actos organizados en colaboración con la Riojalteña de Caza y Pesca y que mayor interés despertó al ser, no sólo una gran desconocida de esta práctica cinegética, sino una de las más complejas de cuantas se practican en la actualidad dentro del ámbito riojano.

 

He ahí la clave que ayuda a entender por qué siguieron el desarrollo de la prueba, disputada en un baldío próximo al Camino de San Felices, más de un centenar de personas que comprobaron de cerca la habilidad de los perros encargados de la busca, señal y arranque de las piezas, y de la enorme dificultad que planteaba a los equipos participantes, todos ellos formados por dos arqueros, la captura de las codornices que se arrancaban sobre la pieza.

 

La programación incluyó, no obstante, un recorrido de caza que ofreció a las más de doscientas cincuenta escopetas que secundaron la convocatoria regional a probar suerte en el 'tiro al plato' que se celebró, sin carácter competitivo, en una de las campas situadas junto al pinar de Bilibio. Puesta a punto, retos personales y orgullo personal tomaron cuerpo hasta bien mediada la mañana en una jornada que acabaría concluyendo en los salones del Hotel Luz donde se celebró una comida de hermandad que reunió a más de doscientos cazadores llegados desde todas las comarcas riojanas y contó con la presencia del director de Medio Natural, Miguel Urbiola.

 

Allí fue donde se hizo pública la celebración de la próxima edición en Rincón de Soto y donde se procedió al sorteo de varios regalos, uno de ellos una escopeta automática que acabó en manos de Bernardo Alcalá. Lingotes de plata y botas de la marca Chiruca fueron igualmente sorteados entre los asistentes al acto más emotivo de una jornada que, en palabras de Pantaleón Olmos, presidente de la Riojalteña y máximo responsable de su organización, «se recordará durante mucho tiempo».

 

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