Estoy asistiendo atónito a un episodio que ha ocurrido en la naturaleza en una de nuestras especies silvestres, el ciervo, y que ha supuesto la muerte de una pequeña parte de su población. He contemplado como algunos ejemplares (pocos afortunadamente) de otra especie biológica, la Homo sapiens, se han dedicado a estigmatizar a la población de una (la que no habla) y a increpar o a profetizar contra o sobre individuos de la otra (la que sí habla).

Es un hecho que se ha desencadenado un brote de carácter epizoótico en ciervos en la Sierra de La Culebra y zonas aledañas. Se trata de una cuestión que desde el punto de vista sanitario tiene unos modos de proceder, es decir unos protocolos de organización y actuación: alerta sanitaria, coordinación, encuestas epidemiológicas, tomas de muestras, necropsias, análisis, vigilancia sanitaria y seguimiento. Y todo para intentar llegar a un diagnóstico y control. Es algo que parecería lógico, como ocurre en muchas ocasiones con procesos de este tipo. Bueno, parecería lo lógico, hasta que alcanza notoriedad, y entonces «deben» (por lo del deber) entrar en liza fuerzas vivas a informar, indicar, profetizar y un largo etcétera más para en definitiva atajar y solucionar «lógicamente» la situación, porque estas cosas «las hacen mal».

 

No pongo en duda el derecho de opinión de cada uno, pero dudo mucho de las opiniones interesadas y más aún insensatas. Incluyo la opinión de prebostes en la materia, dicen ellos, porque realmente han llegado a tal grado de sofisticación que emiten dictámenes gratuitos sobre cualquier cuestión, aunque no se la pregunten, y a cientos de kilómetros de distancia: lo mismo da un sarampión que la masturbación del cocodrilo macho en el alto Nilo.

Ahí van unos cuenta cuentos públicos de prebostes: no es normal que en un periodo tan corto de tiempo muera un número tan elevado; los brotes se dan donde hay un número apreciable de ciervos; da toda la impresión de que se trata de un problema infeccioso provocado por un virus, una bacteria o un tóxico; que se mantenga la alerta hasta el fin del brote; lo lógico es que fuese pasteurelosis por los cambios bruscos de temperatura. ¡La leche!, ciencia por los cuatro costados y aquí con la boina calada.

Y ahí van unas escobas, de la sierra, dichas y escritas también en medios públicos por las vivas fuerzas: hay más de 200 ciervos muertos (a los cuatro días); es de origen vírico; la población de ciervos se ha disparado en la zona; es lengua azul; es otra enfermedad; esto no ha hecho mas que empezar; se han muerto ya muchas vacas de lo mismo; da pánico; ha habido una purga importante de ciervos; se debe conseguir la colaboración de la Unidad Militar de Emergencias (UME); en la Sierra de la Culebra faltan más de 300 ejemplares; no hay control sanitario alguno sobre los animales silvestres; hay que descastarlos; es una especie que sobra. ¡Dios que subidón!, luz, cámaras y taquígrafos, que cómo molan.

Parece que alguno no ha debido prever las dificultades para establecer límites en la sierra y otros lugares, o que epidemiológicamente una población de animales en fauna silvestre es un grupo de individuos que interaccionan regularmente y se reproducen entre sí, pero que tienen contacto limitado con otros subgrupos o poblaciones: lo de puertas al campo no vale. Eso sí, más de uno se ha despachado con lo de que «no tienen control sanitario alguno sobre los animales silvestres» o «que se cree un red de vigilancia sanitaria». Pues va a ser que no se han enterado que desde hace mucho años, más de veinte, se vienen tomando muestras en distintas especies silvestres, y que existe desde hace años un plan de vigilancia epidemiológica para poder determinar el estado sanitario de las mismas y sus posibles repercusiones sobre la salud pública y sobre explotaciones de animales: lo que pasa es que no se airea. Y es que para el control sanitario de la fauna silvestre se necesitan evidencias ecológicas y epidemiológicas, y desde luego sólidas bases para tomar decisiones.

El rum-rum de los vivaces es que se han tardado muchos días en los resultados, claro «es que no saben por donde andan». Parece que algunos pontífices no han caído en la cuenta de las dificultades del medio para encontrar animales enfermos o sospechosos y proceder a su estudio u obtener muestras viables. A lo mejor tampoco se es consciente de que ha sido necesario hacer un diagnóstico diferencial de laboratorio sobre múltiples procesos con cuadros lesionales parecidos que requieren de técnicas específicas, tiempos determinados y que deben realizarse en distintos laboratorios de referencia (que casualidad, como en la especie humana donde sí es normal).

 

Pero se pide más, porque como «estos no lo saben hacer» hay que exigir «que digan los procedimientos analíticos utilizados»: supongo que son los mismos que no ponen en duda la técnica de laboratorio empleada para la determinación de su hemograma o su perfil de ácidos grasos cuando le prescriben unos análisis.

Es curioso, porque yo creía que la muerte de los ciervos era una cuestión de sanidad animal. También creía que en esta materia debía prevalecer siempre el principio de cautela (sensatez) y después tener certezas. Pero parece que no, que esta es otra guerra. Y todo en aras a mantener el territorio, pero no el de los ciervos, claro.