No sólo las carreteras se cobran cada año la vida de un alto número de especies cinegéticas. Los canales de las centrales hidroeléctricas y de riego son una trampa mortal para corzos y jabalíes que, pese a ser magníficos nadadores, son incapaces de salir del cauce de cemento pereciendo ahogados tras una larga agonía. Esta situación, que preocupa extraordinariamente a la federación de caza y a los cotos, ha sido denunciada reiteradamente por cazadores y ecologistas. En el último Consejo Territorial de Caza el Delegado de la Federación, Miguel Fierro, volvió a poner sobre la mesa el tema, sin que se aportaran soluciones que deberían pasar por colocar vallados y pasos salvafauna a lo largo de las vías de agua cementadas. Con las crecidas de la última semana, inusuales a finales de junio, el problema se ha recrudecido.

Un claro ejemplo de ello es la central ubicada en Espinosa de la Ribera. En lo que va de año los cadáveres de 26 corzos, cinco en la última semana, han sido arrastrados por el canal hasta la central donde quedan retenidos y deben ser retirados. A ellos deben sumarse los jabalíes, cuyo número, aunque menor, es también importante. Curiosamente son hembras en su mayoría los cérvidos ahogados, lo que plantea una doble incógnita: ¿Serán más torpes o más confiadas o será que los machos son retirados para obtener el trofeo?. Lo cierto es que la estadística se decanta claramente hacia las hembras, muchas de las cuales están preñadas.

Siendo el corzo una especie en clara expansión, favorecida por el abandono de los cultivos en la montaña, la pérdida de un cierto número de cabezas, aun resultando preocupante para los titulares de los acotados, no sería desequilibrante para el mantenimiento de las poblaciones. El problema es de mucho más calado, pues las condiciones terribles en las que perecen no pueden ser admitidas para una persona civilizada. Como queda dicho son magníficos nadadores, de forma que durante horas intentan salir del cauce desesperadamente. Sus pezuñas aparecen desgastadas por el roce contra el cemento hasta el mismo hueso.

A veces resultaría anecdótico, si no fuese tan trágico, que cuando ven a un ser humano, lejos de intentar alejarse, se aproximan a él como una tabla de salvación que casi siempre se produce dejando al animal en libertad. El destino de los animales ahogados no es otro que el crematorio. Recoger y destruir el cadáver de un corzo cuesta 150 euros que deben pagarse a «toca teja» y en metálico. Pero a pesar de ello las empresas eléctricas prefieren pagar este «tributo» que efectuar una inversión en vallados. No son sólo Espinosa o Cimanes. Desgraciadamente para la fauna, y a veces para los humanos, la provincia de León cuenta con multitud de canales sin vallar en el Sil, Órbigo, Porma y Esla entre otros ríos. Y ya va siendo hora de que las Administraciones tomen nota de esta cuestión que no afecta solamente a cazadores y piezas cinegéticas, sino también a cualquier persona con un mínimo de sensibilidad.

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