Los ganaderos de Asturianos imputados en un delito de tráfico de carne, ilegalmente obtenida y sin sello sanitario, despachaban los pedidos de ternera, cordero, jabalí, ciervo y corzo en la nave y la casa que poseen en el paraje denominado «Laballo» de ese término municipal; en pleno casco urbano de la localidad, en sus propios domicilios y el matadero ilegal anejo a la vivienda de uno de ellos, que, según el informe policial, «a veces utilizan como sala de despiece».

Esa es la conclusión a la que llegan los agentes de la Guardia Civil que durante meses investigaron los movimientos de los dos hermanos. P.O.C. y F.J.O.C., y el hijo de uno de ellos, F.J.O.H., con una estrecha vigilancia tanto en Asturianos, como en la zona retirada en la que cuidaban las casi 500 cabezas de ganado que poseen, frecuentada únicamente por los tres imputados en un delito de tráfico de carne ilegal, tenencia ilícita de armas, delitos contra la fauna y la flora y daños a cotos. Una conclusión reforzada -a pesar de haber sido negada por los acusados ante la juez de Puebla de Sanabria- por las conversaciones telefónicas que los agentes de la policía judicial tienen grabadas tras pinchar los teléfonos de los industriales. La autorización judicial se explica por «las dificultades para investigar» en un pueblo tan pequeño en el que los desconocidos (como guardias civiles que recogen información) no pasan desapercibidos; y porque las tierras donde trabajan los detenidos están controladas por agentes del cuartel de Puebla de Sanabria «posiblemente implicados» en el caso.

Los teléfonos de los tres confirmaron las sospechas de los policías, según consta en los autos judiciales. Industriales, hosteleros y comerciantes llamados a declarar por la juez que investiga la presunta «trama de Asturianos» efectuaron llamadas a los móviles intervenidos para pedir carne de caza mayor (ciervos, corzos y jabalíes), que parece constatado que procedía de batidas ilegales en los cotos de Asturianos y de Palacios, tal y como precisó el particular que denunció la conducta irregular de los arrestados el 27 de abril en la «operación petardo».

La acusación se extiende a la matanza y venta ilegal de corderos y terneras, a cuya crianza se dedican los conocidos hermanos de Asturianos, que en sus comparecencias en el Juzgado niegan, para puntualizar que sólo mataban para consumo propio o para amigos o vecinos que les solicitaban algún cordero. Sobre las piezas de caza mayor insisten en que son siempre regaladas por los participantes en batidas legales, que las recogen del monte o tras producirse un accidente de tráfico. Sin embargo, las mismas escuchas confirman que P.O.C. y su hijo, F.J.O.C.H., cazaban, a diario, especialmente por la noche, dentro de los cotos especies no autorizadas, con arma de fuego, «desde el vehículo» que ocupaban y ayudados por la luz que les proporcionaban los faros. Utilizaban, además de dos escopetas, sin licencia, un rifle con mira telescópica-laser de visión nocturna, propiedad de P.O.C., para el que sólo éste tiene licencia de tenencia y uso. En una de las conversaciones comentan que este arma «es infalible» y que su hijo la usó. En ocasiones van acompañados por dos amigos del joven, J.R.B. y un menor de edad. Los cuatro están acusados de tenencia ilícita de armas. Las escopetas las escondían en la nave o la casa del paraje «Laballo»; y el rifle en el domicilio de P.O.C., donde fueron incautadas por la Guardia Civil.

Los cuatro se enfrentan también a la acusación de un delito contra la flora y la fauna por la actividad furtiva. En las diligencias se indica que los animales abatidos ilegalmente los trasladaban y despiezaban en la nave o casa de campo del «Laballo», también en el matadero ilegal próximo a la vivienda de P.O.C., en Asturianos. «Hasta su venta los conservan en cámaras frigoríficas», instaladas en los domicilios de los dos hermanos, en la nave, en la casa de campo y en el matadero.

A uno de los ganaderos y su hijo se les acusa también de causar daños en el coto por matar piezas de caza mayor y por el valor de los trofeos que supuestamente vendían, superior siempre a 400 euros. Los policías pudieron escuchar conversaciones en las que los imputados relataban la preparación de cabezas de ciervos y corzos para su disección. Algunas de estas imputaciones, que deberán demostrarse durante el juicio que se celebre, si la juez de Puebla mantiene las acusaciones, fueron confirmadas por dos de los imputados, los dos amigos del hijo de P.O.C., que en el caso del mayor de edad, J.R.B., negó haber cazado ningún animal, si bien admitió saber que los anteriores cazan, pero desconoce si son furtivos. La carne que les ha comprado alguna vez, dijo, era de ternera y con sello del matadero de San Vitero.

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