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Ojeos de perdices, la gran fiesta de la caza

Ojeos de perdices, la gran fiesta de la caza

Enviado por montero el 24-05-2010

Todas las actividades tienen su gran celebración, la oficial de la cinegética es la Gala de la Caza que organiza la Real Federación Española de Caza, pero privadamente tiene lugar cada vez que se celebra un ojeo de perdices.
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Todas las actividades tienen su gran celebración, la oficial de la cinegética es la Gala de la Caza que organiza la Real Federación Española de Caza, pero privadamente tiene lugar cada vez que se celebra un ojeo de perdices.
Hubo un tiempo en que una batida de perdices era motivo de encuentro y amistad en las fincas particulares para reunir a familiares y amigos, pero entonces la caza no tenía valor económico, la nobleza aún conservaba sus tierras señoriales y la burguesía gustaba de mostrar las suyas. También había palacios en la Castellana de Madrid y en los barrios históricos de Sevilla.
Agua pasada. Las mansiones se derribaron y las fincas se vendieron.
Ahora cuando se quiere celebrar la boda de una hija se acude a lugares acondicionados para estos eventos, (recuérdese la película «El padre de la novia») y si hay que divertirse en una cacería conviene dirigirse a una «orgánica» especializada, (no sé si recordar «La escopeta nacional»).
Estas beneméritas instituciones comprendieron en seguida que, igual que las viviendas actuales no tienen superficie para montar una gran boda, los cazadores de hoy no poseen tierras para festejar con la caza. Más las orgánicas estaban prontas para atender todos los compromisos socio-venatorios haciendo propia la máxima de deleitar aprovechando.
Aunque existen organizaciones locales de caza, las de mayor prestigio son multiprovinciales. La técnica es parecida en todas ellas, se arrienda una finca de orografía movida, con profundos barrancos para que la fórmula de Newton, M x V2, impulse con energía a las patirrojas, y monte suficiente para retener las perdices y velar las prácticas de acondicionamiento. La extensión dependerá del número de festejos a organizar, sabiendo que treinta hectáreas bastan para un ojeo en condiciones y que se pueden repetir hasta el infinito si se tiene la calificación legal oportuna.
En Septiembre se repuebla el coto con los miles de perdices que imponga la cantidad de batidas contratadas y a partir de esa fecha habrá que suministrar a las nuevas inquilinas el mismo pienso que ingerían donde nacieron para que no abandonen la tierra prometida y mantengan sus hábitos alimentarios; con la salud no se juega. A medida que las cacerías van agotando el stock vivo se refuerza el campo con nuevas inmigraciones de volátiles. Si el cliente desea alcanzar números estratosféricos, hay que asumir que el refuerzo se hará en cada uno de los ojeos, lo que exige precisión por parte del organizador, que tendrá que ser exquisita si el pagano quiere agasajar especialmente a uno de sus convidados.
La infraestructura se completa con un coqueto pabellón de caza, firmado a ser posible por algún arquitecto de moda, y una esmerada cocina.
Como mi silueta no acompaña para cacerías esforzadas, tenía casi abandonada la caza menor cuando recibí una invitación para una de perdices en ojeo por un industrial madrileño a quien había acompañado en La Rioja a conocer caldos y restaurantes.
El lugar era emblemático y Mireya palmoteó de gozo:
-«Voy a conocer una finca que sale en el ¡Hola!».
Como la reunión era cerca de la capital, fuimos a dormir a Madrid, circunstancia que Mireya aprovechó para realizar precisas inversiones en la calle de Serrano. ¡Nunca pudo imaginar el General bonito que le sobreviviría su nombre como emblema de la moda!
La cita era a las nueve y media, y a esa hora llegábamos puntualmente para atacar con fruición un opíparo desayuno, necesario sin duda para la jornada que se avecinaba.
Me adjudicaron un todo terreno, cargador, dos secretarios, y un comisario de la organización para llevar la contabilidad de las perdices que derribara, cuyo registro daría fe para la factura que había de satisfacer mi anfitrión. Una vez que la suya era la única cifra válida, el cobro de la caza abatida perdía importancia.
Dimos tres ojeos, en cada uno los vecinos eran distintos para cumplir mejor con el carácter social del evento, y al terminar volvimos todos al pabellón de caza para un almuerzo de confraternización.
El menú cuidadísimo, se inició con beluga imperial y jamón de Guijuelo, luego una sencilla ensalada de bogavante de primer plato y como segundo, pularda asada; queso y un soufflé dulce remataron la rústica comida. Las bebidas, todas españolas excepto el vodka y Cristal millesimé para el aperitivo.
Una fotografía de las ocho escopetas y seis acompañantes detrás del tapiz de seiscientas ochenta y tres perdices completó la aritmética de la cacería.
Yo conseguí dos contratos para sendos fines de semana en mis microbuses «La Rioja es vino», y Mireya sintetizó la jornada diciendo:
-«Más fiesta que caza».

FUENTE: ÍÑIGO MORENO DE ARTEAGA  (ABC)


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