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La crisis pone 'coto' a la caza

La crisis pone 'coto' a la caza

Enviado por Tuslances.com el 26-03-2012

La historia arranca hace cerca de setenta años. Por insólito que parezca, a mediados de los años 50 del siglo pasado la Administración del Estado aprobó un decreto por el que se declaraba obligatoria la creación de las Juntas de Extinción de Animales Dañinos. El objetivo era eliminar todas las especies declaradas perjudiciales para la caza, la agricultura y la ganadería. En 1961, las Juntas de Extinción actuaban en 23 provincias y continuaron activas durante toda la década de los años sesenta, otorgando determinadas cantidades de dinero por aves de presa y fauna carnívora que se les fueran entregadas. La plaza de la Trinidad, según cuentan los expertos, fue uno de esos muchos lugares donde "las patas de águila se vendían a 20 pesetas".
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La historia arranca hace cerca de setenta años. Por insólito que parezca, a mediados de los años 50 del siglo pasado la Administración del Estado aprobó un decreto por el que se declaraba obligatoria la creación de las Juntas de Extinción de Animales Dañinos. El objetivo era eliminar todas las especies declaradas perjudiciales para la caza, la agricultura y la ganadería. En 1961, las Juntas de Extinción actuaban en 23 provincias y continuaron activas durante toda la década de los años sesenta, otorgando determinadas cantidades de dinero por aves de presa y fauna carnívora que se les fueran entregadas. La plaza de la Trinidad, según cuentan los expertos, fue uno de esos muchos lugares donde "las patas de águila se vendían a 20 pesetas". Fue una moda que se convirtió en tradición.
 
Casi setenta años después, los cazadores han bajado en número debido a la crisis, al despoblamiento de las zonas rurales y al escaso relevo generacional. "Recuerdo cómo desde bien pequeño, día tras día, salía con mi padre a cazar. Fue quien despertó en mí esa admiración por este deporte, al igual que mi abuelo lo había hecho con él. El estar en contacto con la naturaleza, al acecho de algún animal y respirando aire puro, me hacía el niño más feliz de la tierra. Desde el primer momento me encantó la experiencia y cuando tuve oportunidad de hacerme la licencia no lo dudé. Hoy, a mis 57 años, no se me pasa por la cabeza dejar de practicar este deporte porque, pese a lo que se empeñen en decir algunos, es un deporte".
 
Antonio López cuenta con estas palabras su particular experiencia como cazador, una afición que únicamente él ha compartido con su padre, ya que ni a su hermano ni a sus propios hijos les interesa. "Levantarte antes de que amanezca y ver salir el sol en el campo no tiene precio. El cazador se hace desde pequeño y tiene que sentir ese gusanillo por la naturaleza. Estar dispuesto a caminar horas y horas hasta encontrar lo que quiere", añade.
 
Él, como otros 22.852 granadinos, es portador de una licencia de caza, según los datos extraídos de la Memoria de Actividades de 2011 de la Federación Andaluza de Caza (FAC). Su delegado provincial, Adelardo Villafranca, asegura que el número de licencias federativas, es decir, aquellas cuyos portadores pertenecen a clubes deportivos y son obligatorias para ejercer este deporte, "han caído entre un 5 y un 7% desde 2008 hasta ahora". "La crisis es un factor clave que, evidentemente, ha influido pero no es el único. La relación causa efecto no está tan clara en este sector. El despoblamiento de las zonas rurales parece ser también un aspecto a tener en cuenta, puesto que la mayoría de los cotos están situados en los pueblos", comenta al tiempo que insiste en que de las 224 sociedades cazadoras que existen en Granada las bajas por año no han sido muy "relevantes", aunque han pasado de 15.097 licencias federativas en 2009 a 14.115 en 2011. El precio de una de estas licencias, por validez de un año, oscila entre los 14,24 euros para caza menor; 21,37 euros para caza menor y mayor; y los 50,08 euros para caza menor, mayor y perdiz con reclamo.
 
De las monterías a la perdiz
No obstante, hay que distinguir entre dos vertientes de la caza. Por un lado, esa que mueve grandes cantidades de dinero practicada por las clases más pudientes y a la que no ha afectado para nada la actual situación económica, dado que son propietarios de bastas extensiones de terreno y están dispuestos a pagar lo que sea necesario para viajar a cualquier país y dar caza a una determinada especie. Y por otro, lo que en el argot se denomina caza social, esto es, más modesta y sin miras a derrochar demasiado dinero. "La primera sería una caza mayor selectiva que se caracteriza por el gran tamaño de las piezas sobre las que se ejerce la acción cinegética. Jabalíes, cabras montesas y ciervos, entre otros animales, son los más comunes en la caza mayor. Las monterías, recechos, batidas, berreas y esperas, completarían las modalidades de este tipo de captura. En cuanto a la caza menor, quizá la más practicada, son los conejos, perdices, liebres, tórtolas y palomas –éstas últimas en menor medida– las más comunes", explica Adelardo.
 
Con una superficie acotada de 940.789 hectáreas, o lo que es lo mismo, el 74,4% de la superficie total de la provincia –1.263.500 hectáreas–, los cotos privados suponen un total de 1.024, si bien es cierto que desde 1999 hasta ahora el número de cotos privados destinados a caza menor ha ido en descenso –de 1.079 a 1.024– , mientras que el de caza mayor ha aumentado –de 42 a 78–. Según el técnico en Biología de la FAC en Granada, Diego Ontiveros, "de cada coto se realiza un Plan Técnico de Caza –con el objetivo de buscar la sostenibilidad- a través del que se regula la actividad, se reflejan los campos de captura por día y cazador, los espacios reservados a los animales, las zonas de seguridad y otros aspectos que deben cumplirse escrupulosamente".
 
Sin relevo generacional
A pesar de ser un sector "muy mal visto a ojos de la sociedad", Diego manifiesta que la caza, a día de hoy, es "imprescindible". "Es impropio creer que el cazador extermina a las especies. Se cazan selectiva y racionalmente e incentivan que el medio se haga más confortable. Es la única forma de regular la superpoblación de especies como los ciervos o la cabra montés. Hace sesenta años esa función la cumplían predadores como los lobos, pero aquí ya no hay lobos y tampoco sería factible soltar en nuestros montes a estos mamíferos carnívoros porque podrían ocasionar problemas a ganaderos y agricultores. Tras la Guerra Civil, las familias que tenían un pájaro de reclamo eran las que comían proteínas en sus casas. Siempre ha habido cazadores y los seguirá habiendo", aclara el biólogo, mientras el delegado provincial de la FAC recalca que los cazadores son "los primeros que cuidan del medio". "Defendemos y respetamos los espacios protegidos. Somos los más interesados en que haya especies cinegéticas para cazar, es por eso que durante la temporada de caza existe un tope de especies que pueden ser capturadas", continúa.
 
El relevo generacional sería otro de los problemas a los que se enfrenta el sector. El grueso de los cazadores rozan los 50 años, aunque también hay jóvenes que, animados por sus padres, se inician en la actividad cinegética. Sin embargo, son cuantiosos los que la consideran "bastante cara", ya que a las licencias habría que unir las escopetas, la cartuchería, la ropa, desplazamientos y perros, en caso de que fueran necesarios. "Aquí, tenemos una escuela de caza donde los jóvenes hacen un curso para poder practicar esta actividad. Lo cierto es que, desde el 98 que se puso en marcha, ha disminuido en el porcentaje de los chavales que quieren formarse para ser cazadores, pero todavía hay quien viene", sostiene Adelardo.
 
Ramón Vicente, gerente del Grupo Mamsa, lleva desde los cinco años saliendo con su padre de caza. Ahora a sus 43, no solo acompaña a su progenitor sino que ha imbuido esta pasión a su hijo de 11 años, quien disfruta como nadie de los fines de semana en el campo. "No es una afición barata, por eso no hay mucha gente joven que la practique. No todo el mundo, y mucho menos en los tiempos que corren, puede pagar los 300 euros de una sociedad. Es evidente que el que tiene dinero continúa cazando, pero quien no tiene demasiada solvencia económica prescinde de la caza, dado que no es una necesidad. Personalmente, creo que la crisis ha afectado de forma notable a este sector, prueba de ello es que antes de 2008, eran muchos los españoles que viajaban al extranjero para cazar y ya no", asegura este aficionado, quien señala que, antes de caer en recesión y una vez al año, visitaba otros países para cazar.
Así las cosas, los expertos en el sector y sus verdaderos protagonistas, están convencidos de que a pesar del descenso en el número de licencias en la provincia y, por tanto de cazadores, esta práctica no se extinguirá "nunca" porque, dicen, "el hombre, como especie, la lleva consigo".
 
 
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