Un grupo de perdices rojas se alimenta de las semillas que encuentran espacidas por el campo

Los plaguicidas de los cereales intoxican y merman las poblaciones de esta especie.

¿Por qué cada temporada de caza hay menos perdices rojas en el campo? Aunque existen numerosas razones que contribuyen a este declive (el cambio climático, la acción de sus principales depredadores, enfermedades naturales, etc.), los cazadores barajaban una teoría común para la marcada desaparición en los últimos años: el uso de pesticidas y herbicidas en la agricultura.

Lo que comenzó como una sospecha general ha conducido a la realización de un estudio científico para frenar la desaparición de la especie. Los primeros resultados del Proyecto Identificación y Cuantificación de los Efectos de los Plaguicidas Agrícolas en la Perdiz Roja en España (Proyecto Semillas), realizado por la Fundación para el Estudio y Defensa de la Naturaleza y la Caza (Fedenca), con el patrocinio de la Real Federación Española de Caza (RFEC) y la Oficina Nacional de Caza (ONC), y la colaboración de la Fundación Biodiversidad, revelan la gran incidencia que el uso de productos fitosanitarios en la agricultura tiene en el descenso de población del ave de caza por excelencia.

Diversos estudios indican que la intensificación de la agricultura en las últimas décadas está directamente relacionada con la tendencia negativa en cuanto a población de las aves que viven en ambientes agrícolas, que contrasta con las cifras de las especies forestales. La modificación de las tierras para el cultivo supone una menor disponibilidad de alimentos para las aves, así como la pérdida de zonas de cría y refugios para la perdiz.

Comida envenenada

Las aves que habitan estas tierras se alimentan principalmente de las semillas que, durante el periodo de siembra de cereal, en otoño, no penetran completamente en el suelo. El problema es que un total de 19 compuestos diferentes, de los cuales 16 son fungicidas y los tres restantes insecticidas, se emplean en estas semillas para evitar el ataque e infección por hongos, parásitos o insectos del propio suelo.

La ingesta de estos productos, dependiendo del tipo de compuesto, la dosis y la cantidad ingerida, puede tener consecuencias como la pérdida de masa corporal, la alteración del metabolismo, la disminución de la eficacia de la respuesta inmunitaria, la reducción del éxito reproductor e incluso la muerte.

Para el estudio, que comenzó en marzo del año pasado y tiene previsto prolongarse hasta 2013, se emplearon 42 parejas de perdices adultas, de un año de edad. Los productos fitosanitarios se aplicaron sobre semillas de trigo que posteriormente se administraron a las perdices como alimento.

Los científicos se han centrado en ocho compuestos utilizados en el tratamiento de simiente de cereales (avena, cebada, maíz y trigo). En una primera serie (marzo de 2010-marzo de 2011) se completaron tres ensayos para analizar los efectos de la ingestión de semillas tratadas con dos fungicidas (tiram y difenoconazol) y un insecticida (imidacloprid) sobre las perdices.

En noviembre de 2010, se puso en marcha una segunda serie de experimentos para reanalizar los efectos de imidacloprid y tiram con una muestra mayor de animales, además de incluir dos nuevos plaguicidas, maneb y piretrinas, utilizados como fungicida e insecticida respectivamente.

Los resultados obtenidos muestran que los efectos producidos son especialmente importantes en cuanto a la elevada mortandad de los individuos, así como otras secuelas en aquellos ejemplares que sobreviven.

Fungicida alternativo

La exposición a concentraciones de tiram empleadas para el tratamiento de semillas puede reducir la masa y condición corporal de los individuos, además de otras funciones vitales como la respuesta inmunitaria y el esfuerzo reproductor, mientras que en dosis superiores el fungicida resulta letal para las perdices. El difenoconazol no produce efectos letales y, en consecuencia, se presenta como una alternativa al uso de tiram para el tratamiento de semillas. Sus efectos se limitan a una reducción del tamaño de los huevos y de la tasa de crecimiento de los pollos.

El informe también señala que la administración de concentraciones de imidacloprid equivalentes al doble de la dosis recomendada, supone un riesgo para la supervivencia de los individuos. En los casos en los que las semillas son tratadas con la dosis recomendada, las perdices muestran una pérdida importante de masa corporal. También tiene efectos sobre su reproducción: disfunciones del tamaño del huevo y grosor de la cáscara y reducción de las probabilidades de supervivencia de los pollos.

Los científicos del proyecto continuarán recopilando datos los próximos meses para solicitar al Ministerio de Medio Ambiente y Medio Rural y Marino medidas dirigidas a que los agricultores utilicen los productos fitosanitarios menos perjudiciales para las perdices. Aunque el estudio se centra en esta especie en concreto, los efectos de los plaguicidas son comunes a otras aves.

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