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El adiestramiento del perro de caza: obediencia y posiciones

El adiestramiento del perro de caza: obediencia y posiciones

Enviado por Tuslances.com el 02-04-2015

En la educación del perro se debe proceder gradualmente; lo primero que se ha de conseguir, de modo natural, es la obediencia a las órdenes impartidas.
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Durante las sesiones de adiestramiento, es más importante insistir en los gestos afectuosos que en las recompensas alimenticias, aunque una pequeña golosina de vez en cuando siempre será bien recibida por el animal

El cazador que quiera adiestrar a su perro nunca debe tener demasiada prisa en conseguir resultados: el aprendizaje se debe producir gradualmente y sin coerciones de ningún tipo. Es necesario empezar por lo más simple y elemental para pasar –gradual y lentamente- a las acciones más específicas.

Cuando, por ejemplo, el cachorro responde a su nombre o sigue a su amo al paso, las bases de su adiestramiento ya han iniciado su despegue; desde su primer año de vida, esta obediencia puede cultivarse e incentivarse, hasta que se algo profundamente enraizado en el animal.

La obediencia es anterior a cualquier otro aprendizaje: el respeto por las órdenes impartidas, que se debe lograr sin violencia ni castigos, será el presupuesto de las demás enseñanzas. El perro debe aceptar la obediencia de manera muy natural, sin que le represente un esfuerzo.

El primer paso: la obediencia

La obediencia natural, típica del perro dócil e inculcada en el hogar, es ligeramente distinta a la necesaria para el adiestramiento; mientras que en el primer caso se trata de una cualidad innata, el segundo tipo de obediencia se adquiere y desarrolla mediante la articular colaboración que se establece entre el hombre y el perro, haciendo hincapié en la natural disposición del animal al juego y en sus características individuales.

El adiestrador deberá ser cariñoso, paciente y decidido, y nunca nervioso o violento. Gritando no se obtienen mejores resultados: cuando se está a punto de perder la paciencia, es mejor interrumpir el trabajo. Es también un error cansar al animal: solamente un perro en perfectas condiciones físicas estará dispuesto a aprender lo que se le enseñe. El hábito de obedecer puede inculcarse siguiendo algunas reglas. Se trata, en realidad, de auténticas pruebas que fijan definitivamente en la mente del animal el comportamiento que se corresponde con la orden impartida; entre dichas reglas, las más importantes desde el punto de vista cinegético son la llamada, los ejercicios de posición y los de movimiento, sin olvidar los demás comportamientos específicos de la caza (búsqueda, muestra, muestra a patrón, cobro, etc.).

La voz y el gesto

Las órdenes deben impartirse al perro con la voz,  así como con expresiones gestuales, y es muy importantes que ambas formas estén estrechamente unidas entre sí: la orden vocal tiene que ser sosegada, aunque decidida, y el movimiento de la mano debe reforzar y subrayar la misma orden.

Dicha combinación se hace necesaria cuando seguidamente se afrontan situaciones en las que el perro no puede oír la orden que se le ha impartido, porque está demasiado lejos, o en los momentos que se requiere silencio absoluto; en cambio, la voz sola se revela muy útil cuando el perro no tiene contacto visual con el cazador.

Si se acostumbra al animal a obedecer incluso las órdenes más simples impartiéndolas con voz y gesto, aprenderá muy pronto a reconocer instantáneamente ambos comandos incluso si se dan por separado.

El equipo: simple y reducido

Los únicos instrumentos necesarios para las pruebas de obediencia son el silbato de ultrasonidos y la traílla (collar y correa); se debe señalar, sin embargo, que si se inicia el adiestramiento con el silbato, se debe proseguir siempre y exclusivamente con él.

En lo referente a los collares, sin ninguna duda es preferible adoptar los modelos de cadena de eslabones anchos, que no producen molestias al perro en movimiento y que, al mismo tiempo, permiten dirigirlo o pararlo sin provocarle dolor.

En el aprendizaje de la obediencia, hay que hacer referencia –como de costumbre- al carácter del animal.

En caso de ser necesarias, una corrección o una reprobación nunca deberían servirse de ningún tipo de violencia manual, sino únicamente de decididas llamadas verbales; a cada progreso, en cambio, podrá animarse al perro haciendo prevalecer en mayor medida los gestos afectivos que las recompensas alimenticias.

La posición “sentado”

Es el primer y fundamental ejercicio de postura y se puede realizar en cualquier momento del día, no solamente durante las horas dedicadas al adiestramiento cinegético. Cuando el perro está tranquilo o también cuando va atado en el transcurso de un aseo, se hace detener al animal y al mismo tiempo se le da la orden: ¡sentado!. Para hacerle entender bien la orden, ésta se acompaña con un decidido tirón del collar y una enérgica presión de la mano sobre la grupa.

Resultará necesario repetir el ejercicio muy a menudo hasta que el perro comprenda perfectamente la orden y la asocie a la posición “sentado”.

Si es preciso, se ayudará al perro a ponerse en la posición deseada y se actuará de forma que la mantenga durante un tiempo. El ejercicio se podrá repetir muy a menudo, de manera que la reacción del perro sea automática; después de cierto tiempo, que dependerá del carácter del perro, se podrá comprobar que el animal responderá or sí solo a la orden sin necesidad de collar.

En una fase posterior, se podrá dejar al perro completamente libre y se le dará la orden con la voz, acompañándola con un gesto concreto de la mano; no importa cuál, pero es necesario que siempre sea el mismo. Cuando el perro obedezca correctamente, se intentará que mantenga la posición hasta una nueva orden (del tipo: ¡en pie!), que hará que se ponga otra vez en movimiento.

La posición de “tierra” o “tumbado”

Antes de para a este ejercicio, s necesario que el perro haya aprendido correctamente la posición anterior, por cuanto el “tierra” o “tumbado” es su continuación.

Se trata de una orden bastante difícil de enseñar, pero que en algunas situaciones de caza se revela como muy útil, en especial cuando es necesario detener al perro antes de que levante la pieza o de que la haga volar fuera del alcance de tiro.

Se empieza haciendo asumir al animal una posición distendida consistente en situar las patas anteriores completamente apoyadas en el suelo, el pecho sobre el suelo y las patas posteriores replegadas a lo largo de los flancos, en una posición lo más rectilínea posible, de manera que las cuatro patas queden en posición paralela al eje del cuerpo.

El siguiente paso consiste en obligar al perro a adoptar la posición de sentado,  teniéndolo al lado y con la correa corta; luego, con un movimiento asociado de mano y correa, se le obliga a estirarse sin replegar las patas bajo el cuerpo. No es una posición muy natural para el perro, motivo por el que será preciso proceder gradualmente, sin ponerse nervioso por los primeros e inevitables fracasos, aun cuando el animal se desanime y rechace de la manera más absoluta el obedecer. Además, tenderá a olvidar, sobre todo si se le castiga severamente, cuanto había aprendido con anterioridad.

Una vez más, la siguiente fase prevé el abandono de la correa, dejando que el perro realice por sí solo el ejercicio. Si la posición que asume no es muy elegante ni perfecta, la cosa no es grave; lo esencial es que el animal permanezca inmóvil y no se mueva antes de la orden liberadora de este movimiento. Es bueno repetir este ejercicio frecuentemente, aunque sin efectuar sesiones demasiado largas, que cansarían al perro. Una hora al día, dividida en diversas sesiones de un cuarto de hora como máximo, con largos intervalos entre medio, es el ritmo adecuado para esta primera etapa del aprendizaje.


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