La población de lince ibérico en la Península Ibérica ha superado los 475 ejemplares en 2016. 389 de ellos están en Andalucía. Más de 200 en la provincia de Jaén, principalmente en la Sierra de Andújar. El mayor santuario de un animal que llegó a estar en peligro crítico de extinción y que desde hace un año 'sólo' está en peligro de desaparecer. En el último año el censo de linces aumentó en 28 ejemplares. Una tendencia al alza que se viene registrando año a año, a pesar de las muertes por atropellos y los devastadores efectos de la enfermedad hemorrágica en las poblaciones de conejo, base de la dieta del lince.

El 2017 ha comenzado con cuatro atropellos en apenas tres meses. Casi el 1% de la especie aplastada a pie de carretera. Miguel Ángel Simón, director del Proyecto Life+IBERLINCE, no resta un ápice de importancia al problema de los atropellos, pero asegura que «hay que poner los datos en su contexto. Hubo años con 23 muertes por esta causa. Luego bajaron a 10. Si se mira con perspectiva, nos encontramos con una media de 13 ó 15 año. Pero hay que explicar que hace no tanto había noventa linces y ahora hay más de 400, que se han extendido por un territorio mucho más amplio. Así que aumentan las posibilidades de que los atropellen».

El experto asegura que «antes, en Andújar sólo estaban en lo más recóndito de la sierra, y ahora han llegado ya a la A-4 y han saltado la autovía. Los hay en Arroyo Escobar, y en la Casa de Postas. Hasta cerca de Mengíbar, y en Pegalajar. Pronto los tendremos prácticamente en Linares desde la zona del Guarrizas».

Repoblaciones

El incremento de ejemplares en Andalucía se ha producido gracias en buena medida al aporte de dos de las zonas donde está presente el Lince ibérico, las de Guarrizas y Andújar-Cardeña. «Ha habido un acierto en la selección de las zonas de reintroducción, en áreas cercanas a donde ya teníamos poblaciones de lince. En el Guadalmellato y el Guarrizas. Ya se han unido.

Existe un continuo en Sierra Morena de hembras territoriales reproductoras, que han llegado a las zonas intermedias entre las áreas de repoblación y Andújar-Cardeña. De Córdoba a Arquillos y del Campo de Calatrava a Almuradiel es ya territorio de linces», asegura Simón. La expansión demográfica y territorial tiene sus inconvenientes también. «Tenemos que asumir que si sube la población habrá más atropellos. El aumento del censo hace además que estén en lugares cada vez más conflictivos. Las carreteras y el tráfico están ahí y no se pueden quitar. Pero se están tomando medidas para reducir los atropellos lo máximo posible», asegura Simón.

En algunos puntos negros se está evaluando la forma de aprovechar pasos de drenaje de la autovía o de carreteras. Se están redactando proyectos para poner vallas y hacer embudos que lleven a esos pasos.

En la A-4 entre Bailén y Andújar está uno de los puntos negros, con varios atropellos en los últimos años. Se ha diseñado un paso, y la intención es construirlo cuanto antes. Hay que salvar aún los trámites administrativos, pero está en marcha. Mientras se está reparando la malla de la autovía y se está intentando encauzar a la fauna hacia pasos seguros. En la N-420, en la provincia de Córdoba, el Ministerio de Fomento y el de Medio Ambiente se comprometieron a tomar medidas, «aunque no tenemos noticias de avances», según los datos que maneja Simón. En Doñana, con el proyecto Life Strades hay una idea para el futuro, con cámaras que detecten movimiento y activen dispositivos de sonido que espanten a la fauna.

El de los atropellos no es un problema que se pueda minimizar. Es importante. Pero la escasez de conejos resulta incluso más preocupante. «Los atropellos se pueden paliar con dinero y voluntad política. Pero más grave es la enfermedad hemorrágica que está golpeando a las poblaciones de conejo», apunta Simón. La enfermedad ya atacó fuerte años atrás. Pero en 2012 una mutación del virus que entró desde Francia ya vuelto causar estragos importantes.

Densidades 

«En Andújar y Doñana, por ejemplo, tenemos densidades de dos o tres conejos por hectárea. La enfermedad mata al 60% de la población cuando afecta a un área concreta. Así que cuando entra en esas zonas, nos quedamos con uno por hectárea. En el Guarrizas, por el contrario, donde hay ocho o nueve conejos por hectárea, con ese porcentaje de mortandad siguen quedando cinco , que son bastantes para sostener a la población de lince. Así que en Andújar estamos aplicando un plan de choque con repoblaciones que han hecho que se recupere un poco el número de conejos. Está funcionando. Lo podemos medir por el número de nacimientos. La especie no se reproduce si no hay comida. Tuvimos años de cincuenta nacimientos. Cayeron hasta doce o quince. Y ahora otra vez estamos en los cincuenta», asegura el experto.

Implicación

Una de las claves de la supervivencia del lince es la complicidad de las comunidades locales. Que los agricultores, ganaderos y cazadores estén implicados. «Tenemos convenios con propietarios de fincas privadas en más de 200.000 hectáreas», asegura Simón. Montes libres de lazos (este año murió un ejemplar en Jimena, Sierra Mágina, en una de estas trampas), de venenos. Y donde tener lince deje dinero en los pueblos. «Se hacen continuamente trabajos de mejora del hábitat, con desbroces de matorral, refugios y otras labores», dice Simón. Asociados al lince hay más de 30.000 jornales al año, y medio centenar de puestos de trabajo fijos sólo en Andalucía.

FUENTE: http://www.ideal.es