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Una plaga de conejos "voraces" asusta en Albalate de Cinca

Una plaga de conejos

Enviado por montero el 27-03-2010

En el monte de Albalate de Cinca, los conejos se comen los sembrados y la corteza tierna de los árboles. El cereal se las ve y se las desea para "rechitar" y los frutales jóvenes incluso mueren. El asunto es muy serio. Nunca antes se había visto una plaga igual, y no resulta tan preocupante el número de animales -que también- como su voracidad.
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En el monte de Albalate de Cinca, los conejos se comen los sembrados y la corteza tierna de los árboles. El cereal se las ve y se las desea para "rechitar" y los frutales jóvenes incluso mueren. El asunto es muy serio. Nunca antes se había visto una plaga igual, y no resulta tan preocupante el número de animales -que también- como su voracidad. Fernando Cascarosa, presidente de la Sociedad de Cazadores, apunta: "Llegan a subir a la cruz de los árboles, lo que nos sorprende por insólito. Estamos desbordados y no sabemos a ciencia cierta qué ha ocurrido. No falta quien dice que en algún coto han repoblado con conejo australiano, pero esto son palabras mayores, y sin pruebas, mejor callar".

Otro aspecto llamativo es que la plaga no afecta a todo el monte sino a determinadas franjas. La más castigada, de unas 200 hectáreas, sube por un valle que va de las afueras del pueblo al canal de Zaidín. En esta zona ha jugado a favor de la proliferación del conejo una superficie de ocho hectáreas sin cultivar que la DGA reservó para que criase el alcaudón chico, un pequeño pájaro que en Aragón vuela en Albalate y muy pocos lugares más. También hay noticias de plagas similares en los términos de Belver y Peñalba, y hasta los cazadores más avezados se sorprenden del número de conejos y de su "diversidad": los hay autóctonos (grisáceos y de piel fina, de un kilo de peso), otros de color marrón (más grandes) y una tercera especie de menor tamaño y pelaje basto.

El problema salió a la luz en febrero, mes en el que finaliza la temporada de caza iniciada en octubre (jueves y domingos). A pesar de los 400 ejemplares abatidos (lo normal), la población de conejos no se resintió, y en marzo, con permiso especial de la DGA, se ha seguido cazando y han caído otros tantos. El problema es de tal dimensión que conviven las escopetas y los hurones, animales que sólo se permiten en los casos de superpoblación. La Sociedad ha comprado cuatro para dar más batalla, y ocurre que se yerran muchos tiros porque la mayoría de los cazadores no tiene costumbre de cazar con este aliado tan singular. Si el conejo vuelve a la madriguera, ya no sale y entonces es el hurón quien lo mata.

El coto lo vienen disfrutando los 70 cazadores de la Sociedad, todos vecinos del pueblo. Cascarosa señala: "Ya hemos pedido permiso para cazar todos los días y durante todo el año, e incluso nos planteamos que venga a disparar quien quiera y cuando quiera y organizar batidas nocturnas, que en situación normal también están prohibidas. En este tiempo, a los cazadores nos repugna matar porque las hembras están preñadas, pero no hay otra. Esto se nos va de las manos y las afecciones que sufren los campos son muy importantes, y si no hacemos nada, no me cabe duda de que la plaga irá a más y se extenderá".

NO SE MUEREN

Una coneja pare entre seis y diez gazapos, y el parto se repite cada mes, y a los sesenta días las jóvenes hembras ya están preparadas para alumbrar. "Esta progresión geométrica de crecimiento asusta, y lo que vemos es que estos conejos no contraen ninguna enfermedad y no se mueren. Siempre hay algún mal que los diezma, pero parece que eso no va con esta plaga. Vamos a mandar 60 ejemplares muertos a un laboratorio de Extremadura especializado para que estudie el ADN. Si se demuestra que ha habido introducción de conejo de otras latitudes, la DGA tendrá que investigar y buscar responsables", dice el cazador.

Lo que determine el laboratorio servirá -tal vez- para conocer la causa de la plaga, pero no resolverá el problema. Cascarosa muestra los troncos roídos de jóvenes melocotoneros y oliveras y los campos de cereal que miden pocos centímetros en vez del palmo que deberían alcanzar en estas fechas, y concluye que no hay más remedio que "disparar y huronear sin tregua". Todo se complica en las altas espuendas cubiertas de maleza, donde el acceso a las madrigueras resulta complicado. "Tampoco podemos pegar fuego porque nos denunciarán, y de venenos, ni hablar. Repito para quien tenga algo que decir: estamos desbordados".

Voz de alarma, pues, de un hombre que conoce el monte como su casa, no le gusta exagerar y en el hablar hace gala de sensatez y conocimiento de causa. Procede escucharle.

FUENTE: diario del alto aragón


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