Es que no hay por dónde cogerla. Me refiero a esa subsanación que llevó a cabo, en días pasados, la Consejería de Medio Ambiente sobre la normativa de pesca en aguas continentales del Principado de Asturias sin que nadie (?) se lo pidiera. Insisto, nadie, pues una vez alzó su voz la Sociedad de Pescadores «El Esmerillón», parece como si la tierra se hubiese tragado al autor, o autores, de tal tropelía. ¿Cuál? Permitir la utilización del marabayu como cebo en la campaña estival, es decir, del 16 de junio al 15 de agosto, en las zonas salmoneras.

Todos escurren el bulto -me refiero a las sociedades colaboradoras con el Gobierno del Principado de Asturias, excluyendo, por supuesto, a la sociedad «El Esmerillón», que declinó negociar la controvertida normativa de la actual campaña y, además, la recurrió a los tribunales de justicia-. Algunas de las susodichas sociedades, tales como «Las Mestas» del Narcea, «El Marabayu» o la Asturiana, ya se desmarcaron del asunto. Aseveran, todas ellas, que no movieron un dedo en pro de incluir ese goloso cebo para los esguines de salmón en temporada estival.

Ante tanto misterio, sólo resta que sea el propio departamento que dirige la viceconsejera Belén Fernández quien dé un paso al frente y revoque, no ya la normativa, sino el apartado referente al marabayu como cebo de pesca veraniego para demostrar que están en la línea de proteger el futuro del «rey de los ríos». Dándole vueltas al dilema, no me entra en la cabeza que se permita la captura de los esguines y, por otro lado, se prohíba la pesca tradicional del salmón. Es algo similar a lo que acontece con las angulas -que sí se pueden sacar- y la protección de las anguilas.

A lo mejor la señora viceconsejera está mucho más pendiente de las lecciones de lanzamiento de pesca sin muerte que pueda darle el ciclista profesional Chechu Rubiera, en lugar de atender la reivindicación que le plantea, pienso, buena parte de las sociedades de pescadores en lo concerniente al gran peligro que podría representar para el hábitat piscícola, insisto, en el período veraniego, un cebo como es el marabayu. Espero que Chechu, al que tengo una enorme admiración como deportista de élite, no se me enfade por meterlo en medio del debate de la pesca fluvial en Asturias.

En otro orden de cosas, me causó extrañeza el pasotismo del sector hostelero del Oriente en el tema de la pesca, tan arraigada como está en la comarca. «¿Cuando van a salir los de Incatur a apoyar a los pescadores de salmón?», me preguntó ayer un reputado restaurador de Cangas de Onís. El restaurador no se corta un pelo y asegura que varios profesionales de su mismo gremio se encuentran molestos con los directivos de la citada asociación al no apoyar a ribereños y deportistas que practican ese ancestral arte como es la pesca fluvial, tanto en la cuenca del Sella como también en la del Cares.

«Hay que ser políticamente correcto», así me define otra persona vinculada al gremio de la hostelería, aunque en este caso no afiliado a Incatur, su peculiar punto de vista de lo que ha venido aconteciendo en estos últimos años en el seno de la susodicha asociación de empresarios de la comarca de los Picos de Europa. Como si cualquier tema que afectase de lleno al sector turístico hubiese que dejarlo pasar, mirando hacia otro lado, para evitar encrespar los ánimos de algunas autoridades del ámbito regional.

Críticas demoledoras, gusten o no, las de esos dos profesionales de la hostelería comarcal, pero que retumban como auténticas verdades. Escabullirse del fondo del asunto es lo que están haciendo desde las altas esferas del conglomerado que hoy en día conforman Incatur. Una asociación que ¡válgame Dios! parece ideada para bailarles el agua a los rectores del Gobierno del Principado de Asturias. No vaya a ser que les pongan cortapisas a las puntuales subvenciones que, pienso, perciben para organizar sus propios eventos.

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