Las cigüeñas, una plaga
Enviado por montero el 26-03-2010
Todos los estudios realizados para explicar la impresionante caída en las poblaciones de perdiz roja en las estepas y campiñas mesetarias coinciden en que los factores son múltiples y variados. El mas importante, sin lugar a dudas, se debe a la acción del hombre, pero no por la práctica cinegética, que también, sino por el sistema de explotación del campo. La moderna agricultura que utiliza métodos totalmente agresivos con el medio ambiente, las concentraciones parcelarias que han destruido infinidad de lindes y vegetación donde la «patirroja» anidaba y se ocultaba de los predadores, la forma de arar de los enormes tractores que dejan totalmente molidos los terrones en las campiñas arcillosas donde el mimetismo de la perdiz, una de sus mejores defensas, se pierde, el uso de herbicidas, pesticidas y funguicidas, el grano tratado para la sementera y los abonos químicos que producen enormes bajas especialmente en años secos. Pero no conviene olvidar a las cosechadoras que trabajan durante la noche y se tragan con frecuencia polladas enteras. El maíz, por otra parte, en pequeñas manchas asegura la protección, pero a gran escala se convierte en monocultivo y termina destruyendo el hábitat y dando cobijo a los depredadores.
Pero a estos hechos que vienen incidiendo desde hace algunos años se unen ahora nuevos peligros. El incremento de predadores, zorros y jabalí especialmente, amenaza tanto a la perdiz como a la liebre. El conejo de monte, principal mantenedor de la cadena trófica por su capacidad reproductiva, se está recuperando afortunadamente, pero en muchas zonas ha desaparecido por completo. El ecosistema se está desequilibrando muy seriamente. A la sobrepoblación de zorro y jabalí en las zonas llanas y de ribera se une ahora un nuevo depredador: la cigüeña. Estas aves de gran envergadura eran la alegría de los pueblos y el daño que causaban era mínimo, pero ahora se han multiplicado pasando de la tradicional pareja que anidaba en el campanario a las decenas de parejas que ya no encuentran espacio para anidar. Basta con desplazarse a las riberas del Bernesga, a la altura de Alija de la Ribera, para observar decenas de nidos ocupados a 100 %. En las espadañas de las iglesias ya no hay un nido, sino tres o cuatro. Basta que un tractor comience a arar una finca para que un ejército de cigüeñas se apreste a devorar toda la fauna indefensa, ratones y topillos, pero también las lombrices de tierra, muy beneficiosas para el campo, y que están mermando peligrosamente.
La dieta de una cigüeña es muy variada, pero los pequeños reptiles y anfibios, cada vez mas escasos, son un manjar para ellas. «Silencio ranas, que la cigüeña está en el charco» recuerdo que decía el «profe» de religión en mis años de Instituto al entrar en el aula. Era un cura y le apodábamos «el rana». Fuera de bromas observar a las zancudas pescar en una charca resulta espectacular, pero también los alevines en las orillas de los ríos o en el campo. Informaciones totalmente contrastadas nos constatan la voracidad y agresividad de estas aves que, al desaparecer gran parte de los vertederos incontrolados, actúan sobre cualquier especie de tamaño pequeño, sea reptil, anfibio, ave o mamífero. Cuando se sitúan al lado de una cosechadora en el mes de agosto, que tiemblen las polladas de codorniz, perdiz o lebratos. Lo mismo sucede cuando se riega una finca por inundación y el agua va sacando de sus refugios o encames a los pequeños animales cinegéticos o no. Las zancudas oportunistas se sitúan en la línea de inundación para hacer su «agosto». Esta es una situación real que, si se quiere mantener el equilibrio ecológico, habría que considerar de cara al futuro.
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