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La pesca de inmaduros, un negocio demasiado suculento

La pesca de inmaduros, un negocio demasiado suculento

Enviado por Tuslances.com el 20-07-2016

La Guardia Civil no cesa en su lucha contra la pesca furtiva, que en esta época aumenta como consecuencia de la demanda de pescaderías y restaurantes.
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Actúan como auténticas mafias. Salvando las distancias, con un modus operandi muy parecido al que siguen los grupos organizados de la droga en la descarga y distribución de la mercancía. La diferencia es que lo que se vende en este más que suculento negocio no es cocaína ni hachís, sino pescado inmaduro capturado de forma ilegal y sin ninguna garantía sanitaria y que en esta época dispara su demanda convirtiéndose en el producto estrella de muchos restaurantes y pescaderías de Málaga. 

Las rápidas y nada despreciables ganancias que suponen para los pescadores y sus colaboradores necesarios en esta práctica, y los precios más asequibles con respecto al mercado legal que consiguen las pescaderías y restaurantes hacen que este negocio negro para unos y otros resulte difícil de erradicar. 

Tanto los tradicionales bolicheros de Málaga, dedicados a la pesca de los chanquetes y la morralla con embarcaciones y artes ilegales, como modalidades de pesca más recientes para la pesca prohibida como los buzos siguen estando en la diana de la Junta de Andalucía y el Servicio de Protección de la Naturaleza (Seprona) de la Guardia Civil que tratan de acorralar a estos grupos organizados. Sin olvidar que Mercamálaga sigue siendo el principal punto de entrada de la mayor cantidad de pescado y marisco inmaduro que se comercializa en la provincia y donde la presión policial tampoco cesa. 

Cubos de plástico con pescado inmaduro intervenido justo antes de su venta

En el caso de los bolicheros, aún quedan entre 60 y 70 en Málaga que se arriesgan cada día a salir a faenar al haber convertido la pesca furtiva en su modo de vida. Algunos han desistido ya, pero la mayoría son viejos conocidos de la Guardia Civil, que tratan de sortear el férreo seguimiento al que están sometidos por los agentes que pasan largas horas vigilando de cerca cada movimiento para tratar de pillarlos in fraganti con las capturas del día.  

Los puntos calientes siguen siendo los de siempre: El Bulto y El Palo en la capital, y Torre del Mar. Los bolicheros de las zonas de la capital siguen acudiendo prácticamente cada noche al puerto donde tienen garantizada la captura de la demandada morralla (crías de boquerón y sardina fundamentalmente), dado que en esa zona se refugian los alevines, está protegida de las mareas y pueden colocar los palés de madera sobre los que colocan luces para atraerlos a pesar de que constituyen un grave riesgo de seguridad para los barcos que navegan por el entorno. 

Y es que estas embarcaciones, más bien de tipo casero, navegan sin luces y pintadas con colores oscuros para camuflarse en la noche sin ser vistos por la Guardia Civil. En Torre del Mar, en cambio, campan más a sus anchas y se atreven incluso a pescar a plena luz del día. 

Siete personas forman una organizada red en la que cada uno tiene un papel asignado y que se comunican mediante Whatsapp o llamadas de teléfono para que no haya ningún cabo suelto. Mientras unos pescan, otros vigilan en la playa o el entorno del puerto, otros se encargan de descargarlo y también están los encargados de distribuirlo rápidamente en coche. Directamente a restaurantes y pescaderías, o a través de intermediarios. Es tal el descaro de estos grupos que uno de los puntos de descarga más habituales suele ser el mismo Muelle Uno del puerto de Málaga, uno de los principales centros de ocio de la ciudad, donde los agentes del Seprona los esperan pacientemente . 

El problema, según el sargento jefe de la patrulla Seprona en Málaga, Carlos Plaja, es que para mantener el pescado no se descomponga le añaden sin ningún control formol, "un producto cancerígeno no autorizado para la alimentación y que enfrenta a estas personas a un delito contra la salud pública". 

En realidad es, junto la puesta en peligro de la seguridad marítima, la única responsabilidad penal que implica la pesca de inmaduros, ya que por lo demás solamente conlleva infracciones administrativas. Eso sí, cada una de ellas oscila entre los 300 y los 60.000 euros. 

Pero ni las sanciones ni la presión policial parecen ser suficientes para disuadir a los que con esta práctica están contribuyendo a esquilmar el futuro de los caladeros. Primero porque, según el agente de la Guardia Civil, "todos se declaran insolventes y no hacen frente a las multas". Prueba de ello es que algunos acumulan ya sanciones de varios millones de euros. El único daño, dijo, que "podemos hacerle es intervenir la embarcación, las artes ilegales e incluso el vehículo que usan para transportarlo si sobrepasan los 100 kilos, pero al día siguiente vuelven otra vez". 

La segunda razón son los golosos precios que ostenta este manjar del mar tan demandado. Un cubo de morralla de entre 15 y 20 kilos puede venderse a unos 100 ó 120 euros, mientras que en el caso de los verdaderos chanquetes las ganancias se disparan a los 70 u 80 euros el corcho, que supone unos seis kilos. 

Sin embargo, los caladeros malagueños ya apenas tienen chanquetes (su nombre científico es Alphia minuta y su captura está prohibida durante todo el año) y los que se venden en Málaga proceden fundamentalmente de Huelva, donde se les conoce como filigrana. "Allí estas redes funcionan igual y lo traen hasta la provincia por carretera, bien directamente o a través de los intermediarios de aquí que se desplazan a buscarlo hasta Isla Cristina y Ayamonte principalmente", contó el sargento. 

Además de pescaderías y restaurantes, los polígonos adyacentes a Mercamálaga también suelen ser puntos de venta improvisados para tratar de eludir la vigilancia policial que se realiza en los alrededores del mercado de mayoristas. Plaja recordó que uno de los vendedores más activos de chanquetes era precisamente un mayorista de Mercamálaga que traía los chanquetes desde Huelva y quedaba con los clientes en calles escondidas de esos polígonos para eludir la vigilancia policial, aunque "al final se ha rendido". 

Desde hace algún tiempo, también forman parte de este entramado de la pesca ilegal los buzos que aprovechan su autorización de pesca deportiva para exceder lo permitido -no más de cinco kilos- y sacarse un dinero extra. Tanto que muchos han hecho también de la pesca ilegal su forma de vida al vender a pescaderías y restaurantes, según Plaja algunos de "mucho renombre", los pulpos, jibias, bogavantes, bolos o meros que pescan sin control. "Es pescado más fresco pero no tiene garantías sanitarias, sobre todo, los moluscos bivalbos que a a veces están en veda por la presencia de toxinas", advirtió.  

Aun así, los restaurantes se siguen arriesgando también a comprar estos productos "porque les sale más barato al negociar el precio directamente con el buzo o el pescador", contó el sargento del Seprona. Pero también los dueños de los establecimientos se exponen a importantes sanciones. Los buzos además se arriesgan a que la Guardia Civil les intervenga incluso los caros equipos que llevan, y que tienen un valor cercano a los 1.000 euros.  

Pese a que la provincia de Málaga cuenta con sus propios pescadores o buzos furtivos, también el litoral recibe la visita frecuente de otros de otras provincias en busca del preciado tesoro. El atún rojo es uno de los grandes demandados y vienen barcos hasta de Almería a capturarlo hasta la costa malagueña para luego venderlo en Mercamálaga. Ejemplares de entre 60 y 70 kilos, que son los más habituales, se están vendiendo en el mercado negro a unos siete u ocho euros el kilo. 

También son habituales conocidos de la Guardia Civil los pescadores de Cádiz que se desplazan hasta Málaga en busca de las ortigillas de mar, tan demandadas en aquella zona donde los caladeros ya están esquilmados.  

No obstante, el interior de Mercamálaga es el centro de gran parte de las inspecciones del Seprona y en las que es frecuente que encuentren todo tipo de especies de peces y moluscos con talla inferior a lo permitido. Boquerones, salmonetes, chirlas, pulpos, jureles, sardinas, cañaillas o conchas finas que llegan desde Italia, Portugal, el levante español, Huelva y los distintos puertos malagueños.  

 

FUENTE: http://www.malagahoy.es/


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