La caza del gran alce
Enviado por Carlos el 10-08-2010
En el bosque quebequense hay un rey indiscutible: el gran alce de Canadá. Y este puesto no lo ocupa por su belleza ni por su agilidad, sino por su majestad, su fuerza y, por supuesto, por su grandiosa cornamenta. El alce macho tiene una cornamenta muy impresionante que puede llegar alcanzar hasta un metro sesenta de anchura. Impone respeto por su particular paso indolente, hasta en el bosque más denso, por su soltura en el agua y, principalmente, por su mugido sobrecogedor del macho.
En la estacion de otoño numerosos cazadores ocupan los terrenos libres y organizados de caza y participan en la caza tradicional más prestigiosa del noreste norteamericano. En esta caza se utilizan todos los sentidos que uno posee. El oído desempeña un papel determinante cuando se trata de reconocer el acercamiento de la bestia o de percibir su presencia en las orillas de un lago. Es difícil permanecer tranquilo cuando se ve su silueta imperturbable desfilar entre los árboles o cuando se le ve desde una canoa alimentándose en un recodo silencioso. El cazador intenta acercarse a este gran cérvido o burlar su desconfianza por el olfato o mediante sonidos.
La caza del alce requiere también tener mucha paciencia en los puestos de acecho colocados previamente en lugares estratégicos. Se practica en grupos de dos a cuatro participantes, dependiendo de la zona, y el número de alces que se permite cazar es, siempre según la zona y el territorio, de un animal por dos, tres o algunas veces cuatro cazadores. Numerosos cotos de caza y pesca proponen expediciones de caza muy bien organizadas que le permitirán descubrir este universo singular, acompañado por un guía experimentado y en condiciones óptimas.
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