En España, viven dos de las cuatro especies de grandes carnívoros que se busca proteger, además del lince ibérico, que no se considera una especie que genere problemas de convivencia. El oso pardo se distribuye por la Cordillera Cantábrica, con dos subpoblaciones (occidental y oriental), y por los Pirineos.

A mediados del siglo pasado, la población cántabra de osos ocupaba un área aproximada de unos 1.800 km2, pero hoy en día llega a los 7.700, es decir, que «en este tiempo, se ha cuadruplicado su área de distribución», destaca López-Bao. De hecho, según datos de la Fundación Oso Pardo, que también participa en el estudio, en la subpoblación occidental habría «un mínimo» de 200 ejemplares, y de 30 en la oriental.

En cuanto a los lobos, la población más importante de la Península Ibérica (y del oeste de Europa) se encuentra entre Galicia, Asturias, Castilla y León, País Vasco, La Rioja, Castilla-La Mancha, Madrid y Portugal y, según el estudio, su estimación poblacional oscila entre 2.200 y 2.500 ejemplares, distribuidos en unos 120.000 km2, «casi el doble que su distribución estimada en los años 70», señala el investigador.

La situación de la subpoblación de Sierra Morena (Castilla La-Mancha y Andalucía), sin embargo, se encuentra en estado crítico. En 2010 estaba formada por una sola manada y es la única población de lobos en Europa que no se está recuperando. De hecho, su área de distribución se ha reducido a una décima parte del área estimada en los años 70 del siglo pasado, lamenta López-Bao.

El lobo, además, es la especie que genera mayores conflictos en el país, particularmente en aquellas zonas donde su presencia era escasa en las últimas décadas. La organización ecologista WWF (Fondo Mundial para la Naturaleza) destaca que esa conflictividad se debe a la falta de planes de gestión adecuados para la especie y a la mínima inversión por parte de las comunidades autónomas en medidas de compensación (pagos por daños a los ganaderos) y de prevención (adquisición de perros guardianes, cierres para el ganado, presencia permanente de pastores,...).

Así, critica que las administraciones prefieren gestionar las poblaciones de esta especie «a través de la caza o la muerte de ejemplares». También se lamenta de que no se conoce el número de manadas de lobo debido a la falta de censos y seguimientos rigurosos. El último censo nacional se realizó en 1989. Tampoco existen canales para el intercambio de opiniones y experiencias entre los distintos sectores implicados, «por lo que las quejas y peticiones se canalizan a través de la prensa, lo que aumenta las tensiones y los conflictos», señala la organización.

Por este motivo, WWF reclama al Gobierno que impulse la creación de una plataforma ibérica que fomente el diálogo entre sectores y facilite la convivencia entre los grandes depredadores y el ser humano.

FUENTE: LAVERDAD.ES