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Conejos contra el AVE

Conejos contra el AVE

Enviado por Tuslances.com el 18-07-2011

En la franja de 120 kilómetros de longitud y ancho variable que ocupaba el doble muro de Berlín, quedaron encerrados unos cuantos conejos que pronto empezaron a constituir un verdadero ejército, dada su conocida afición al fornicio y a que Erich Honecker dispuso para ellos una suculenta alfombra verde de pasto. Lo que añadido a la protección contra los depredadores, creó un hábitat que los desmotivó, por lo que se volvieron mansos y acomodados. Si el muro hubiera durado cien años, como había profetizado Honecker, los roedores habrían evolucionado hacia otra especie.
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En la franja de 120 kilómetros de longitud y ancho variable que ocupaba el doble muro de Berlín, quedaron encerrados unos cuantos conejos que pronto empezaron a constituir un verdadero ejército, dada su conocida afición al fornicio y a que Erich Honecker dispuso para ellos una suculenta alfombra verde de pasto. Lo que añadido a la protección contra los depredadores, creó un hábitat que los desmotivó, por lo que se volvieron mansos y acomodados. Si el muro hubiera durado cien años, como había profetizado Honecker, los roedores habrían evolucionado hacia otra especie.

El entonces presidente de la RDA, gran amante de los animales, les prestó apoyo oficial mientras ordenaba disparar contra los seres de la especie humana que intentaban huir al oeste. Pero he aquí que algunos conejos decidieron emular a estos últimos y empezaron a excavar galerías por debajo del muro, aprovechando que no tenía cimientos, para huir. Esto irritó profundamente a E. H. que decidió eliminarlos también, envenenando la hierba. Cuando el muro cayó, los conejos supervivientes de la encerrona encontraron muchas dificultades para acostumbrarse a la libertad: toda una fábula moral sobre la brutalidad del régimen de la RDA y su vergonzosa escenificación en el muro. Corresponde la síntesis anterior al visionado del magnífico documental de Bartek Konopka Conejo a la berlinesa (http://www. tv3.cat/3alacarta/#/videos/1617319) que pudimos ver hace unos días, gracias a la rendija que, a través de internet, —todavía— nos permite colarnos en la Televisión de Catalunya, burlando otro muro de la vergüenza que se ha instalado en nuestro país contra la libertad, en este caso, de expresión y acceso a la información.

Hace unos meses, Adif —la empresa pública que construye la infraestructura de los ferrocarriles— anunció un insólito concurso (unos 500.000 euros) para eliminar los conejos que se refugian en la franja ocupada por las líneas de alta velocidad (recordemos, cercada por dos vallas) para protegerse de los depredadores. Aquí, sin embargo, no hay un celador como E. H. que les dé de comer y han de atravesar los terraplenes para buscar el sustento fuera: las galerías que horadan son un riesgo para la estabilidad de las vías y hay que eliminar ese peligro. Adif ha recurrido, como contó José Sierra en este mismo diario (21/01/2011) a una «tecnología» que no está precisamente en sintonía con la sofisticación de los sistemas que lleva la línea: el «hurón y capillo» consiste en introducir un hurón, depredador natural del conejo, en la red de madrigueras, sellando las salidas con un capillo o red. Los roedores acaban muertos por el hurón o atrapados en las redes. Y digo yo que si la solución no resulta satisfactoria, la lucha podría involucrar a los viajeros del tren veloz, a los que se suministraría junto con los auriculares una escopeta de caza, aumentando así el atractivo turístico del viaje, al estilo del western cinematográfico. ¿Otra fábula?

P. D.: El reciente cierre del servicio AVE Toledo-Albacete (9 viajeros al día) no resulta sólo una anécdota graciosa para los que ya decíamos que el AVE «se pasa varios pueblos». El escandaloso desequilibrio entre los umbrales de rentabilidad y las cifras de uso del tren en el conjunto de la red sigue siendo incontestable, que con la huída hacia delante, agravará nuestro déficit. Por no hablar del impacto social: si alguien duda todavía de la existencia de las clases sociales, como sugiere el catedrático Juan Torres, que se dé un garbeo por la flamante estación Joaquín Sorolla y luego se vaya a la vieja estación de autobuses, ambas en
nuestra ciudad.

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