Como las cazaba yo de joven en mis primeros años.
Otra vez estoy aquí para poner los recuerdos de cuando cazaba las liebres yo solo en la Umbría, en el altiplano y en el campo.
De lo que puse antes, de las cosas que yo sabía de las liebres y que me enseñaron la cuadrilla de mi tío cuando iba con ellos de crío y luego leídas y demás, pues me he dejado algunas que no me vinieron a la cabeza a tiempo. Ahora me viene una, la pongo y ya termino.
Por ejemplo, yo tengo como cierto que la mayoría de las veces que arranca una liebre por derecho, que salta brava y arranca como una locomotora, recta desde el principio, con las orejas levantadas y tiesas, y el rabo en alto, esa, será un macho. Por el contrario, a veces vamos andando con cuidado mirando bien, y de repente, vemos a varios metros de distancia algo zigzaguear por entre las matas, una liebre como encogidica, agachadica y sin correr pero escabulléndose con prisas y sin hacer mucho viso, con las orejas pegadas al lomo, hacia atrás y que no arreará a correr hasta que esté a una distancia prudente entre ella y el cazador, pues esa, será hembra, y lo mas seguro, con tanta precaución y tanta cautela, que esté la pobrecica preñada. Por eso, lo de reportarse con estas liebres, lo de aguantarlas hasta que enfilen la carrera ya rectas y sin malicias y dejen de culebrear, de caracolear.
Y bueno, seguro que más adelante me acordaré de más cosas, pero bueno, aquí lo dejo ya.
Cuando yo me apunté al coto con 18 años y me hice con mi primera escopeta, vi el mundo abierto, no me lo creía, yo renací. Me podía ir a donde quisiera, sin servidumbres ni obligaciones ni compromisos para con nadie. Era un joven libre, completamente libre, y con miles de hectáreas para mí solo, jooooooooooder, vaya tela, tol monte pa mí. Qué ganas tenía de que llegase el día.
Empecé a salir a veces con algún amigo, o con varios, de los de los cepos y los rifles de perdigones, y que al día de hoy, formamos cuadrilla en el pueblo y salidas fuera al zorzal y al torcaz. Pero entonces, tenía necesidad en mi interior de probarme yo solo, de salir solo, de descubrir yo las cosas y lugares en donde nunca había pisado y de cazar las liebres de otra manera o igual a la que lo hacía bajo las órdenes de los mayores con los que estuve yendo años atrás, con el debido respeto a ellos siempre, pero tenía que volar solo, y ellos lo sabían y me dejaron ir, y me abrazaban cuando nos cruzábamos años después por el monte, y yo, como digo, tenía que aprovechar todo lo que me habían enseñado y que ellos habían compartido conmigo sin recelos ni guardarse nada, pero tenía que cazar en solitario y ver lo que yo era capaz de rendir y tal vez, de mejorar sus números. A si es que, con todo ese mundo por delante y sin nadie que me mandara nada, me lancé a la aventura en mi nueva etapa de cazador.
He cazado liebres en la huerta y en el campo, en sus bancales y sus perdíos, y en los llanos de barbechos y rastrojos del altiplano y de la Umbría, y en sus espartizales y en sus calveros. Y con terreno seco y calado. Por tos laos, jajajaja, con mejor o peor suerte, pero por tos laos.
Y vamos a la faena ahora que estoy solo, que se me olvidan las cosas si me distraen y luego ya no tiene remedio. Aqui sentadico solo frente al teclado del ordenador, me cunde un montón escribir.
EN LOS BANCALES DE CULTIVOS en el campo y en la huerta, dejaba el coche y empezaba en donde viese que habían labrado fino, o sea, que la tierra quedaba como pasada por una criba, fina, y lo hacía para buscar las huellas de las liebres, y esas manchicas blancas al lado de las cagarrutas o los moñigos, que son las meadas, y que las liebres dejaban en sus correrías nocturnas. Siempre las huellas las dejaban pegadas a los márgenes, a medio metro o así, parriba y pabajo, y las veía y las seguía, y ya tenía una referencia de por dónde empezar y a que perdíos dirigirme y meterme y que me conducían las marcas en la tierra. Ya en el perdío que más me motivara, empezaba por una punta, de lado a lado, acababa y me corría, con perdón, que me corría 4 o 5 metros a un lado, y otra vez a empezar, de punta a punta, así hasta llegar al final de la otra punta del perdío y daba por finalizada esa pieza de tierra, y a por otra. Vamos, que lo cuadriculaba casi y despacico pero sin entretenerme demasiado, iba agotando poco a poco el terreno donde se hubiese podido encamar una liebre.
Una liebre, entre bancales cultivados de árboles apretados, muy juntos, o zonas de huertas de mucho verde, buscará los perdíos secos abandonados que suelen haber, con mucha broza y pasto seco, amarillento y alto y algunos árboles secos caídos, y se pueden encamar en cualquier parte, a los lados cerca de los márgenes o en medio, por lo que tendrás que repasarlo todo meticulosamente o se te quedarán embrozadas en cualquier sitio, que en estos sitios no tienes referencias aquí o allá, ni senda ni camino ni veredilla ni nada que te indique una querencia o un lugar prioritario de escape o fuga para hacer el encame cerca de su escapatoria, que eso es vital para ellas, tener la huida prevista y encarada.
Otra cosa, cuando estéis en bancales escalonados donde los márgenes de tierra entre bancales están inclinados, como en un ángulo de 45 grados, y suelen tener 2 o 3 metros de altos o más, o en las paredes de las balsas de riego viejas y abandonadas, siempre coger los márgenes por abajo, nunca por arriba, y os explico. Tienen que ser bancales abiertos y de un tipo de arbolado poco tupido, ni que los árboles estén muy juntos ni sean muy altos, tipo espesos no, lo mejor higueras y almendros, que en invierno están sin hojas y dejan pasar el sol, y las liebres los toman muy a gusto y se solean dando a levante, al este, siempre, y sobre todo cuando hace mucho frío y caen esos escarchones del copón, ya te digo. En esos márgenes altos, los cogéis siempre por abajo. A veces, la gente va por arriba, porque así tienen mejor visión a la hora de disparar, pero aquí con la liebre y cazando en solitario y sin perro, no sirve. Con podencos sí, porque los perros tarde o temprano darán con ella y la levantarán, y desde arriba tienes más y mejor ángulo de visión y tiras mejor, pero si vas solo y sin perro, no es así, tú solo, tienes que ir por debajo. Y me explico. La liebre, irá cerca del margen buscando encamarse, porque es muy raro que se encamen en medio de un bancal, siempre lo hace cerca de los márgenes o caminos o sendas anchas. Para eso, se acercará al margen y se subirá un metro o así, y con las manos, empezará a hacer el hueco mirando ella al margen y lo que está haciendo, claro, tiene que estar mirando lo que hace, de cara a la pared, y cuando termine, se meterá y se acomodará con el culo hacia dentro y se quedará mirando al frente, o sea, hacia abajo y al frente para poder ver bien todo lo que se acerque. Si vamos por arriba, en ningún momento nos verá ni sentirá ni verá el peligro. Escuchará y sentirá las pisadas y tal, pero al no vernos, aguantará sin problemas porque ella confía en su camuflaje, en su mimetismo con la tierra y no saltará de la cama seguro, se quedará inmóvil y tú, pasarás de largo por arriba. En cambio, si vas por abajo, pasarás justo frente a ella, cara a cara con la liebre, y si vais muy cerca del margen, que tenéis que ir pegados al margen y de vez en cuando pasar el pie por alguna mata, mucho tendrá que aguantar la presión para no saltar de la cama cuando estéis frente a ella, a medio metro o un metro, mucho tendrá que aguantar que lo hará de 100 veces ninguna pasando tan cerca, pasando casi rozándola, porque ya te lleva tiempo sintiéndote, viéndote acercarte, y cada vez más cerca y más cerca, hasta que se sentirá descubierta y aquí ya no podrá aguantar más la presión y saltará de la cama. Siempre los márgenes altos y grandes por abajo si vais solos y sin perro, y despacio, despacio y mirando, que a veces las ves encamadas, o verás antes el montoncico de tierra que tienen enfrente de la cama y que no es otra cosa que la tierra que han sacado para hacer el agujero de la cama y eso, siempre las delata aunque no la hayas visto, que es lo más fácil, no verla a ella pero si ver el montoncico de tierra. Aquí las camas las suelen hacer justo debajo de una pequeña mata, una espartera pequeña, una piedra gorda en mitad del margen, un pequeño pegote de leña o un trozo de tronco o rama, pues debajo.
EN LOS BARBECHOS Y RASTROJOS, en el páramo y el altiplano, veía yo una gran inmensidad de terreno a batir, todo llano salvo algún morro o alguna mancha de monte entre las tierras de labor. Mejor, así estaba más tiempo cazando, no me faltaría ni tierra para buscar ni tiempo para emplear. Aquí es más fácil, tienes que ir siempre pegado a los márgenes, a 1 o 2 metros de ellos, porque las liebres se encaman siempre más cerca del margen que del centro, por el centro de los rastrojos o de los barbechos, es muy raro, de 100, una que lo haga así. Siempre pegaditas a los márgenes, y si ya tienes un camino que vaya rodeando la finca o mejor, por en medio de los bancales, ya eso es la ostia. Ya vas sobre seguro. Aquí, en terreno abierto, creo que la liebre está más pendiente de tener un buen terreno para correr que una mata donde camuflarse, porque la mata no le hace falta pero el camino de escape sí que lo tiene muy en cuenta. Sitio limpio para correr, y que mejor que un camino, una veredilla o una senda ancha ya hecha y pisada del paso de tractores y maquinaria agrícola. Pues eso.
Cuando vamos así, caminando al lado del margen, los rastrojos suelen ser grandes, y todo llano y limpio. Aquí, tenemos que observar si por en medio, en este caso, vemos una piedra grande, una matica en lo limpio, un pegote de leña, un trozo de tronco seco, una pequeña depresión del terreno, como un montón de tierra o un pequeño socavón que ha hecho la rueda de un tractor, todo lo que suponga un cambio a la vista de lo llano o normal, por pequeño que te parezca, pero que marca algo diferente, desigual con el resto del terreno que se ve, cosas así, eso es llamativo y lo toman mucho las liebres. Dicen que las liebres viejas, las que más saben, que se encaman arriba de un tejao si hace falta, y que se encaman por el centro de los terrenos grandes porque ya han sido muchas veces movidas y levantadas de los márgenes y de las orillas y terminan por aprender. En cambio, las liebres más jóvenes y las nuevas, su instinto las llama a los márgenes y a los encames cerca de caminos o similares y más en los márgenes de piedras o agrupaciones de piedras cerca de los caminos.
CALVEROS Y ESPARTERALES, más fácil todavía, solo hay que buscar entre lindes de monte con las tierras de labor, aquí las he cazado, otra vez cerca de los márgenes, pero decir que lo mismo me han saltado a 1 metro del margen en la parte de monte que del mismo margen a 1 metro en la tierra de labor, Los bancales de olivos me gustan mucho, y cuanto más separados los árboles, mejor, y las cepas de vino, o lo mejor, los almendros, que no sé que tienen pero son mano de santo para las liebres junto con las cepas. Siempre hay que buscar en donde el monte se junta con la tierra de labor, o sea, en los lindes, pues por ahí tenemos que ir andando.
SUELO SECO O MOJADO, en seco todo lo de arriba, más o menos, pero en mojado, con la tierra calada, he ido a buscarlas y aquí está todo ya más limitado. Cuando llovía el jueves o el viernes en el pueblo, ya me frotaba las manos. Liebre segura el sábado, que era cuando las cazaba. El domingo lo reservaba para las perdices. Las buscaba en los pedregales y en los márgenes de las viejas balsas ya en desuso o abandonadas. En muchos bancales de cepas u otros cultivos, que eran pedregales, había que quitar las piedras de la tierra para hacerla más mollar, y luego, esas piedras, se dejaban en montones por la finca, como digo, en pequeños o medianos montones distribuidos por toda la finca, que luego esas piedras servían para reforzar márgenes o para otros servicios. Aquí, tenías que buscar los montones de piedras que habían en las orillas de los caminos de la finca, porque estando el terreno embarrado, los animales solo tomarías los caminos, duros y casi secos y sin posibilidad de hundirse en el barro y donde se encamarían, otra vez, en lo seco, en las piedras o junto a ellas. Hay que pensar que si una liebre se metiese por el bancal, se enfangaría todas las patas y entre los dedos, el barro se haría una pelota y eso se endurece y se hace una bola, o como poco, se le queda en las uñas y entre los dedos, y para una liebre, eso tiene que ser como privarla de su máxima garantía y defensa una vez descubierta, la carrera, el llevar la carrera al límite para salvar su vida. Y para eso, necesita tener las patas en perfecto orden de revista. Buscar a lo largo de caminos de tierra poco usados en la finca, sendas anchas o veredas estrechas que cruzan los cultivos. Y no dejaros las paredes de las balsas, cuanto más viejas, rotas y abandonadas, mejor, y lo mejor, siempre la parte que da al camino y a levante, que se quedan ahí muy a gusto a solearse en lo seco o menos húmedo.
Y muchas anécdotas, que me acuerdo cuando el tío Hilario me decía, zagal, ve y toca la piedra aquella solitaria de allá en medio del bancal, o el pegote de broza o de leña solitario, y yo pensaba, joer, ya me está mandando otra vez, pero sabía el viejo zorro muy bien lo que se hacía y yo iba con la esperanza de que tuviese razón. O cuando se levantaba la liebre un poco larga, me decía no le tires, no le tires, déjala que no aborrezca el lugar ni la cama, que esa mañana está aquí si no la asustas y la malicias con los tiros largos o gritando. En el monte y en la caza, chiguito, jamás se grita, lo entiendes zagal, pues ea, vamos palante. Y nunca tires a una liebre larga, ni a ningún otro animal, pero a una liebre menos, déjala y mira lo que hace, que a veces la ves cambiar de dirección y parece que va a venir a ti, y así, esa se quedará por aquí cerca, y en cuanto nos vayamos, vuelve a su cama otra vez, a la misma o a otra cercana, fijo. Ves aprendiendo, zagal. Y otras veces, vaya panzás me daba a reírme por dentro cuando fallaba una liebre, de verlo maldecir, jajajaja, pero por dentro y sin que me viese, no fuera que me viese reírme de él y fuera a escalabrarme de una pedrá, jajajaja, que cabrón, que bueno era el jodío, y lo es, angelico, que está vivo, pero va en silla de ruedas, que lástima y que pena me da verlo así después de lo que le he visto hacer en el monte yendo a su lado. Y es que es muy mayor, que tendrá lo menos 90 ladrillos ni no los ha brincado.
Y voy a parar porque no terminaría nunca. Las anécdotas, lo que me faltaba. Y ya así de momento, no me vienen más pensamientos, de momento, claro, dentro de un rato, pensaré, coño, se me ha olvidado esto o lo otro, pero bueno, no pasa na. Yo ya paro aquí. Hay que ver lo que son las cosas, tantos años cazándolas para que me ocupe unos renglones na mas, jajajajajaja.
Un fuerte abrazo familia de cazadores y a todo el mundo rural, con mucho cariño. Llevamos todo el mes labrando y sembrando en el pueblo, en nuestro coto, para las perdices. Tractor y esparcidora de grano, mano a mano y parejos los dos. Ya iré contando algo, pero ha sido empezar a reponer los comederos, los bebederos y a echar trigo y mezcla en los bancales y caminos, sendas y veredas, que sirven para eso, y empezar a aparecer perdices hasta de debajo de las piedras, por tos laos, la ostia puta, en parejas muchas de ellas y en manojos importantes también, que en uno de los comederos volaron el otro día más de 20 perdices, más, que barbaridad, como saben a donde acudir.
Me voy, que he oído ruido por la casa y eso es que ha llegado la mujer.
Buenas tardes. Espero que os haya entretenido un ratico.
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