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Frank
Joder Morralero,por todo lo que te estoy leyendo llego a la conclusión de que no fué tan raro de que a mà me arrancase
la liebre a 2 metros de mis pies para mi sorpresa del viñedo y recuerdo que fué sobre las 13.30 del mediodÃa y hacÃa
un sol de justicia.
De todas formas leyéndote se puede coger alguna noción pero éstas cosas donde realmente se aprenden es con años de
experiencia junto a alguien entendido del tema como tú y sobre el terreno de juego y no delante de un ordenador.
Un saludo.
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Morralero
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Paco Fernandez
JOIOOO ME ESTAS HACIENDO DISFRUTAR Y BABEAR LEYENDOTE COMO LO HACIA EL AMIGO PACOTACO. GRACIAS
Ha sido un placer Paco.
Te he leÃdo que vas sin perro. Pues toma nota de lo de los márgenes, compañero, a ver si para la próxima temporada te sirve para bien lo que yo hacÃa.
Hace varios años que no mato ninguna ni las busco, claro, para qué. Estamos en números muy bajos en el coto y hemos dado la orden de no tirarles, que lástima, con lo que me he divertido y las que he cazado. El año pasado levanté una liebre, preciosa, que me saltó a un par de metros de un margen alto, que estaba yo bordeando una vieja balsa por si se habÃa quedado alguna perdiz en las paredes, para que veas. Agarró la carrera recta por el viejo camino de tierra a galope tendido, hasta que a unos ciento y pico metros, giró a la izquierda y se metió por un bancal de almendros. Le podrÃa haber disparado 4 veces, qué guapa, los orejones to tiesos en alto, qué hermosura y buen viaje amiga, que tengas suerte, le dije, jajaja jajaja.
Pero llevo años asÃ, levantó una por temporada a lo sumo, dos un año, o lo más normal, ninguna. Ya ves.
Bueno Paco, un abrazo.
Ieeeee Frank, que una liebre te salte a 2 metros, es lo normal, y a menos. Te salta cuando se siente descubierta, si no, no salta nunca. Es mi parecer.
También, no te saltan a esa distancia, que a veces casi la pisas y pasas de largo y te las comes. Ellas se confÃan a su mimetismo, es su genética, su instinto, aguantar. A veces, por aguantar tanto, han habido perros que las han mordido en las camas. Es lo que hay.
Desde luego, tienes razón cuando dices que estas cosas se aprenden con los años, pero hoy, es raro que un cazador goce del privilegio de vivir y poder mantenerse en un entorno rural, del privilegio de ser joven y poder echar muchas horas cazando detrás las rabonas todos los fines de semana y en un buen coto accesible y cercano.
Yo me crié en el pueblo, muy feliz con mis cosas, que dedicaba todas mis horas de ocio al campo, hasta que mi padre pensó que estaba más campero y más asilvestrado de la cuenta y me mandó al internado, a los Hermanos Maristas, a la capital, a Murcia, para que me domaran y me volvieran a la civilización antes de que me perdiese para siempre.
Me amaestraron, sÃ, jajaja, y me convirtieron en un hombre de provecho, como me decÃa mi padre, o sea, que acabé el BUP, y algo más, para salvar la emboscada y las circunstancias, pero en mi pensamiento, estaba el campo y el cabrón de mi tÃo, mi hermano mayor como yo le decÃa, cazador y que estaba siempre en el campo y yo me iba con él y me pasaba los fines de semana haciendo las mil cabronadas de todos los colores.
Decirte que estudiaba a saco para que no me castigaran los curas los fines de semana sin salir y asà poderme ir los viernes por la tarde al pueblo hasta el lunes a las 7 de la mañana que nos llevaban a varios hijos incomprendidos del pueblo de vuelta al redil.
Ni que decir y que con el debido disimulo, porque a mi padre no le hacÃa ni puñetera gracia, que yo me las apañaba para irme con mi tÃo al campo, a poner cepos, lazos a los zorros con el guarda del coto, a sacar a pasear los hurones y como te digo, muchas más cosas que antes estaban bien y hoy no se pueden de contar, jajaja.
Pues eso.
Tener la suerte de poder cazar las liebres en la puerta de tu casa, sábados y domingos, sin control ni horarios ni mierdas, a tu libre albedrÃo, durante años y con gente excepcional, eso, no tiene precio, pero lo peor, es que hoy es imposible, hoy, se vive de otra manera, se ha perdido el encanto de aquella libertad.
Yo salÃa de la escuela de pequeño, y bajaba a mi casa cruzando el campo, yo y todos mis amigos, juntos, y buscábamos nidos de paso, y apedreábamos los perros asilvestrados que nos amenazaban y al llegar a la casa, tirábamos los libros y cogÃamos los bocadillos y otra vez al campo. Y eso, creaba adicción a esa forma campera de disfrutar. Y al hacerte mayor, de otra manera, seguÃas necesitando estar pisando el campo, es asÃ. Hoy, esto ya se ha perdido salvo en pequeños terruños rurales, pequeños pueblos donde cada vez menos, se ven niños corriendo y jugando con libertad e inocencia descubriendo todo lo que la naturaleza le brinda virgen y sin ninguna suciedad ni trampas, sino, limpia y clara de verdad. AsÃ, se maman estas cosas, y se continúan y se aprenden.
Lo que yo te he contado, es la verdad, nunca os mentirÃa. Por supuesto que las liebres me burlaron, me burlan y me burlarán siempre, faltarÃa más. Pero yo ya no las cazo, ya no les disparo, y si alguna me salta ahora, la miro con nostalgia y le deseo todo lo mejor. Y es que hay muy pocas, mucho. Ya no las cazo.
Un saludo.
