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Balística de armas lisas: disparo, retroceso y anticipación

Balística de armas lisas: disparo, retroceso y anticipación

Enviado por Tuslances.com el 04-07-2014

En una situación de caza, la densidad del plomeo, directamente dependiente del choke, resulta determinante. Sólo una correcta anticipación permite dar en el blanco.
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Para obtener el máximo rendimiento de un arma es importante el conocimiento de la balística

Después de haber analizado el desarrollo del plomeo, metro a metro, veamos cuáles son las relaciones entre éste y el cañón de la escopeta. El tiro útil depende de la densidad del plomeo, que se traduce, en la práctica, en el número de perdigones que se concentran en la zona del blanco. Los factores balísticos que influyen en este fenómeno son múltiples y es muy importante que el cazador conozca sus principios generales, para orientar lo mejor posible su elección en relación con las distintas situaciones de caza.

Plomeo y cañones

Ya hemos evidenciado la gran importancia del estrangulamiento del cañón o choke; cuanto mayor es su valor, mayor es la densidad del plomeo. También es necesario subrayar que, contrariamente a la opinión de muchos cazadores, en esta relación la longitud del cañón de la escopeta no tiene ninguna influencia, sino que lo que es verdaderamente indicativo es el tipo de estrangulamiento del cañón.

Otro elemento condicionante es el calibre; a igual choke, el tamaño de la elipse en la que entran los perdigones sigue siendo idéntico, pero la cantidad de perdigones presentes se encuentra en relación con el calibre del cartucho. Con un calibre 12, por ejemplo, el plomeo tendrá la misma amplitud que el que se obtiene con un calibre 16, pero este último resultará menos denso.

En una comparación entre los distintos calibres, los menores obtendrán el mismo alcance (tiro útil) que los mayores sólo con un significativo aumento del valor del choke, lo que ocasionará un plomeo muy denso y restringido, que requiere una mira bastante precisa (al ocupar los perdigones un espacio muy limitado).

El disparo

Cuando se aprieta el gatillo, el martillo golpea la cabeza del percutor, el cual, a su vez, se abate sobre el pistón del cartucho; esta acción, que se produce en pocas milésimas de segundo, provoca el encendido de la pólvora. En la fase inmediatamente sucesiva, en el interior del cañón se verifica un fenómeno, denominado "desarrollo de presión", debido a la liberación de los gases que, con su fuerza, determinan un repentino aumento de la presión en el interior del cañón.

Los obstáculos a esta fuerte presión (el taco, el peso de los plomos y la envoltura del cartucho) son fácilmente superados y los perdigones avanzan por el cañón de la escopeta. Durante este recorrido se verifican otros fenómenos balísticos internos que se pueden sintetizar en la expresión "aceleración de carga", que sin considerar los rozamientos, es directamente proporcional a la presión. La capacidad volumétrica aumenta y, al mismo tiempo, se produce un veloz descenso de la presión a medida que el plomo avanza. Además, cuando los plomos salen por la boca de la escopeta, se libera también la onda sonora causada por la expansión en la atmósfera de los gases; se trata del fenómeno conocido como " detonación".

El retroceso

La sensación física que acompaña a estos complejos fenómenos balísticos es el retroceso, a través del cual la escopeta descarga en el hombro del cazador toda la energía cinética que provoca la explosión del cartucho.

El peso de la carga (de 30 a 40 gr) es unas cien veces inferior al de la escopeta (de 3 a 4 kg). La misma relación, en líneas generales, es la que subsiste entre la fuerza de la carga en la boca del cañón y el retroceso; es decir, este ultimo es unas cien veces menor que la presión que se crea en la parte opuesta de la escopeta.

En este fenómeno balístico, el peso de la escopeta y la carga del plomo determinan la fuerza del retroceso; en un arma pesada, por ejemplo, se advierte menos el retroceso.

De cualquier modo, la sensación de retroceso es siempre subjetiva, es decir, varía según cómo se coge la escopeta y según sea la conformación física del tirador, aunque es indudable que una pólvora "vivaz" provocará siempre un mayor retroceso que el que determina una pólvora menos progresiva.

En las armas semiautomáticas, el retroceso siempre es menor que en otros tipos de escopetas, ya que el sistema de resorte y la misma movilidad de las partes internas del arma tienen una gran función de amortiguación; en las armas que funcionan con toma de gases, la válvula compensadora, que descarga en el exterior el gas sobrante, aligera notablemente el retroceso del arma.

Desde el punto de vista balístico, el retroceso se divide en dos fases: un primer momento, muy breve, en el que la escopeta es impulsada hacia atrás unos pocos milímetros, y una segunda fase en la que el arma prosigue el movimiento por inercia, coincidiendo con la expulsión del plomo por el cañón.

El levantamiento

Este fenómeno está estrechamente relacionado con el retroceso: el eje de la escopeta y del cañón, bajo el efecto del impulso que recibe el arma en el momento de la explosión de la pólvora, se levanta hacia arriba.

Todo ello puede tener una influencia significativa en el tiro, aunque buena parte de los perdigones estén ya fuera del cañón en el momento en que se produce el levantamiento. De cualquier forma, se trata de un movimiento respecto al eje ideal de tiro. En la superpuesta se manifiesta hacia arriba, mientras que en la yuxtapuesta o paralela tiene un efecto lateral a causa de la distinta posición de los cañones. Pero si el efecto del levantamiento no perjudica mucho al primer disparo (el plomo viaja ya hacia el blanco), se hace sentir -cuando es consecutivo- en el momento del segundo tiro.

La anticipación

La balística de las armas lisas tiene como único objetivo, obviamente, alcanzar el blanco. El conocimiento de los elementos que influyen en ella sirve para que los perdigones encuentren la pieza que se mueve rápidamente, es decir, para calcular en una fracción de segundo la anticipación necesaria.

Si la escopeta se sitúa con los elementos de mira en eje con el blanco, el disparo que se efectúe en aquel instante logrará proyectar el plomeo de perdigones hasta aquel preciso punto; pero sumando todos los tiempos –mecánicos y humanos- necesarios para el disparo, el plomo llegará tarde respecto al paso de la pieza por un punto determinado.

Alcanzar un blanco en movimiento no es fácil, pero es posible con la anticipación correcta

En consecuencia, y mediante un cálculo instintivo, es preciso dirigir el plomeo delante del punto en el que se presume que se encontrará el blanco cuando llegue el plomo. Este cálculo es complicado y lleno de variantes: el tiempo de reacción cerebro-gatillo, los tiempos de encendido del cartucho y de expulsión del plomo, los tiempos de recorrido de la distancia escopeta-blanco, etcétera; y todo ello en función de la velocidad y la dirección del blanco.

En la práctica, tirar al punto justo resulta un factor automático e instintivo; con un mínimo de experiencia y después de algunos errores inevitables, se logra disparar acertadamente de modo espontáneo, dando la justa anticipación y sin detener el movimiento de la escopeta. Es imposible proporcionar fórmulas seguras, porque cada situación de caza y cada tipo de pieza son distintos, por lo que son indispensables la experiencia y la rapidez de reflejos.

 


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