Agosto y la media veda
Enviado por Tortolero el 31-05-2014
Agosto, ese mes en el que el cazador vuelva a tener a flor de piel sus instintos básicos. Agosto tiene algo especial para los cazadores, es el mes en el que tras un periodo de inactividad vuelven a pisar el campo, y como no, con agosto llega la Media Veda. La media veda es ese periodo que le devuelve al cazador la ilusión por volver a practicar esa forma de vida tan bella, que une estrechamente al hombre con la naturaleza.
El cazador, desde que se cerrase la veda allá por el mes de febrero, ha soñado cada noche con este momento. Durante este tiempo de inactividad cinegética ha intentado aislarse y concentrarse en otras tareas para que la espera se hiciese más corta. El aficionado va contado los días , y la tensión va en aumento. De repente, se le ponen los nervios a flor de piel y ese cosquilleo en el estómago esperando esa fecha mágica, el 15 de agosto. Previamente, el cazador ha salido al campo para ver cómo ha ido la cría de las especies, se ha vuelto a reunir con sus compañeros de cuadrilla, y allí están, un año más esperando el desvede.
Los días empiezan a hacerse eternos, y es cuando comienzan los típicos comentarios de bares y armerías; - “ me han dicho que en tal sitio han sembrado girasol y hay unos jabardillos de tórtolas que hacía más de veinte años que no se veían “, - “ pues yo ayer estuve en la vega del río y hay cada bando de torcaces que nubla el cielo “. Cuando se oyen estos comentarios se pone el corazón a cien y no sabes que hacer para que el tiempo pase más deprisa. En cada rato que tienes sales al campo para ver si es verdad lo que se dice por el pueblo, y cada tórtola que ves te saca una sonrisilla.
Van pasando los días y llega el momento de ir a hacer una visita a la armería para adquirir material, y allí ya es cuando no puedes más. Gente hablando de caza por todos lados, es como si hubiesen salido cazadores hasta de debajo de las piedras, cazadores estos reprimidos durante el periodo de veda y que ahora están desbocados.
El tiempo pasa y por fin llega el día de antes de la apertura. Te levantas muy temprano, sobresaltado. Ese día se hace eterno, los minutos no pasan, y por fin llega la tarde, momento de reunirse con los compañeros y deliberar donde se va a inaugurar la temporada, y es aquí donde está la “ problemática “ de cada año. Empiezan los comentarios; - “ a mí me da igual, vamos donde digáis “ – “ venga fulanito, di donde vamos, que él año pasado elegí yo “. Así se pasan las horas muertas, ya no hay prisa, el momento ha llegado. Es tiempo de preparar los arreos. Sacas del armario la escopeta, aquella con la que has cazado toda la vida y preparas el collar y la correa del perro. Mención aparte merece el perro. Estos animales pare que intuyen cuando empieza la cacería. Vas a última hora a echarle de comer y casi a “ quedar “ con él para el día siguiente. Empieza a saltarte a tu alrededor, está más activo que de costumbre. De repente se sienta y se te queda mirando, él también sabe que mañana es el gran día.
Te acuestas temprano, para intentar así quitar los nervios, tarea casi imposible, sabes de sobra que no vas a pegar ojo imaginando una y mil veces los lances. Te quedas traspuesto, y sin darte cuenta son las cinco y suena el despertador. Pegas un brinco de la cama y te vistes a toda velocidad, coges el equipo y vas a por tu fiel compañero, el perro. Como no, él ya te está esperando preparado.
Vas a toda velocidad al punto de reunión y ya están allí tus compañeros, y se oye “ ¡ venga chiquillo que cuando lleguemos al campo es de día ¡ “ durante el camino al cazadero vas pensando si ya habrá alguien allí, llegas y ¡ milagro ¡, no hay nadie. Es aún noche cerrada y no aguantas más, te vas hacia el puesto, ese que llevas ocupando el primer día desde que tienes memoria. Esos momento son interminables a la vez que indescriptibles, empieza a amanecer y ahora sí, una nueva temporada ha comenzado.
Estas en unos girasoles en la vega del río y empiezas a distinguir ese olor inconfundible a chopera en verano. Casi sin darte cuenta te pasa la primera tórtola a toda velocidad y no te da tiempo ni a encarar. Se empiezan a escuchar los primeros tiros y distingues la silueta de las torcaces aproximarse, tienes el corazón a mil, te llegan y pam pam, falladas. Avanza la mañana y empiezas a darte cuenta que las expectativas no se van a cumplir, palomas y tórtolas te la han vuelto a jugar. Sabes que es tontería enfadarse porque la caza es así.
Tus compañeros no aguantas más y se van, pero tú, cabezón, decides quedar a plan de sol toda la siesta y ves como poco a poco empiezan a entrar palomas y tórtolas y comienzas a disfrutar. La tarde se va acabando y decides recoger, es entonces cuando te quedas embobado viendo el atardecer, y te repites a ti mismo, ¡ Qué bonita es la media veda ¡
Tortolero
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