Tuslances.com - Caza y Pesca

Tu espacio de Caza y Pesca en internet


Volver Volver al índice

Mi primer lance, mi primer error

Mi primer lance, mi primer error

Enviado por Javier_C el 31-05-2014

Corría el año 1994, y en la zona donde he crecido desde mi niñez hasta mi adolescencia, empezaban a verse en caminos y regueros, los primeros rastros de jabalí. Era una especie que según mi tío José, apenas se veía ni de lejos por allí, y en esos tiempos era raro que pudieran asentarse en la zona.
1624 Visitas
Compartir en Whatsapp

De lo que os voy a contar ahora, hace ya como 22 años más o menos. Empezaba mis primeros pasos en este arte intentando aprender, al menos de palabra, de personas de las que creía que podía sacar algo positivo y de ello nutrirme. Mi conclusión a día de hoy es que la teoría está en los libros y en las escuelas y nada tiene que ver lo que te ordena el cerebro con lo que luego ejecutan tus manos.

En ese tiempo empecé a cazar con una semiautomática Browning B80 nueva de trinca que me regaló mi padre como respuesta a unos intensos años de estudio bien aprovechados.

Corría el año 1994, y en la zona donde he crecido desde mi niñez hasta mi adolescencia, empezaban a verse en caminos y regueros, los primeros rastros de jabalí. Era una especie que según mi tío José, apenas se veía ni de lejos por allí, y en esos tiempos era raro que pudieran asentarse en la zona. Tal y como llegaban, estaban unos días y luego se marchaban como hacen ellos, sin hacer el más mínimo ruido.

Solíamos salir a campear los perros las mañanas de los Domingos y cada semana que transcurría, más rastros observábamos.

Decidí entonces que prepararía para el Sábado siguiente, un aguardo nocturno con algo de luna como luz natural, y un invento casero añadido aportando luz artificial a la escena. Mi “invento”, consistía en dos pilas de petaca de 4,5V colocadas en serie y alimentadas a una bombilla de tipo linterna de 2,5v, previo taladro de mi linterna por la “retaguardia” y accionado por un interruptor de aquellos caseros. Si sois un poco inteligentes podéis intuir que ese interruptor iba atado a la caña de mi repetidora, la linterna atada bajo el cañón, y las dos pilas de petaca en mi bolsillo derecho. Todo bien adaptado y encintado en el arma, dejando el interruptor de accionamiento lo mejor posicionado a mi pulgar de mi mano izquierda. Imaginaos el haz de luz que emitían las dos pilas con aquella pequeña bombilla, aunque corría el riesgo de poder fundirla si estaba demasiado tiempo encendida. Total, si debía encenderla sería por unos instantes y aguantaría bien…

Todo mi artilugio preparado para ese Sábado, llegó esa tarde-noche y me dispuse a salir hacia mi puesto elegido.

Anocheciendo ya, elegí un cruce de caminos bastante querencioso y amplio. Estaba cubierto por grava blanca y me favorecería ese color del terreno ya que de noche y con poca luna, habría por lo menos mejor contraste. Justo en medio de ese cruce de caminos, había un pequeño charco formado por las últimas lluvias caídas. Cómo no, cerquita del charco estaban estampadas las firmas de los cochinos en forma de huellas.

A unos ocho metros del charco, la orografía del terreno me ofrecía un relieve de monte junto a unos postes de alta tensión. Ese sería mi sitio de espera. Controlaba el cruce con sus caminos y si aparecían por uno de ellos, tendría posibilidades de hacerme con alguno.

Me coloqué y lo primero que hice fue cargar el arma con tres balas Legia Brenekke y acto seguido probé el funcionamiento de la “linterna de alta potencia”.

Todo parecía estar en orden a la espera de que alguno de los de la “trompa recta” le diera por aparecer por aquél lugar a saludarme. Apagué el foco de luz artificial y me quedé apostado con la luz natural que me ofrecía esa noche.

A la media hora de colocarme escuché un ruido procedente de mi flanco derecho. Parecía como un pequeño trote que se escuchaba cada vez más cerca. Observé una silueta sin identificar que entró al cruce justo detrás del pequeño charco. Me encaré la escopeta y encendí el foco. Apareció ante mis ojos un hermoso tejón europeo que no detuvo su ritmo de marcha ni incluso cuando lo tenía iluminado. Cruzó por el medio y desapareció entre la espesura del monte. Apagué la linterna y continué esperando mi oportunidad.

Al cabo de tres cuartos de hora de pasar aquél tejón, escucho, a mi espalda, un ruido de partir palos secos que me pone en alerta. Casi convencido de que aquello era más grande, se viene acercando hacia mí por detrás. En ese momento pensé que mi colocación en el puesto no era la más adecuada ya que esperaba a que me entraran de frente o de lado, pero nunca por la espalda. Detrás de mí tenía mucho monte y apenas podía ver nada y mucho menos la posibilidad de disparar.

Me quedé inmóvil y creo que ni respiraba.

En muy poco tiempo, muy poco, lo escucho ya a dos metros detrás de mí apareciendo por mi derecha y el bicho preparado para saltar por el terraplén al cruce de caminos.

Se para el mamón a escuchar la noche y levanta el hocico. Podía verlo perfectamente. Yo quieto y con la escopeta en guardia baja y con el cañón encarado a mi izquierda, y el cochino parado a mi derecha. Ni me había detectado.

Dudo en si moverme y tirarlo a quemarropa o ni moverme y esperar a que baje al cruce.  Seguía parado como al lado mío como si fuera mi perra en una postura zorzalera. Fueron treinta segundo muy largos y en ese momento el jabalí, sin pensárselo, se tira por el barranquete de unos dos metros para aparecer en el cruce de caminos. Al mismo tiempo que el cochino inicia la marcha, levanto la escopeta, enciendo el foco y lo busco. Encuentro al jabalí a unos ocho o diez metros de mi frente perfectamente iluminado y al verse encandilado por la luz, se para mirando de frente hacia mí.  Era un cochino de unos 60 Kg bastante negro.

Apunto a la paleta y le suelto el primer balazo de la noche.  Al efectuar el disparo veo la deflagración de pólvora incendiada y lo que fue peor para mí. El humo.

Me quedé totalmente “ciego” debido a esa neblina iluminada por el foco y perdí de vista al marrano. Pasarían cinco o seis segundos hasta que ese humo se esparció un poco y lo poco que pude ver es cómo el jabalí buscaba cobertura rápidamente. No me dio tiempo ni a dispararle por segunda vez y escuché, durante bastante rato, cómo el bicho se perdía hasta que me quedé yo sólo, sin ruido, con mi foco apagado, mi escopeta con dos balas en la recámara y todavía nervioso por lo ocurrido y preguntándome cómo pude fallar ese jabalí tan cerca, tan parado, y tan bien iluminado.

A día de hoy, cuando paso por allí veintidós años después, todavía me acuerdo de aquél momento. Por dónde entró, por donde pasó, dónde se paró, dónde le disparé

Y por dónde se marchó. Aún así no creo que tenga un lance tan bonito como ese en toda mi vida. Todavía lo sigo esperando.

¡Bendita juventud. Buenos Lances! 

 

Javier_C


1624 Visitas
Compartir en Whatsapp

No hay comentarios

Escribe un comentario



Los comentarios aquí publicados no reflejan de ningún modo la opinión de Tuslances.com. Este blog se reserva el derecho a eliminar los mensajes que no considere apropiados para este contenido. AVISO: La IP de los usuarios queda registrada, cualquier comentario ofensivo será eliminado sin previo aviso.

Este espacio tiene unos criterios de moderación independientes a Tuslances.com y a sus foros públicos, serán los editores de este espacio los responsables de las acciones de control de los comentarios de este canal y será a ellos a los que habrá que realizar las reclamaciones que sean oportunas.



Utilizamos cookies propias y de terceros para mejorar tu experiencia y nuestros servicios analizando la navegación en nuestra web. Si continúas navegando, consideramos que aceptas la Política de Cookies x