Las especies cinegéticas y las condiciones climáticas
Enviado por Tuslances.com el 20-12-2012
Las condiciones climáticas desempeñan un papel determinante en la vida de las especies cinegéticas. En los lugares en los que los equilibrios naturales han sido modificados, las condiciones climáticas afectan tanto al ejercicio de la caza como a la gestión del territorio.
La humedad
Las presas estacionales de pluma, como los faisanes, las perdices, las codornices, etc., son muy sensibles al clima húmedo. Es bien sabido que el índice de mortalidad de las crías es muy alto si en el momento de la puesta de los huevos llueve o hay mucha niebla; también los adultos sufren con un exceso de humedad, especialmente en los lugares en que no existe ningún abrigo natural contra la lluvia. Si la liebre puede adaptarse a un período muy lluvioso, no puede decirse lo mismo del conejo de monte, que, por el contrario, es muy sensible a la humedad, como también sucede con las crías de los ungulados, particularmente corzos y ciervos.
La humedad primaveral y estival constituye una amenaza para los animales pequeños.
Las situaciones más difíciles se producen siempre en los periodos de reproducción; es suficiente un violento chaparrón para matar a un gran número de crías que todavía no están preparadas para afrontar la intemperie. Tal vez por este motivo, en la naturaleza los nacimientos se producen generalmente en primavera, de modo que los primeros meses de vida coincidan con condiciones climáticas más favorables.
La sequía
En las últimas décadas, en muchas partes de Europa se han producido excepcionales períodos de sequía, que han ocasionado unos niveles extremadamente reducidos en ríos y lagos.
Todos los animales salvajes viven en estrecha dependencia del agua, un elemento absolutamente esencial para ellos, cuya falta puede perjudicar seriamente sus condiciones de vida.
Por consiguiente, en las condiciones de sequía grave se hace necesario preparar y abastecer abrevaderos específicos para las especies de caza.
El frío
Junto con la humedad, éste es sin duda el principal enemigo de la fauna salvaje. Muchas especies carecen de recursos para afrontar el frío de los inviernos, y si se trata de especies migratorias, éstas abandonan apresuradamente el territorio.
Pero las especies sedentarias no tienen esta posibilidad, y si una nevada excepcional (o peor aún, primaveral) cubre el terreno, los animales más débiles ya no encuentran la comida necesaria y se ven condenados a sucumbir.
En consecuencia, el frío es la causa directa de numerosas muertes, y la falta de sustento es la causa indirecta; si el terreno está helado, una perdiz pardilla empleará todas sus energías en buscar la comida, que no logrará encontrar; de esta manera, corre el riesgo de perecer de inanición.
Ciervos y corzo salen del paso royendo la corteza de los árboles, los jabalíes desbaratando los cultivos agrícolas; pero los más débiles, si el clima es riguroso durante largo tiempo, no sobreviven. También las anátidas temen el hielo y si no se interviene en su ayuda no logran sobrevivir.
La nieve
La ley española y las leyes autonómicas de caza contemplan precisas disposiciones acerca del comportamiento que el cazador debe adoptar en caso de nieve. En el largo elenco de prohibiciones, se lee que no se puede cazar en los llamados “días de fortuna”, uno de ellos es cuando la nieve cubre de forma continua el suelo.
Esta disposición se presta a interpretaciones subjetivas, especialmente por la cantidad de nieve necesaria para que la temporada de caza se clausure. Más que la ley, intervienen entonces la lógica y la ética cinegética, que ponen un freno a esta actividad cuando las posibilidades de defensa del animal se ven comprometidas.
Esta prohibición no afecta a algunas zonas de alta montaña, donde la nieve es un elemento absolutamente normal.
Las condiciones meteorológicas
Las especies de caza modifican sus comportamientos según el tiempo y la temperatura; a su vez, el cazador deberá adecuarse a los distintos comportamientos adoptados. En un periodo lluvioso es inútil buscar a los animales en los prados abiertos y en los lugares de pasto habituales, dado que en esos casos los animales prefieren permanecer en los lugares más abrigados.
Para las especies migratorias, los elementos de mayor importancia son la temperatura y el viento. Las grandes perturbaciones pueden interrumpir drásticamente un flujo migratorio; pero cuando el tiempo vuelve a ser tranquilo, vuelven a emprender masivamente su viaje. Por ello, los “viejos” cazadores eligen para sus jornadas de caza los días que siguen a un periodo de mal tiempo.
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