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La montería española

La montería española

Enviado por Tuslances.com el 01-12-2012

En definitiva, se trata de una gran batida de jabalíes y venados, pero revestida de ciertos vestigios tradicionales que la convierten en una modalidad única y exclusiva de España.
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Antaño se conocía por montería a cualquier modalidad de caza mayor. Existen muchas definiciones de la palabra montería, pero desde la Edad media prácticamente todas ellas coinciden al considerar a la montería como el arte de practicar cualquier tipo de caza mayor. Las especies sobre las que se practicaba la montería entonces eran todas. Desde el lobo y el oso, pasando por jabalí, ciervo, macho montés, rebeco y corzo.

Alfonso X “el Sabio” encargó un gran libro sobre la montería, que al parecer fue escrito por Alfonso XI, gran aficionado a la caza. Esta obra magna, de gran extensión y profundidad, analiza la situación cinegética de los que entonces eran los mejores montes españoles –algunos de ellos continúan siéndolo casi mil años después-. Es curioso leer que en la mayoría de los montes españoles, desde Asturias hasta la sierra de Cádiz, y desde Cataluña a Galicia, eran buenos montes de “porco e oso”, como dice el autor refiriéndose al oso y al jabalí. También habla de otras especies de caza, pero en ningún caso identifica a lo que él llama “montería” con lo que hoy significa este término.

La montería actual

La montería procede de las sierras del sur de España, fundamentalmente de los montes de Toledo y de sierra Morena. En definitiva se trataba de idear un sistema que permitiese cazar a los ciervos y jabalíes que habitaban en los bosques mediterráneos de las sierras españolas. La montería es, pues, una batida como las que se practican en Francia –battue-, pero aliñada a la española y con una serie de detalles muy particulares.

El terreno en el que se caza en la montería se conoce con el nombre de “mancha”, y su extensión depende en gran medida del número de puestos que la vayan a cubrir, así como del número de perros que van a batir la misma.

Al contrario que en la mayor parte de las batidas, en la montería los cazadores armados no se sitúan en una línea de tiro solamente, sino que rodean toda la mancha. A las líneas, formando un rectángulo, de cazadores apostados rodeando la mancha se les llama “armadas o cierres”. Las armadas o cierres se apostan en lugares estratégicos donde la visibilidad sea mayor y se tengan mayores y mejores  probabilidades de tiro.

También es frecuente que se dispongan líneas de escopetas dentro de la mancha rodeada por las armadas. Estas líneas de escopetas se denominan “traviesas”, y su función, además de disparar a los animales, es la de provocar que la caza no permanezca en la mancha y salga hacia los puestos de las armadas. A primera hora de la mañana, tras degustar unas sabrosas migas, que constituyen el desayuno tradicional de a montería, se celebra el sorteo. Se trata de asignar los puestos a cada cazador. Antaño no había sorteos y se situaba a los mejores tiradores en los mejores puestos, ya que la montería era una caza menos individual y más de conjunto, y la filosofía que imperaba era cazar lo más y mejor posible, independientemente de a quién le correspondiera la oportunidad de tirar.

Normalmente cada armada o traviesa tiene su nombre y cada puesto su número. Una vez llevado a cabo el sorteo se procede a cubrir los puestos, comenzando por las armadas y terminando por las traviesas, ya que de hacerlo al revés se correría el riesgo de que los puestos de las traviesas levantaran caza al colocarse, que se saldría de la  mancha antes de que estuviese cubierta o cerrada por los puestos de cierre.

Los perros

Otra de las particularidades de la montería es que la suelta de los perros, una vez que están cubiertos todos los puestos, no se hace temprano. Ello se debe a dar el tiempo suficiente a las reses para que se encamen. Muchas mañanas de invierno, los jabalíes, y sobre todo el cervuno, permanecen ramoneando más tiempo del debido y si se ocupan los puestos demasiado pronto se puede echar a las reses de la mancha. La suelta de los perros se suele hacer habitualmente alrededor del mediodía.

Los perros son una de las partes más importantes de la montería, ya que son los encargados de levantar a ciervos y jabalíes de sus encames y dirigirlos hasta los puestos. Esto parece fácil, pero los bosques mediterráneos son a menudo impenetrables y tanto ciervos como jabalíes tienden a dar vueltas entre la maleza y el matorral sin intención de salir al tiradero de los puestos.

En los bosques caducifolios del norte de España o de otros países de Europa, la caza mayor tiende a recorrer mucho más terreno que en el bosque mediterráneo, cuando es levantada, y es más fácil moverla de las proximidades de sus encames.

Las rehalas

Los perros de la montería van agrupados en “rehalas”. Cada rehala está constituida por aproximadamente veinte perros que son capitaneados por el rehalero o perrero. Antaño, el rehalero iba provisto de trabuco y caracola; el trabuco para animar a los perros en los momentos culminante, y la caracola para servirles de referencia cuando deseaba reunirlos tras una carrera, o bien al final de la montería. Estas costumbre se van perdiendo poco a poco, sobre todo la del trabuco, aunque todavía muchos rehaleros hacen uso de la caracola.

La raza de los perros de las rehalas suele ser variopinta, aunque los cánones dicen que deberían ser podencos, o bien podencos cruzados con mastines. De este cruce se aprovecha el olfato y la ligereza del podenco, combinados con el peso y la fuerza del mastín a la hora del agarre. Las rehalas de hoy llevan perros de todas clases, con tal de que tengan un mínimo de afición por la caza mayor. Por fortuna todavía quedan muchas rehalas que se mantienen fieles a las normas clásicas y la mayor parte de sus perros son podencos, o bien podencos cruzados con mastines.

Los perros de las rehalas clásicas, de hace un siglo, como los que llevaba a montear el ilustre cazador extremeño Antonio Covarsí, eran de dos tipos: podencos y alanos. Los podencos hacían la función de “busca” o “punteros”, es decir, les correspondía el trabajo de localizar a lasa reses y levantarlas de sus encames. A sus ladridos los batidores soltaban a los alanos, fuertes, chaparros y excepcionales perros de presa, que una vez alcanzado el jabalí lo agarraban hasta que llegaba el batidor y lo remataba a cuchillo. Por desgracia el alano fue dado por desaparecido hasta hace muy pocos años, en que unos entusiastas han hallado una pequeña cepa de alanos en una zona de la Cordillera Cantábrica. Gracias a sus desvelos todo parece indicar que el alano vuelve a nuestros montes como ocurrió hace un siglo. Al parecer son perros excelentes dotados de una gran afición a la caza y que no solamente agarran, sino que también sirven para buscar.

Ciervos y jabalíes

Normalmente, la montería comienza con la suelta de las rehalas, aveces desde lugares bien diferentes. Al poco tiempo de haberlas soltado se suelen producir las primeras ladras. Se trata de las primeras reses que han levantado los perros. El corazón de los monteros se encoge ante la emoción que supone el esperar que de un momento a otro puede entrarte a la carrera un ciervo o un jabalí en tu puesto. En ese aspecto juega un papel preponderante el aire. Dependiendo de cómo se hallen situados los puestos, habrá armadas que estén venteando, es decir, que el viento introduce sus emanaciones olorosas dentro de la mancha.

Ello, que no es perceptible para el hombre, es extraordinariamente influyente para los animales salvajes, capaces de percibir la presencia de un cazador venteando a cientos de metros. Por ello, se suele tirar mucho más en aquellos puestos en los que el cazador recibe el aire de frente.

Pronto comienzan a sonar los primeros tiros, que suelen tirarse a los venados. Estos tienden a recorrer más terreno y a zorrearse menos que los jabalíes, aunque también lo hacen. El cazador debe estar absolutamente inmóvil, ya que ciervos y jabalíes avanzan cautelosamente escuchando y olfateado constantemente. En ocasiones rompe una piara entera de jabalíes en un puesto, con la natural emoción del cazador que en muchos casos se precipita de tal modo que n consigue acertar a ninguno.

La seguridad

Es importante mantener unas mínimas normas de seguridad en el tiro, ya que, además de los propios compañeros de armadas, la mancha se halla llena de batidores y de perros, y nunca se debe tirar hacia un lugar en el que no haya absoluta seguridad de no herir a nadie. Es frecuente dejar heridos a ciervos y jabalíes. El montero prudente no se mueve del puesto hasta que la montería esté bien finalizada, y entonces podrá seguir el rastro del animal herido e intentar cobrarlo. El montero debe hacer gala de mucha serenidad, ya que también pueden entrarle animales a los que no se pueda disparar, como corzos, jabalinas con rayones, ciervas, o varetos.

Otro aspecto importante es no moverse del puesto hasta que se esté convencido de que ha finalizado la montería. Por una parte hay peligro de que otro cazador le confunda con una pieza, y por otra, los últimos momentos, sobre todo en las monterías en las que hay mucha caza, suelen ser muy buenos, ya que todos los animales que han permanecido zorreados aprovechan para salir huyendo de la mancha y pasar por los puestos.

Cuidar la mancha

Para que las monterías tengan éxito hacen falta muchos más cuidados de los que uno se puede imaginar. En primer lugar las manchas se reservan de tal manera que se deben cazar como mucho una vez al año, y mientras tanto, es decir 363 días al año, las reses permanecen tranquilas. Por otra parte la guardería se debe preocupar de que la caza de la mancha posea alimento y bebida suficiente durante todo el año, por ello no es raro que se construyan bebederos, e incluso que se habilite comida supletoria para ciervos y jabalíes. Estas fincas que se cuidan con tanto esmero son una perita en dulce para los furtivos, que si pueden conseguirlo hacen su agosto en poco tiempo. Por tanto es fundamental una labor de guardería eficaz durante todo el año para que el día de la montería los resultados sean aparentes.

Costumbres tradicionales

La montería española tiene una solera y una tradición como pocas modalidades de caza la tienen en Europa. Baste decir que existe un léxico propio de los monteros, así como una forma de vestir particular en las monterías.

Sin embargo, en los últimos años el afán por montear se ha generalizado y se han perdido muchas de las costumbres y ritos que caracterizaron a las monterías durante muchos años. Se recomienda leer los libros del gran Covarsí para que el cazador pueda paladear todo el sabor añejo de lo que fue la montería.

Entonces los monteros partían a caballo, a veces varios días antes de la cacería, los suficientes para llegar a la zona, estudiarla, elegir la mancha y la estrategia a seguir. Había un capitán de monterías que dirigía toda la operación sin que nadie osase discutir su autoridad.

También viajaban con los monteros las llamadas “escopetas negras”, que se ponían en zonas estratégicas, generalmente venteando, con idea, más que de tirar ellos, de interrumpir el paso a las reses para que buscasen otra salida en donde estuviera alguno de los puestos.

Una costumbre que se mantiene es la del “noviazgo montero”. Se considera “novio” a todo aquel cazador novicio que abate su primera res. Cuando esto ha ocurrido se le otorga un titulo de montería, pero antes deberá pasar por una prueba que consiste en una farsa de juicio en la que el novio deberá afrontar toda una serie de duras y desagradables pruebas, como por ejemplo ser rociado con la sangre y las vísceras de la pieza que ha abatido.

Monterías de hoy

Actualmente ya no se tira con escopetas desvencijadas sino que para las monterías se utilizan los más modernos rifles, provisto o no de visores telescópicos. Son frecuentes los rifles de semiautomáticos y los rifles de cerrojo provistos de visor. También se usan, aunque en menor medida, los rifles express y las escopetas con bala.

La munición empleada en montería está sujeta a distintas teorías. Parece que últimamente se impone la de aquellos que aseguran que a una pieza, en movimiento y difícil de acertar, para no tener el riesgo de dejarla herida se le debe disparar con calibres muy gruesos. Los calibres 30.06, 7 mm RM y 300 son calibres muy utilizados, aunque hay gente que emplea calibres aún mayores.

En la actualidad se montean con frecuencia fincas cerradas. Lo cierto es que cuando las armadas están pegadas o muy cerca de la tela metálica el resultado queda un tanto deslucido en relación a lo que han sido las monterías clásicas, en fincas abiertas. Es posible, además, que algunas ciervas se enganchen en la tela metálica y en esas circunstancias, con frecuencia, se producen agarres de perros.

Hay mucha gente que quiere montear y por ello en los últimos años han proliferado las monterías comerciales, cobrándose precios a veces disparatados por un puesto. Los resultados pueden ser también espectaculares, abatiéndose en ocasiones varios animales por puesto, incluyéndose también otras especies introducidas, como muflones o gamos.

De cualquier modo, la montería española continua siendo una tradición que apasiona a los cazadores españoles e impresiona a los extranjeros. Labor de todos es que ese espíritu clásico y añejo no desaparezca tampoco en las generaciones venideras.

 


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