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La caza del kaban, jabalí gigante asiático en las moreras de Tayikistán

La caza del kaban, jabalí gigante asiático en las moreras de Tayikistán

Enviado por Tuslances.com el 05-05-2012

Esta cacería nació de una conversación mía, en pleno invierno, con los cazadores tayicos en la que malinterpreté lo que me intentaban comunicar con mímica y las poquísimas palabras que conocen de inglés, pero no me arrepiento de haberla realizado. Es más, al finalizarla los cuatro cazadores presentes quedamos que pasaba a ser una cacería fija en nuestro calendario anual de salidas internacionales a los cochinos.
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Caza jabalí Tayikistán

Por Arturo de Onís Sanz [www.deonissafaris.com]

País:

Tayikistán. Capital Dushambe

38°33’N / 68°48’ E

Datos:

Idioma: Tayiko y ruso

Superficie: 143.100 km²

Población: 6.878.637 habitantes (2010)

Densidad: 48 hab/km2

Forma de gobierno: República

Moneda: Somoni (1 somoni = 0,16 euros)

Huso horario: UTC+5

Prefijo telefónico: +992

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Mi pasión por los cochinos me ha llevado a cazarlos en todos los continentes y con todos los sistemas posibles. Es un animal muy inteligente que se adapta a todo tipo de terreno y de situaciones y siempre es un reto de alto nivel para el cazador. Con la comida es realmente versátil, aprovechando siempre al máximo las posibilidades alimenticias que le brinda su zona de campeo. Normalmente come de noche, aunque a veces esta regla se puede alterar. En algunas zonas en las que la presión humana sobre ellos sea nula, y en las que la noche con sus heladas no les permita hozar, los veremos remover el terreno de día en las praderas. Esto es lo que ocurre en las montañas tayikas en invierno. Los grandes kabanes, así los llaman, campean y hozan de día por las laderas y la caza es un rececho puro de alta montaña, exactamente igual que si cazásemos rebecos. De hecho, los recechos se realizan en las mismas laderas donde viven los uriales y los markhores.

Antecedentes

En enero de 2011 realizamos esta cacería de rececho y al iniciar las subidas a caballo por las laderas, en la parte de abajo de los valles, pasábamos cerca de unos grandes árboles frutales, sin hojas y cubiertos de nieve. Los cazadores tayicos me explicaban, por señas, que en verano los cochinos bajaban a comer los frutos de esos árboles. A base de mímica me explicaban que entraban muchos y muy grandes. Me decían que para matar grandes bolshois –así llaman a los machos viejos- era la mejor época. Cogí el calendario de mi teléfono móvil, se lo enseñé, me indicaron el mes de junio, fijamos los días de luna llena y promesa de que volvería. Las fechas eran un poco anteriores a San Juan, y mi mente asimiló los frutales y estas fechas a las peras de San Juan, e interpreté que los árboles eran perales. Al regreso a Madrid llamada a 'los que se apuntan a un bombardeo' siempre que el animal sea cochino, les explico que nos vamos a poner morados matando kabanes en los perales y, como siempre, dicen que adelante y que saque los billetes.

El doce de junio salimos para Dushambe. Tenía razón en que el sitio donde íbamos no era elegante, aparte de 'elegante' es 'cazador todoterreno' y a la vuelta somos mucho más amigos que antes. Los trámites de entrada en el aeropuerto fueron sencillos, sin tan siquiera mirarnos las armas, y la expedición del visado fue curiosa ya que nos tocó hacerla a nosotros mismos. En la oficina de visados el funcionario local, muy solemne como en todas las ex repúblicas soviéticas, nos indicó que preparásemos nosotros mismos los papeles. Para ello había impresos, papel, fotocopiadora, tijeras y pegamento. En el impreso teníamos que pegar una foto de nuestra cara, que no teníamos y no había 'fotomatón'. La solución era sencilla: sacar una fotocopia del pasaporte (en blanco y negro, ya que la fotocopiadora no era en color), recortar con las tijeras y pegar con el pegamento. La verdad es que en el documento no se nos reconocía pero el funcionario lo dio por bueno, lo firmó con gran solemnidad, nos cobró cincuenta euros y para adentro.

El viaje al cazadero se realiza en dos etapas. Primero realizamos una travesía de tres horas en turismos por las destrozadas carreteras tayicas, esquivando constantemente los innumerables burros que aparecían en todas las curvas. Logramos llegar con sólo un atropello a un burro, con pocos daños al vehículo. Es increíble la cantidad de burros que hay en este país, los utilizan constantemente para transportar agua, leña y personas. Este exceso de burros, que nos hizo estar todo el viaje por carretera asfaltada (por definirla de alguna manera) en tensión, nos sacaría de un serio apuro, como luego relataremos.

Finalmente llegamos a un pueblo con un concurrido mercado, y allí cambiamos a los irrompibles todo terrenos UAZ rusos. Lo que ya es para nota es lo de las gasolineras. La gasolina está en bidones abiertos, se coge en una especie de cubo con un embudo soldado y se hecha por el embudo. A todo esto todos los paisanos locales fumando entre los bidones y tirando las colillas.

Caza jabalí Tayikistán

Cruzando un río a bordo de uno de los indestructibles UAZ rusos

Después del traslado de todos los bártulos a los UAZ, proseguimos dos horas más ascendiendo por el cauce de un río para llegar a la zona de caza. Estos valles están muy poblados y la llegada de cuatro extranjeros genera gran expectación. Cuando les explicamos que íbamos a cazar kabanes, animales impuros para ellos, no lo entienden y piensan que estamos mal de la cabeza, pero son muy hospitalarios y todo el mundo coopera. No salen de su asombro y nos preguntan de dónde venimos. Cuando les decimos que de España, ninguno de los presentes sabe dónde está ni ha oído nunca hablar del país de donde salen los 'locos que cazan kabanes'. Son gajes del oficio, y yo también, muchas veces, me pregunto si no tenían razón ellos y estaremos locos. 

Caza jabalí Tayikistán

Los tayikos del mundo rural comen tumbados en colchonetas

Moras por peras

Por la tarde hicimos una prueba de los rifles –en la que tuvimos más espectadores que en un partido de fútbol de segunda división–, y nos enteramos de cómo es la caza que íbamos a hacer. Es la primera vez que cazadores deportivos llegan allí para cazar kabanes por la noche y hay que 'consensuar' con los cazadores locales cómo y qué vamos a hacer. Por señas nos explican que ellos nos llevan a los frutales donde entran los cochinos y que piensan pasar allí toda la noche. Lo de preparar el puesto lo dejan a nuestro criterio, y con cada uno de nosotros se quedarán dos guías. Ellos confían mucho en nuestro 'saber cinegético cochinero' y en nuestras armas. Dicho y hecho, cada uno coge sus bártulos, incluyendo el saco de dormir, y a los perales. Nos llevan en tres coches pero vamos todos juntos, en un recorrido común, valle abajo.

Llegamos al primer grupo de frutales, nos bajamos y resulta que no son perales, sino moreras. Mis amigos empiezan a mirarme con incredulidad y con mucho cachondeo me sueltan... «pues si que te enteras tú bien». Las moreras son muy grandes y el suelo estaba plagado de grandes moras blancas. Después de aclarar si había otro tipo de fruta allí en esa época, no había más que moras y lo de las peras era fruto de mi imaginación calenturienta. 

Caza jabalí Tayikistán

Moras blancas, grandes y jugosas. No es de extrañar que sean un manjar para los jabalíes

Ninguno de los presentes había cazado cochinos de espera en las moreras, pero analizando la situación llegamos a la conclusión de que tenían que entrar a comer. Sabíamos, por la cacería previa de enero, que en aquellas montañas había muchos cochinos y la única comida que había en el suelo eran las sabrosas moras. Eran blancas, las probamos y estaban buenísimas, muy dulces. Pensando con mentalidad de jabalí tenían que ser un manjar. La hierba alrededor de las moreras era muy alta, pero debajo de ellas estaba arrasada y el suelo limpio, como una plaza de toros. Sólo había las muchísimas moras que habían caído durante el día.

Caza jabalí Tayikistán

Detalle de la hierba bajo las moreras de las moras blancas

Nos dejaron a cada uno en un paraje diferente, elegimos el sitio para hacer la espera y con la ayuda de los locales preparamos el puesto y los bártulos para pasar la noche. En las montañas el aire suele ser franco y la única discordancia era que los tayikos querían poner el puesto a tiro de escopeta y nosotros de rifle. Al final nos hacían caso y con elegir un sitio en el que no pudiese entrar la luz de la luna y con el aire de cara ellos preparaban el puesto con ramas y hierba en el que tapaban con mucho esmero todos los agujeros.

Caza jabalí Tayikistán

Uno de los puestos para la espera, con las moreras al fondo

De espera

He cazado muchos cochinos de espera, pero reconozco que no es la modalidad que más me apasiona. Cuando pasan un par de horas y no entra nada me empiezo a aburrir y parece que el reloj se ha parado. El planteamiento de los tayikos de pasar toda la noche en vela me parecía excesivo, pero siempre me adapto a lo que me plantean los expertos locales, así que me tumbé en mi saco con la intención de armarme de paciencia. Yo pensaba que los cochinos tardarían en entrar, pero estaba equivocado. Entre dos luces ya me entraron dos cochinos, eran muy grandes pero hembras. Mis guías en seguida me decían por señas que «no shoot». Me gustaba el puesto y con los cazadores locales nos entendíamos bien, pero al hacerse de noche empecé a darme cuenta de que lo de tirarlos en buenas condiciones iba a ser más difícil de lo que pensaba al principio. Fuera de la morera la hierba estaba muy alta, tapando las siluetas de los cochinos cuando entraban, y además se movían muy deprisa para llegar a la comida. Lo que veías era una 'sombra' que entraba deprisa en el área donde estaban las moras. El problema era que en cuanto entraban debajo de la morera pasaban a moverse lentamente, la sombra era absoluta y no se veía nada. Las moreras son muy grandes, muy tupidas, y la luz de la luna no conseguía penetrar debajo. Varias veces nos pasó que entraba el cochino, estaba debajo comiendo un buen rato, salía, se iba y no lo podíamos tirar porque nunca le conseguimos poner la cruz en su sitio con la luna.

Caza jabalí Tayikistán

Un típico grupo de moreras en las que todas las noches entran los kabanes

A mí me pasa un fenómeno curioso, que no sé si les pasara a otros cazadores, que es que cuando estoy intentando ver un animal de noche por la lente, sin ninguna ayuda, o lo veo al principio de mirar o al poco tiempo enfoco peor y no veo nada. Tengo que dejar de mirar, descansar la vista, y vuelta a empezar. Alguna vez, en su lento deambular comiendo debajo de la morera, se ponían en el borde y entonces los veías inmensos, pero siempre con la cabeza abajo. El problema era saber si era macho o hembra, ya que con la hierba no veías la parte de debajo de su silueta, ni el pinganillo del pene que los delata como machos. Al final ,si están solos y son grandes tienes muchas posibilidades de que sea macho, pero casi nunca tirabas con la certeza de saber que era un bolshoi.

La próxima vez que vayamos llevaremos miras con infrarrojos, pero en esta ocasión sólo teníamos linternas. Yo pensaba que estos cochinos aguantarían bien la luz, ya que nunca antes los habían molestado por la noche, pero estaba equivocado. Al echarles la luz salían como cohetes, metiéndose en la hierba a toda velocidad. No soy capaz de entender que en España algunos cochinos aguanten la luz y aquí, que nunca les han puesto la luz de un foco encima, no aguanten absolutamente nada. Después de dos o tres intentos fallidos pase a echar la luz al suelo, levantaba ésta poco a poco para llegar al kaban… y más de lo mismo, estampida y otro que se va sin tirar. Con la linterna sólo conseguí tirar media docena de ellos y quedarme con dos. Otros ni pude tirarlos o los fallé.

Entraban otros animales a las moras, osos y puerco espines. Los osos son pardos y bastante grandes. Aquí de nuevo pasaba lo opuesto a lo que yo pensaba. En Rumania y Canadá he echado la luz a los osos, pardos y negros, y no se aguantan nada. Aquí les eché la luz, pensando que saldrían a toda velocidad y ni caso, seguían comiendo moras. Alfonso Ginés intentó sacarles fotos con el flash, que no salieron bien por estar los osos a treinta o cuarenta metros, pero aguantaban sin mosquearse hasta el fogonazo del flash.

Está claro que los animales no se comportan igual, aunque sean la misma especie, en diferentes lugares del mundo. Siempre me gusta entender por qué pasan estas cosas, y le busco una explicación, pero a veces no se la encuentro. Es lo apasionante que tiene la naturaleza y la caza, cada día ves cosas nuevas que te sorprenden.

Conforme iba pasando la semana íbamos aprendiendo y aprovechábamos mejor los lances. Jugábamos nuestras opciones por etapas, primero intentar tirarlos con luna debajo de la morera o en algún momento que salían al borde. Si en un tiempo prudencial esto no era posible, encendíamos la luz e intentábamos tirarlos a la carrera, lo que no es fácil ya que los rifles tenían el trípode abierto y la linterna incorporada. El problema era que nuestra primera intención de comprobar si era un buen macho antes de disparar quedó reducida a 'grande, te arreo, mediano para abajo no te tiro', pero había que tomar la decisión en décimas de segundo. Esta técnica de tiro rápido implica que la precisión en el disparo no es buena, y a veces no cobrábamos cochinos que se nos iban pegados.

Eclipse de luna y otras anécdotas

El problema de depender de la luna es que no todas las noches la hay. De las cinco noches que estuvimos puestos, en dos de ellas tuvimos nubes y en otra nos llovió copiosamente, por lo que no se veía nada. Otro suceso curioso que nos ocurrió fue la noche del quince de junio, que comenzó con una espléndida luna y a media noche empezó a perder luminosidad. Cada vez se veía menos, hasta que nos dimos cuenta de que se estaba produciendo un eclipse lunar, que llevó el resto de la noche a una falta de luz que no nos permitía tirar. También es mala suerte, pues este tipo de fenómeno ocurre cada muchos años y nos tuvo que tocar a nosotros en los únicos cinco días que teníamos para estar en esas montañas.

Caza jabalí Tayikistán

A la izquierda, el burro de mi ayudante local cruzando un río de fuerte corriente, y Alfonso con el 'pura sangre español' que le tocó en el reparto de equinos

El acceso a las zonas de moreras empezó muy cómodo, llegando con el todoterreno la primera noche, pero cada vez se fueron animando más y subíamos más arriba en las montañas. Para ello utilizábamos caballerías, algunos a caballo y otros en 'mini burros'. A Alfonso Ginés le tocó el mini burro, y una noche tenía que cruzar un río que se llevaba a su elegante caballería. Era de noche y hacía frío, pero los tayicos se desnudaron y con las botas y la ropa en la cabeza, tirando del burro, cruzaron el río. Alfonso hizo lo mismo, para ir y para volver, pero al día siguiente estaba con fiebre y se quedó dos noches sin salir a cazar, metido en su saco de dormir. Está claro que los habitantes de las montañas tayicas son más duros que los visitantes de ese 'país de locos' que nadie sabía dónde estaba. Lo de acceder a zonas cada vez más lejanas y altas nos llevó a un paraje en el que por la mañana, en la ladera de enfrente, vimos dos markhores jóvenes. Los cazadores tayicos estaban empeñados en que los matese; me presionaban poniendo cara de pena y diciéndome que «papá, mamá, gran papá...», todos sus familiares, los comían. Con gran disgusto aceptaron mi negativa a tirarlos, pero es increíble que hagan esfuerzos inhumanos para intentar abatir una hembra, o lo que sea, de markhor o urial, con escopetas antiquísimas y pasen al lado de un cochino con exquisita carne y no se les ocurra arrimarle un tiro. Es la doctrina que más me gusta del Islam y espero que les dure, ya que por eso existe la cantidad de cochinos que hay en esas tierras.

Caza jabalí Tayikistán

Los cazadores locales recargan su munición en unas viejas vainas de latón de origen ruso.

El UAZ irrompible

Al tercer día propusieron que dos de los cuatro cazadores se desplazasen a otra zona en la que había muchos cochinos, pero no se podía volver a descansar a la casa y el día tendrían que pasarlo tumbado en cualquier sitio. El elegante , y Paco Gozálvez se apuntaron y consiguieron meter todos los archiperres de caza y acampada en un UAZ, más los cuatro cazadores locales y el conductor, en total siete personas. Si no lo veo no lo creo, pero lograron encajarse y partieron a media mañana valle arriba. Antes de llegar, no sé si por el sobrepeso o por la antigüedad del todoterreno, se partió una trasmisión. Lo que no sabían es que ya llevaba partida otra e iba sólo traccionando con un eje y ahora estaba parado sin poder andar. La perspectiva no era muy buena, tirados en medio de las montañas de Tayikistán, sin cobertura en los teléfonos móviles y a mitad de camino entre la casa y el cazadero. Yo siempre digo que aunque lo veas muy mal hay que confiar en los locales, y que todo, por muy complicado que lo veas, se arregla. Enseguida empezaron a aparecer chavales locales, atraídos por la curiosidad de los extranjeros, y en cuanto se enteraron del problema se ofrecieron a ayudar a llevar toda la impedimenta. Dicho y hecho, empezaron a traer burros, cargaron todo y los últimos kilómetros andando pero sin peso. La caza en esa zona era muy abundante, entrando constantemente cochinos y osos, pero Paco y  no paraban de preguntarse cómo volverían. El segundo día apareció para recogerlos el UAZ, andando perfectamente y con todas sus trasmisiones funcionado. La solución fue sencilla: el chofer buscó un coche similar roto y oxidado en una casa de la zona, y le compró al antiguo propietario las dos trasmisiones que necesitaba. Las desmontaron de la vieja chatarra, las montaron en el vehículo roto y a seguir andando hasta que se vuelva a parar. A todo esto, cada veinte kilómetros paraba a echarle agua porque tenía la junta de culata quemada; vamos, una joya, pero nos llevó y nos devolvió a la 'civilización'. A la vuelta a la ciudad tienes que tener cuidado porque aparecen espontáneos, con maleta incluida, que se intentan montar. Nos tocó llevar hasta una cabra que mandaban de regalo para el abuelo.

El resultado final fue de dieciocho machos cobrados. También cobramos media docena de hembras, tiradas por error, así como varios kabanes heridos y algunos fallados que no cobramos. Teniendo en cuenta que éramos cuatro cazadores y que perdimos varias noches por las nubes, lluvias, eclipse lunar, enfermedad de Alfonso, etcétera, es un resultado excepcional, para ser en abierto. El tamaño de estos bolshios tayicos y de sus colmillos es espectacular, no tienen nada que ver con los cochinos europeos. Si hubiésemos llevado cuatro rifles con visores de infrarrojos el resultado hubiese sido mucho mejor, pero eso lo comprobaremos el año que viene, en el que volveremos sin ninguna duda. Ya os lo contaremos. CyS 

 

Magmadulo cortando el morro. Se ponen guantes para no tocar el kaban ni por equivocación

  

Caza jabalí Tayikistán

Alfonso Ginés con uno de sus espectaculares trofeos

 

Caza jabalí Tayikistán

Arturo con un cochino que por la noche perseguía a los perros de una casa cercana a donde aguardábamos.

 

 

* Reportaje cedido por la revista “Caza y Safaris”


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  • #1 Diego

    Hola, No se cómo llegué acá, no estoy a favor de su práctica pero leí el reportaje e intenté verlo desde su perspectiva, sólo quería saber si alguien me podría explicar qué es lo placentero de matar un animal? No lo pregunto de forma irónica, sólo me gustaría entender lo que piensan. Saludos

    19/09/2017 20:21

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