Ha hecho un día sofocante y encima, esta mañana me han colocado en un puesto mirando al oeste, por donde supuestamente toda la semana entraban los torcaces y cruzaban un enorme barbecho que tenía a mis espaldas en dirección a unas pequeñas lomas donde detrás, habían cultivos de hortalizas y cosas así junto a un comedero y que era un sitio bueno.
Como era de noche, pues nada, los bultos al suelo y a esperar que Dios amaneciera para empezar con los preparativos.
Cuando ha salido el sol, he montado el puesto y ya a esperar.
El traqueteo no se hizo de esperar, claro, detrás de las lomas y al rato empecé a mosquearme. Estaba en un sitio donde había un pequeño barranco al borde de mi puesto y pensé que los palomos de pico que tirase, me tocaría bajar a por ellos y el corte de tierra suelta que había, muy pronunciado, no me invitaba a confiarme mucho, pero bueno, si acaso, los dejo pasar y les tiro de culo. Y por lo que vi, los palomos se ve que pensaron que me podría deslomar de subir y bajar el barranco y decidieron proteger mi salud pasando a una altura digna de la Patrulla Águila cuando hacen exhibiciones con sus aviones de combate.
En fin, pocos, pocos palomos me pasaron y tiré dos cajas y me toqué los huevos, caí 4, todos vivos y uno fué a parar a 200 metros en un pequeño bancal de enormes matas y otro enfrente, después de girar casi 180 grados y caer al otro lado del barranco, donde habían unos pollizos de olivos más intrincados que las selvas de las películas de Vietnam. Otro en el barranco y otro en el barbecho, de ala, que tuve que correr detrás de él como un panoli para cogerlo a más de 100 metros.
Para entonces, estaba yo que echaba lumbre. El Sol ya cogiendo altura y dándome de pleno, y yo sudando como un pollo, y cambié el puesto hacia el este y metí unas matas arriba para taparme la cara del sol, y nada, algún palomo suelto y por las nubes.
Me llama un colega que estaba a 100 metros y pico y me dice que ha llamado al tío y que se ha cagao en el copón y que pasará en media hora a ver como nos ha ido y que por la tarde que nos lleva a otro sitio, que pensaba que estábamos tirando bien. Pues nada, a todo esto, las 11 y media pasadas.
Llega y nada, que qué cosa más rara, que los palomos son una lotería y que los hijoputas de un día pa otro, se mosquean y cambian la ruta. Y que la culpa la tenía el aire que había cambiado hoy, y que nos puso ahí pensando que era mejor sitio que donde vimos hace días, que era donde había uno de los comederos. Bueno, vamos a ver qué pasa ésta tarde, que tenemos esa finca para toda la temporada y no es plan de discutir porque la finca es grande y buena ... y nos ha costado una pasta. En fin, habrá sido por el cambio de aire. Ahí lo dejo y nos vamos pal restaurante.
Llegamos a comer, unas cervezas congeladas para refrescarnos y jamón y queso manchego a discreción, y mi compadre que una botella de vino, un reservica de Protos y cordero a la brasa. Y no te pases pidiendo que nos vamos rápido que no nos cojan la vez y al sitio del agua. Comemos, café y gintonics, fumamos en la terraza y arreando al sitio sin entretenernos.
Conforme íbamos en el Lan Rover, le decimos que eso del sorteo de puestos que cómo cojones los ha hecho, que allí a oscuras, na de na, y dice que él lo hace pensando en los grupos, y que de las 4 cuadrillas que hay, unos 20 y tantos, nos empareja y ya está. Y que no nos preocupemos, que hay una cuadrilla del norte que ya no bajan más, y otra, de valencianos, que lo mismo. Y que ahora, ya podemos elegir y podemos subir los días que nos salga de la polla, sábados y domingos y ponernos a placer. Bueno, eso es verdad. De momento, vamos a ver cómo se desarrollan los acontecimientos ésta tarde, porque palomos hay. La sencilla pero exquisita comida manchega nos ha levantado el ánimo y hemos cogido fuerzas e ilusión, sobre todo yo, que estaba al borde de la decepción. Le decimos que nos lleve al agua, y que vale, y nos dice de ponernos en un alto muy suave con grandes pinos, que detrás a un par de centenares de metros está el riachuelo y yo le digo que sí, que pare ya que nos bajamos. Nos bajamos los 4, y nos ponemos rápido por allí. Mi colega, de la mañana llevaba 7, muy bien matados, altos, muy altos, que los dejó fritos al primer tiro, seguramente porque es un fanático y un devoto del plato, que tiene montón de copas y trofeos de tiradas, y es muy muy bueno en tiros así, y que me provocaron cuando lo veía bajarlos, una inseguridad y unos nervios grandes porque yo no estaba haciendo nada, no les pegaba y no puse 2 estrellas porque no quería cambiar para peor. Los otros 2 colegas, enfrente de nosotros a 300 metros, números parecidos a los míos.
Y aquí, sí, aquí ya me vi más cómodo y más relajado. Y no había hecho más que dejar el bolso en el suelo y meterme en el bolsillo derecho un puñado de cartuchos del 7 y en el bolsillo izquierdo otro puñado del 6, cuando veo una silueta entrar planeando por la copa de un gran pino y encaro a la salida y entre los dos pinos lo dejo caer seco al primer tiro. Vaya por Dios, menos mal, ya pensaba que hoy era el peor tío de la Tierra. Y al poco, entra otro alto y lo dejo al primer tiro otra vez. Y así, otros 2 más y un tercero bien pinchado que lo remató mi compadre. La cosa prometía y aquí, yo me defiendo como gato panza arriba, estoy seguro y templado, pájaros a distancia media, algunos largos, pero es un tiro más bien rápido, por las copas de los pinos, aquí sí, como a las perdices, que te dejan poco tiempo para pensar. A mí, esos palomos que los veo de lejos venir, que me ofrecen demasiado tiempo para pensar, no me gustan, y menos si van altos y cruzados, no me van. Donde me defiendo, es con tiros que no pienso mucho, veo el pájaro, lo encaro, lo adelanto y disparo, así, sin más que esos segundos suficientes para juzgar el tiro y punto. El año pasado, y con toda humildad, me pasó que la mayoría de perdices que tumbé, todas levantadas en asomadas y en bajos, las derribé al primer tiro. Eso sí, ya sé que cuando las cosas salen bien y ellas se dejan, pero hay tiros que antes de disparar ya sé cómo van a acabar. Luego, hay otras situaciones donde ya no tan tan seguro. Un lugar de querencia de torcaces, bien tapado y donde los torcazos te cumplan, sueles tener unos porcentajes altos, muy buenos. Y la tarde se las prometía. Y vaya que sí. Tiramos todos bien, yo sobre todo en mi pequeño alto, al lado de una mole centenaria, un pino con una piel y unos brazos que me hizo relajarme y pensar en lo que me gusta cuando cazo, en lo bonitas que son las tierras que tenemos en nuestra Patria, paisajes que se quedan en mi retina para siempre, muy iguales todos pero muy diferentes, como los de mi tierra murciana, el pasado domingo, donde siempre tengo el sentimiento de no cazar sólo aunque no haya nadie a mi alrededor, siempre se me pone la piel de gallina cuando cazo los torcaces a puesto fijo y de repente, escuchando las chicharras, noto como algo y me vuelvo y no hay nadie ni nada detrás, pero yo he sentido algo. Será el apego a la tierra o a lo mejor algún viejo cazador que ha vuelto del otro lado a pasar un rato viendo cazar a un compañero.
Esas cosas me pasan, vaya por Dios, y las disfruto mucho, que le vamos a hacer. Cuanto mayor se hace uno, más tonto se vuelve con estas cosas. Y en éstas estaba, cuando me gritan y me dice mi compadre que qué cojones hago, que me lleva un rato voceando y que nos vamos pal pueblo, que queda un trecho bueno y que no lleguemos como el domingo pasado a las 11 de la noche.
Un gran día compañeros. Y nada, ya pensando en el sábado que viene. Ésta vez, mi sitio ya está rifado. Volveré al lado del viejo pino, a su sitio, le haré una nueva visita, compartiré con él unas horas y espero aprender algo de su sabiduría. Cuántos cazadores habrá observado en silencio semejante árbol, cuanto habrá visto madre mía.
Y aquí pongo ésto con el permiso de Milano, jajaja jajaja jajaja jajaja, ya que no veo nada de media veda por ahí.
Buenas noches a todos.
