En mi caso, no necesito ninguna motivación. Es necesidad, una necesidad vital para mà de respirar monte, de andarlo, de verlo, de olerlo, de tocarlo y de sentirlo, esto es, la necesidad de acudir irremediablemente a la cita, esa cita que tan acertadamente D. Miguel Delibes bautizó como "la llamada del campo". Y se escucha y se siente, vaya que sÃ.
Y creo que no se puede amar lo que no se conoce. Creo que esto empieza a temprana edad y de lo que te vas impregnando desde pequeño y durante toda tu vida. Y desde que puedes disponer de tu tiempo libre y hacer uso de tu libertad de movimientos, y sin saber porqué ni necesidad que nadie te empuje o te obligue a ello, aparece en tà una curiosidad por descubrir otro mundo y los secretos que guarda. Y ya empezamos con 8 o 9 años, unos niños y unas bicicletas, a subir al campo y a recorrer todos sus rincones buscando respuestas a nuestras inquietudes.
Y asÃ, continuamos unos años hasta motorizarnos. La moto, nuestra o prestada, nos brindó la oportunidad de un acceso más rápido y cómodo a lugares más alejados, el monte y la sierra.
En el monte, levantamos nuestras primeras perdices y sentimos el estruendo de su violenta arrancada.
En la sierra, vimos nuestra primera águila perdices, el primer búho real y la primera hegagrópila, y un gato montés en las grietas de roca de un brutal cortado en lo duro de la sierra, por el que sigo pasando 40 años después todas las temporadas, cuando me quiero medir de tú a tú con las perdices más bravas, más ariscas y más duras, sin trampas ni miserias, cuando siento la necesidad de verlas y de medirme de verdad, piernas y pulmones contra perdices de verdad, en su terreno. Y zorros, muchos zorros veÃamos, y como anécdota, me gustaba cribar la tierra de los pasos y sendas más querenciosas que bajan de la sierra al monte, y dejaba la tierra fina y mollar para volver unos dÃas después y ver las huellas y saber qué bichos bajaban por ahÃ. Y les ponÃamos lazos al zorro con éxito, con el guarda del Coto, ayudando asà al control de estos depredadores tan letales, ayudando al equilibrio de su número, que era muy grande.
Y estos fueron momentos también de engancharse a alguna cuadrilla de hombres que subÃan a cazar al monte, en mi caso, la cuadrilla de mi tÃo. 4 amigos de ley, de verdad, curtidos del campo, podenqueros conejeros de siempre, hijos y nietos de podenqueros, de cazadores, y que no estaban más serios en misa que en el monte. Y nunca perdÃan salida de caza, salvo el DÃa de Todos los Santos. Hay que ver, que cosas.
Y me gustaba mucho cuando nos quedábamos a comer en el monte y ver cómo se reÃan y se bromeaban entre ellos mientras se pasaban la bota de vino. Y me gustaba mucho bregar con los podencos, de esos ibicencos de pelo duro y bigotes, grandes, y quitarles los conejos para que no los mordieran en sus disputas. Y mancharme de barro, y de sangre, y de pelo y de plumas, y madrugar todavÃa oscuro, y el frÃo de la madrugada y la escarcha, y Dios amaneciendo por el Éste, y cuando me caÃa y me arañaba, me sentÃa orgulloso porque para mà era el precio a pagar por tan noble oficio, el de morralero de una cuadrilla de hombres cazadores.
Y para entonces y sin saberlo, a lo mejor ya desde hacÃa algún tiempo, otra vez D. Miguel nos dirÃa que "la caza nos habÃa cazado", porque ya nos habÃa atrapado para siempre, ya no volverÃamos a ser hombres normales, la Caza y lo Rural, nos habÃa seducido, y ya nunca más dejarÃamos de subir al monte ni soltarÃamos la escopeta. El veneno de la libertad pura y verdadera corrÃa a galope tendido por nuestras venas, "la caza nos habÃa cazado a nosotros".
Y la caza, me ha enseñado muchas cosas. A querer, a amar y a respetar la naturaleza y el mundo rural y a su gente, noble y siempre dispuesta, hombres y mujeres con mayúsculas.
Y como no, quiero como a hermanos a mis 4 cabrones compañeros de mi cuadrilla, amigos en todo el esplendor de la palabra, antaño niños en bicicletas que subÃan al campo en busca de aventuras y que hoy, casi 50 años después, somos inseparables y necesarios en la cuadrilla. Si faltara uno, quedarÃamos como un hombre mutilado al que han cortado un brazo o una pierna. Ninguno serÃamos el mismo. Y me gusta cuando nos reÃmos y nos bromeamos después de cazar y comemos juntos, y cuando brindamos por la caza y por las perdices y apuramos nuestras copas de vino.
Y me he estirado bastante escribiendo ésto, porque amo éstas cosas y porque sufro mucho cuando pienso que se pueden perder por culpa de unos desgraciados sin escrúpulos, unos totalitarios radicales embusteros y repugnantes cuyo objetivo a sangre y fuego, es acabar con la caza y de paso, con todas las costumbres y tradiciones del mundo rural, pero ésto, lo dejo por ahora. Por favor, no te dejes engañar por ésa gente.
Y me he explayado asÃ, porque quizás puedas entender mejor nuestros sentimientos.
Y no pretendo que ames la caza y al mundo rural. Me conformo con que lo entiendas un poco mejor y lo respetes, sólo eso, lo respetes.
Las costumbres y tradiciones del mundo rural, son como decimos por aquÃ, son oro molÃo.
Gracias.
Un saludo.
