¡¡Muy buenas a todos otra vez!! Como ya os adelanté, mi intención aquí en Nueva Zelanda es disfrutar lo más posible de la caza y como no dispongo de los "pastizales" necesarios para hacerlo como un marqués, pues he decidido hacerme guía de caza y traductor para cazadores de habla hispana, que nos son pocos los que vienen a cazar a estos confines.
Así, después de haber hecho contacto con el amigo Tim Buma, como os conté en mi segunda entrega, y sabiendo ya lo "fiebre" que soy con el tema de la caza, me ofreció ayudarle con unos clientes portugueses que llegaban el día diez de agosto para cazar Thar, Chamois, Red Stag y Wapití. Mi papel sería el de ayudante traductor y aprendiz de guía de caza (ya que no me conozco el terreno) durante siete días. Yo no es que sepa portugués, pero siendo vecinos era probable que me entendieran mejor a mi, que al resto que sólo hablaba inglés.
Aceptada la propuesta sin pestañear, unos días antes ya no podía ni dormir. Mi "little parient", Marina, como siempre apoyándome en todo, tenía ya más ganas de que me fuera que yo mismo, como ya os he dicho sigue sumando puntos para ganarse el cielo...menuda santa.
El martes día diez de agosto empezaba la aventura hacia las cuatro de la tarde. Andy, guía de caza de la zona, residente en Methven (pequeña localidad al pie de los Alpes), aparecía con su pick up para recogerme e ir al aeropuerto para dar la bienvenida a los clientes que llegaban a las cinco procedentes de Auckland, ...mochilón al coche y al aeropuerto.
Allí estaban Antonio y Diogo (Diego), 51 y 68 años respectivamente, como os podéis imaginar, a primera vista, no parecían estar en muy buena forma física para afrontar una caza tan dura y exigente como es la "alpine hunting" o caza de montaña... aunque luego he de reconocer que me sorprendieron a la hora de subir pechos en terrenos más accesibles.
Tras 58 horas de vuelo (se puede hacer en mucho menos tiempo, yo tardé 28 horas), más el contundente "jet lag" por el cambio horario, estaban hechos papilla. Nos subimos en el coche y directos para el "campamento base" en Kurow, a cuatro horas de camino. Naturalmente, tras las presentaciones, primeros comentarios sobre cual sería el itinerario de la semana y las cuatro dudas que surgieron... se quedaron fritos hasta llegar a la casa,... un buen duchazo y a dormir hasta el día siguiente para cargar pilas..., había que cazar.
El tiempo durante las últimas 72 horas había sido de perros, lluvia abundante sin parar durante tres días con acumulación de 1,20 m., de nieve a partir de 300 m., sobre el nivel del mar, os podéis imaginar las limitaciones que esto supone para la caza de montaña. Sabiendo esto, la única solución que había para poder llevar a cabo la caza del Tahr y del Chamois sería utilizando el helicóptero para subir a las zonas de querencia (entre los 1.500 y 2.500 m, de altura), una vez localizados aterrizaríamos y haríamos el rececho hasta abatirlos. La decisión fue aceptada por los cazadores, sólo disponían de una semana para cuatro animales cada uno, imposible conseguirlo partiendo desde cota cero, además de que según la predicción teníamos dos días para intentarlo, otra borrasca se aproximaba por el mar de Tasmania.
Andy y yo nos quedamos a dormir en un motelito en el centro de Kurow, a las seis en punto en pie, duchazo y a preparar las cosas antes de desayunar, los clientes tenían que elegir sus armas y luego llegarnos a probarlas y poner las miras en su sitio. Antonio eligió un Remington 300 WinMag., y Diego un Blaser 7x64, calibre muy justito para mi gusto, pero con una Swarovski 3ª generación que permitía una mejor visión.
Elegidas las armas, munición en el morral y tras un desayuno kiwi a base de huevos con bacon con tostadas y café, nos fuimos al campo a probar los rifles. No hizo falta mucha prueba, cuatro tiros cada uno a 200m., un par de clips de ajuste y listo, normalmente Tim tiene las armas bastante finas precisamente para no perder tiempo. Una vez todos contentos con los instrumentos, al coche y camitino de Mt Cook, montaña más alta de Nueva Zelanda con 3.754 m., a poco más de una hora nos esperaban sus faldas y los Tahr, nuestro primer reto.
Nos dirigimos a través del valle de McKenzie, pasando por la bonita localidad de Twizel hacia Farintosh, donde nos esperaba el helicóptero.Te quedabas con la boca abierta viendo como se alzaban los picos nevados desde la misma base.
El valle de McKenzie es una planicie de muchos kilómetros cuadrados con un sistema de canales que conduce el agua de los alpes desde los lagos Tekapo, Pukaki y Ohau, hasta tres lagos inferiores Benmore, Aviemore y Waitaki. Aprovechando el salto de agua entre ellos, se produce el 80% de la energía electrica de Nueva Zelanda, cada 12 horas los lagos crecen y decrecen 1,40 m.
Farintosh se encuentra en la vertiente este del Monte Cook (Aoraki es su nombre maorí), a la orilla del lago Pukaki..
Antonio fue el primero, rifle, balas, prismáticos y a volar. Nathan era el piloto, con 27 años lleva ya seis volando para una compañia, Scenic Helicopters, se encargan de hacer vuelos turísticos alrededor de Mt Cook, para ver los glaciares desde el aire, la verdad es que me quedé de piedra con su pericia.
Nada más subir empezamos a ver animales, Nathan hacía un vuelo estacionario a una distancia prudencial y una vez analizados seguíamos la búsqueda. Vimos unos quince o veinte animales antes de decidirnos por alguno. De repente, ¡un giro brusco del helicótero!, Nathan había visto a los lejos un buen bicho (normalmente un buen tamaño del cuerpo del animal significa que es un buen trofeo), hizo una cabriola o como se llame, nos puso a todos los huevos con bacon en el cogote y se fue a esconderse detrás de una loma como a un kilómetro y medio de los animales. Acto seguido, Andy dio la señal de ...¡listos!, levantando el pulgar.
Era un buen bicho y no podíamos perder tiempo. Antonio y yo, que íbamos detrás, nos preparamos, cinturón de seguridad fuera y a esperar el aterrizaje. Nathan apoyó uno de los patines en una roca plana que tenía poco más de metro y medio, bajó Andy y nos abrió la puerta, Antonio saltó a la roca, yo detrás me eché encima de él siguiendo las instruciones de Andy, este se agachó sobre nosotros y esperamos agachados a que se fuese el helicóptero, es la maniobra standard anti "cortacabezas", con el corazón un poco en la garganta.
Bien, el helicóptero se había ido, Andy, Antonio y yo nos disponíamos a recechar a los Tahr o "bulls" como los llaman tambien comunmente.
Los bichos estaban en la cara opuesta a la que nos encontrábamos, la cara soleada. Empezamos a andar, la nieve nos llegaba a las rodillas en algunos sitios, seguimos unas pisadas que habían abierto una vereda y como pudimos fuimos coronando hasta poder asomarnos para ver la solana, allí nos tumbamos en una roca para ver dónde podrían estar los animales.
Efectivamente allí estaban, la solana no tenía mucha nieve y allí permanecian comiendo, el macho grande estaba a unos 600 m., de nosotros. Hacía bastante frío, aunque la temperatura era de unos -4º, teníamos una brisa que cortaba, más aun después del esfuerzo y de haber sudado un poco, lo bueno es que teníamos el aire de cara. Estuvimos apostados unos veinte minutos, teníamos que esperar a que se moviesen un poco los animales, no teníamos mucha defensa y aproximarnos más sin ser vistos era imposible por lo escarpado del terreno, lo único que se podía hacer era esperar. Pudimos ver bien el macho, Andy propuso esperar porque era bastante bueno.
A unos 150 m., del macho había otros dos machos jovenes, algunas hembras y algun jovenzuelo más.
Después de unos cuarenta minutos esperando, dos de las hembras empezaron a andar hacia nosotros, los otros las siguieron y por último el macho. Nos pusimos alerta, si seguían un poco más se pondrían a tiro. Pasados quince minutos los teníamos a 420 m.....se acercaron un poco más hasta ponerse a 310 m. Antonio, con todo preparado, me pidió que le avisara cuando estuviese por debajo de 300...., le avisé y un certero disparo dejó al bicho seco, el problema era ahora sacar al bicho de allí, había rodado unos 100 m., y la pendiente era considerable.
Sacamos el radioteléfono y llamamos Nathan, a los cinco minutos estaba sobrevolándonos. Le indicamos dónde estaba el animal y fue a ver la mejor forma de sacarlo. De repente dijo Andy, ..."está loco este Nathan..." con la punta del patín del helicóptero cogió al bicho por los cuernos y lo llevó hasta un zona más baja,¡me quedé de piedra!, lo dejó y vino a por nosotros, así tal cual. Nos montamos y fuimos a ver el tahr, efectivamente era bueno, 32,5 cm., un pelo precioso de invierno y una peste que no se me olvidará jamás, ¡increible cómo huelen estos bichos! Lo enganchamos por los cuernos, todos al helicóptero y de vuelta a Farintosh donde nos esperaba Diego, tras dos horas y media estaba ansioso, era su turno.
Como el viento había aumentado, yo me quedé abajo con Antonio; Diego y Andy se fueron con Nathan a por los tahr, esta vez se fueron en dirección contraria, una cordillera frente a nosotros que surgía de la vertiente más al norte del Mt Cook.
A las dos horas aparecía el helicóptero a lo lejos con el animal colgando, Diego había conseguido otro bonito ejemplar dos centímetros más pequeño que el de Antonio, hubo bastantes risas escuchando a Diego contar el lance, a él no se le pusieron los huevos con bacon en el cogote, nada más bajarse del helicóptero echó hasta la primera papilla, perdieron el primer bicho que estaban recechando porque pasó tiempo hasta que se repuso, luego fueron a por un segundo que fue el que sonsiguió abatir.
Una vez en Farintosh, con los bichos en el suelo nos hicimos alguna foto y Antonio, Diego y yo nos fuimos en el helicóptero hasta la otra vertiente de los alpes, la costa oeste que da al mar de Tasmania, mucho más húmeda ya que los frentes se paran al dar contra los alpes y descargan gran cantidad de precipitaciones al cabo del año. Si el problema de la costa este era la nieve, el problema de la costa oeste es la vegetación, puedes tirarte días para atravesar la semijungla hasta llegar a cotas superiores para buscar el Chamois o rebeco, nuestro próximo objetivo.
Volamos hasta una localidad llamada Fox, justo en el pie del glaciar Fox, Andy vendría por la noche con el coche ya que nos separaban 5 horas de carretera pasando por Wanaka y Haas Pass, nosotros lo hicimos en veinticinco minutos con el helicóptero.
El vuelo fue impresionante; volamos junto a la cima del Mt Cook y pasamos por encima de los circos glaciares donde nacen el "Franz Josef Glacier" y el "Fox Glacier", bajamos por encima este hasta llegar al pueblecito de Fox.
Cuando llegamos eran las dos de la tarde y Nathan nos dijo que el mal tiempo se aproximaba más rápido de lo que pensábamos y que por la mañana seguramente el frente tocaría la costa. Dicho esto, decidimos que había que aprovechar las cuatro horas que nos quedaban de luz, nos comimos un sandwich y al helicóptero; Andy no estaba, así que me tocaba a mi.
Rápidamente estabamos sobrevolando los picos de la vertiente oeste. Nos fuimos hacia el sur y empezamos a ver animales, algunos rebecos pequeños y algunas hembras. Pasamos despacio por unos riscos y cuando casi habíamos pasado los riscos vi lo que parecía un animal detrás de unas piedras, Nathan dio la vuelta y efectivamente allí había una buena pieza, nos retiramos e hicimos lo mismo que con el tahr, pero esta vez lo atacamos desde abajo. El piloto nos dejó a unos 500 m., por debajo del animal, no podía vernos porque el terreno nos tapaba. Nos quedamos con el sitio y empezamos a escalar literalmente, desde el helicóptero no parecía tanta la pendiente. La subida fue bastante difícil, no queríamos perder tiempo y seguimos subiendo, había que salvar por lo menos unos 200 m,. de desnivel. Al final llegamos utilizando las cuatro manos. Nos situamos en una pequeña meseta y fuimos escudriñando las rocas para localizarlo. Habían pasado por lo menos 30 minutos desde que nos había dejado el helicóptero y empezó a nevar. Por fin vimos al animal, un bonito bicho. Antonio dijo... "...no es muy grande pero me gusta...". Estaba a unos 400 m., se había movido un poco hacia la derecha, tuvimos que bajar la posición hasta poder encontrar una vereda para aproximarnos, la visibilidad empezó a ser un poco mala por la nieve, empezaba la ventisca, pero aun podíamos ver al animal...320 m. Nos conseguimos aproximar bastante, lo teníamos ya a 270 m., el animal se estaba refugiando del viento detrás de una roca, la nieve nos dió un poco de tregua y cuando pudimos verlo bien Antonio lo enganchó en su primero, un poco trasero pero el animal no se movió, rápidamente un segundo lo hizo rodar.
Una vez pasado el lance y sin mucha experiencia en el tema helicópteros, me centré y dije..."hay que salir de aquí ¡ya! Antonio...", el tiempo se estaba poniendo feo y el viento cada vez era más fuerte, llamé a Nathan y al momento lo teníamos sobre nosotros, me cogió primero a mi y me llevo donde estaba el animal. Estaba en una garganta donde no podía entrar el helicóptero, asi que me tuve que echar el bicho al lomo, bajé unos 100 metros en diagonal hasta donde el helicóptero me podía recoger, enganché al animal y salté literalmente al aparato....recogimos a Antonio que estaba esperando más arriba y rápidamente nos fuimos echando leches hacia Fox en mitad de ventisca... sin palabras...¿inconsciencia? AVENTURA.
En la cena me explicó Nathan que este tipo de helicópteros son como las motos, muy manejables incluso con mal tiempo... me preocupé más de lo que debía, según él...en fin, un buen filete, unas cervezas esperando a Andy y a dormir;...por la mañana le tocaba a Diego si el tiempo lo permitía.
A las seis y media ya estaba yo preparando el desayuno mientras Andy se enteraba del avance de la borrasca. Nathan vino a desayunar con nosotros y decidimos ir a por el rebeco de Diego, eran las 7.30 am, y teníamos tres horitas antes de que se pusiera feo,... según el parte.
Con todo preparado para no perder tiempo nos metimos en el helicóptero. Por suerte, la tarde anterior encontré unas pastillas antimareo para Diego, y menos mal porque la mañana iba a ser movidita.
Volamos de nuevo hacia el sur. No conseguíamos ver animales, el viento había soplado bastante fuerte durante toda la noche y los animales estaban muy escondidos. Con tanto viento y frío los animales bajan hasta el límite de la vegetación, no fue fácil encontrarlos.
Vimos unos cuantos pequeños, hasta que por fin vimos dos ejemplares, uno pequeño y otro que merecía mucho la pena, ...el viento empezaba a castigar un poco y las nubes empezaron a bajar.
Aterrizamos en la otra cara de la montaña, maniobra de protección y todos en marcha.
Tras unos 200 m., en diagonal llegamos a unos riscos donde ya podríamos ver a los animales si aun seguían allí.
Esperamos, nos dejamos los ojos con los prismáticos. Con el viento frío los ojos no dejaban de llorar, no era nada fácil fijar la vista con los prismáticos. Seguimos allí por lo menos veinte minutos más, sin movernos, los animales no podían estar muy lejos.
Delante de nosotros había una especie de vaguada suave que volvía a picar hacia arriba hasta unas gigantescas piedras negras.
Por un momento pensamos que se habían ido y Andy se dispuso a sacar el radioteléfono para llamar al helicóptero. De pronto vi algo, en uno de los salientes de las rocas que formaba una semicueva, vi dos manchas blancas, eran los dos rebecos, lo único que se veía eran las caras. Por el tamaño de los cuerpos se veía perfectamente que era un macho adulto y otro más pequeño, estaban inmóviles, había que acercarse a ellos cambiando de ángulo para pillarlos más de lado y poder verlos mejor.
Eso fue lo que hicimos, retrocedimos y seguimos la cresta de la montaña unos ochenta metros hacia arriba, nos volvimos a asomar y allí estaban, un buen macho y uno más pequeño, los teníamos a 180 metros.
El fondo de la roca era casi negro, los animales también,... todo eso sumado a que no había mucha luz por las nubes que teníamos encima y que Diego, a sus 68 años, no veía muy bien, disparó, con la mala suerte de que se quedó con el pequeño, no me preguntéis como pero el macho grande salió corriendo y lo perdimos, sin duda era un muy buen macho.
Con el tiempo en nuestra contra, le propuse a Nathan ir a por otro y me dijo que aun nos quedaba combustible para una media hora de vuelo, así que enganchamos el bicho y nos fuimos a por otro bicho. Estuvimos volando hasta casi apurar el límite de seguridad, vimos algunos más pero ninguno que mereciese la pena, al final fue el mismo Diego el que no aguantaba más y me pidió que volviésemos, el tiempo se estaba poniendo muy mal y era lo más sensato, regresamos a Fox, recogida de todos los bártulos del hotel y por carretera hasta nuestra base de operaciones en Kurow, el amigo Tim nos esperaba para nuestra siguiente aventura, cievo rojo y wapití.....continuará.
