Buenas tardes a todos los foreros.
Me unos a vosotros para comentaros mi problema y pediros consejo. Mi relación con el mundo de la caza es de toda la vida, pero no como cazador ejerciente sino como acompañante de una cuadrilla de mis tres primos hermanos, estos si muy buenos cazadores de toda la vida, con los que me llevo muy bien y disfrutamos juntos del campo y los perros. A ellos y a mí nos gusta, sobre todo, el conejo en zonas de zarzas y maleza. Para ello disponen de una recovilla de seis o siete perros, podencos andaluces, portugueses de tallas pequeña y mediana y algún maneto.
Hace siete meses un buen amigo y buen criador me regaló una cachorrita podenquita andaluza de tamaño medio a la que bauticé con el nombre de Pepa. Pronto la empecé a campear y desde el principio, sobre los 4 meses, sus primeros destellos de pasión y cualidades por la caza me quedaron sorprendido, de tal manera que me ha hecho coger una afición que, a mis años, nunca pensé que me pudiera llegar.
La he campeado mucho, mucho, una hora u hora y media, tres o cuatro días a la semana siempre dándome algún conejo, sacándolo del zarzal o de entre juncales, latiendo en su justa medida, además de detectar, levantar y correr alguna que otra liebre y alguna perdigocha.
La he soltado también algunos conejos vivos que he “sembrado” en un majano, para que los cogiera a diente.
Su comportamiento, intentando ser objetivo, ha sido asombroso, de futura crack.
Pues bien, os preguntareis que, si todo va así de bien, ¿dónde está el problema?
Cuando este principio de temporada, con aproximadamente seis meses, me la llevé el primer día de caza al coto donde cazan la cuadrilla de mis primos, comenzó a manifestar los primeros síntomas de lo que creemos que son problemas de timidez. Iba muy retraída, sin manifestar su pasión habitual por la caza. Esos días y los dos domingos siguientes no demostró miedo a los tiros. Los siguientes domingos, seguía manteniendo esa timidez y comenzó a manifestar, además miedo a los tiros.
Yo he seguido campeándola mucho, sacándola al campo junto con una cachorra podenca portuguesa ,Chispa, dos meses mayor que ella , que me han “regalado” porque se asusta de los tiros.
Me compré una detonadora para intentar, con el tacto necesario y siempre asociándolo a situaciones agradables para ellas, ir acostumbrándolas a los tiros.
Las dos cachorras, cuando las saco yo solo a zonas donde hay algún conejete, funcionan de maravilla.
Pero cuando las he vuelto a llevar a cazar de verdad, con la cuadrilla de mis primos, se transforman, manifiestan una timidez muy grande y cuando oyen los primeros disparos, se ponen detrás de mí. Acabo la jornada de caza con las dos atadas a las correas porque si no se meten entre los zarzales y las matas, acojonadas de miedo, pudiéndolas perder.
Al día siguiente, o incluso lo he probado el mismo día que he estado de caza con mis primos , las he llevado otra vez, yo solo, a los sitios donde habitualmente las campeo y han vuelto a ser ellas mismas, dos cachorras muy avanzadas.
Quiero no perder la ilusión con ellas e insisto en campearlas mucho. Yo mismo intento animarme pensando que cuando maduren más, esa afición que me han demostrado que tienen, sea capaz de superar a la timidez que ahora manifiestan.
También he pensado que cuando acabe la temporada de caza las voy a dejar con las perras de mis primos, para que se socialicen con ellas y me desplaceré, de vez en cuando a campearlas con ellas.
Agradecería mucho vuestros comentarios, sugerencias, correcciones o cualquier aportación que me pudiera ayudar.
Creo que estas dos perras se lo merecen y en este foro , me consta que hay grandes expertos en la materia.
Un cordial saludo para todos.
