Es como un rectángulo con cola, de unos 60 centímetros, de grandes ojos y boca redonda como la de un pulpo. Su vientre blanquecino con puntos negros tiene unas pequeñas espinas que se erizan cuando se infla como un globo para protegerse de sus depredadores. No tiene escamas y el color de su lomo es gris plateado, similar al de especies pelágicas como el bonito o la caballa. Su nombre científico es 'Lagocephalus lagocephalus' y su presencia en aguas cantábricas es, aunque no desconocida del todo, sí rara y muy esporádica. 

Este mes de octubre dos cerqueros santoñeses capturaron dos ejemplares de esta extraña especie, uno frente a las costas de Santander y otro en Oriñón, y alertaron a los expertos del Instituto Español de Oceanografía (IEO), que conservan uno de ellos congelado. A los pocos días de este hallazgo, la Dirección General de Economía Pesquera del Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente (Magrama) difundía un aviso entre todos los departamentos de Pesca del país para que, a su vez, se advirtiera a las cofradías: «Se alerta de la captura de un pez venenoso por parte de un arrastrero de Denia, que contiene tetrodotoxina, una toxina paralizante del sistema nervioso (...) Se solicita que se tomen las medidas oportunas dada la toxicidad de esta especie para evitar su introducción en la cadena de comercialización (...)». 

Ejemplar de 'Lagocephalus lagocephalus' que se custodia, congelado, en el Instituto Español de Oceanografía de Santander. / Andrés Fernández

Que el hallazgo de los dos peces en Cantabria ocurriera apenas unos días antes de que Pesca enviara la alerta, ha sido una inquietante coincidencia. Porque, aunque son de la misma familia, no es exactamente el mismo pez. El pescado en Denia es un 'Lagocephalus sceleratus', primo hermano del 'Lagocephalus lagocephalus'. Del primero se sabe que es tan venenoso que puede causar la muerte. Del segundo, el alcance de su toxicidad aún se investiga, aunque en algunos foros se advierte de que su consumo puede ser «fatal».

A raíz de la alerta difundida por el Magrama, este periódico ha podido conocer que en las instalaciones del IEO de Santander se custodiaba un ejemplar de similares características. Será enviado a la Xunta de Galicia para que lo estudie el biólogo Rafael Bañón, uno de los mayores expertos en taxonomía de peces de España, que le realizará los análisis genéticos oportunos. 

El investigador titular del IEO, Antonio Punzón, ha podido ver, a lo largo de su carrera en esta institución cántabra, «cuatro ejemplares» de 'Lagocephalus lagocephalus', el primero en los años noventa y siempre llevados al centro por pescadores. Explica que pertenece a una familia de peces en la que algunas especies son tóxicas, pero no todas (el pez ballesta, que se pesca frecuentemente en el muelle, es de esta familia y es comestible), «pero hay que advertir a la gente que tenga cuidado, que no coma nada que no conozca. Es como con las setas, si no estás seguro, mejor ni las pruebes». 

Sobre el que ha capturado el cerquero santoñés que había salido a pescar relanzón, Punzón es taxativo: «Yo este no me lo comería bajo ningún concepto». La directora general de Pesca, Pilar Pereda, recomienda al sector pesquero que si encuentra algún pez de este tipo avise al IEO o al Museo Marítimo para que lo identifique, porque lo más importante «es evitar que llegue a los consumidores».

Por el Canal de Suez

El que ha motivado la alerta del Magrama, el 'Lagocephalus sceleratus', entró en el Mediterráneo por el Canal de Suez, «habiéndose establecido y propagado por el Mediterráneo oriental afectando, incluso, a poblaciones autóctonas de otras especies y a la pesca», según reza el aviso remitido a las direcciones generales de Pesca de las comunidades autónomas. «Esta primera incidencia en nuestras costas -continúa la carta- puede ser un caso aislado, pero no podemos descartar que sea el primero de otros muchos que puedan venir después (...)». De momento, de esta especie en concreto, según el investigador Punzón, «no tenemos ninguna referencia de que haya salido en el Cantábrico».

FUENTE: EL DIARIO MONTAÑES