Para el mejor logro de sus fines los cazadores se aglutinan en cuadrillas. Algunos de esos grupos se mantienen sin fisuras y sus componentes llevan cazando juntos varias décadas, mientras que otros son de reciente creación o van surgiendo como las setas y son auténticos 'guadianas', que aparecen y desaparecen. La esencia de la caza mayor no pasa por abatir el mayor número de piezas. Lo fundamental es la buena armonía y que al final de la temporada todos hayan conseguido disparar. Es bueno desayunar y comer en común y pagar a escote. Y hasta mantener largas tertulias en la barra de un bar.

Eso, que es fácil de explicar, resulta muy difícil de llevar a la práctica. Afortunadamente, en la comarca hay unas pocas cuadrillas que siguen bebiendo en la fuente de la tradición. Por ejemplo, los cazadores llaniscos de Nueva y la palomilla piloñesa de José Junco. Sus miembros fueron alumnos de aquellos que entendían la caza desde una doble vertiente: fuente de proteínas y ventana al ocio. Sus antecesores empezaban la jornada cinegética a las cuatro de la mañana y recorrían 20 kilómetros. Calzaban madreñas y carecían de vehículos todoterreno, de rifles con mira telescópica y de emisoras.

Quienes les enseñaron las artes venatorias habían fundado, sin saberlo, auténticas academias de caza.

Los cazadores de Nueva, integrados desde 1982 en la llamada peña Ceferino Gutiérrez, están avalados por el peso de la historia y cuentan con documentación escrita de más de 120 años de antigüedad. A finales del siglo XIX se movían en torno a Ricardo Duque de Estrada y Martínez de Morentín, conde de la Vega del Sella, quien en 1905 realizó el primer intento de unir a los cazadores de la comarca. Para ello nombró vocales en todos los concejos y editó un reglamento bajo el título de 'Para la defensa de la caza, la pesca y el arbolado'. El relevo del conde lo fueron tomando personajes como Fausto, Angelito, Evaristo, Joseín, Ferino o Chilo, por citar a los más conocidos.

La cuadrilla piloñesa de José Junco Luis tiene 47 años de antigüedad y el jefe de la palomilla gestiona el grupo con mano de hierro. Su filosofía arranca de la teoría de que «todos los cazadores son iguales y deben contar con las mismas posibilidades». Y para cumplir esta máxima lo primero que hacen todas las mañanas de caza es sortear los puestos.

El pasado domingo el grupo de Junco acudió al lote de Cayón, un espacio repleto de robles, castaños y eucaliptos que siempre se les da bastante bien. De allí sacaron cinco jabalíes, lo que hace posible que este año ya lleven abatidos 22.

 

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