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Del monte a la dehesa

Del monte a la dehesa

Enviado por Tuslances.com el 26-07-2011

El biólogo José Antonio Torres Esquivias dedica al paisaje de la Sierra de Cardeña y Montoro la segunda entrega de su serie de libros dedicada a los parques naturales de la provincia de Córdoba.
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El biólogo José Antonio Torres Esquivias dedica al paisaje de la Sierra de Cardeña y Montoro la segunda entrega de su serie de libros dedicada a los parques naturales de la provincia de Córdoba.

De pronto, la penillanura de Los Pedroches se quiebra y desemboca en las fuertes caídas del río Yeguas y de los arroyos que bajan desde el llano hasta el Guadalquivir marcando grandes surcos en los montes, que apenas cogen elevación sobre el batolito de granítico que, con una altitud media cercana a los 700 metros, es la inmensa azotea de la sierra, como describió Juan Bernier a la comarca con más personalidad geográfica de la provincia de Córdoba. La lejanía y la lenta colonización de estas tierras han propiciado que sus llanuras y las elevaciones y valles que las circundan hayan dibujado un entorno natural único, que tiene su máxima expresión en las dehesas de la zona oriental de Los Pedroches y, sobre todo, en lo que hoy es el Parque Natural de la Sierra de Cardeña y Montoro, un espacio único que ha sido objeto de un nuevo libro del biólogo cordobés José Antonio Torres Esquivias.

Cardeña y Montoro es la segunda obra de una serie que comenzó con el Parque Natural de la Sierra de Hornachuelos y que tendrá su tercera y última parada en las Sierras Subbéticas. "Los tres espacios naturales protegidos de la provincia constituyen un ejemplo de conservación y albergan un mosaico de flora, fauna y tesoros geológicos muy difíciles de comparar con otros". Pero el caso que nos ocupa es el de la Sierra de Cardeña y Montoro. Torres Esquivias comienza su obra con un sucinto estudio histórico de lo que hoy son los términos municipales de Cardeña y de Montoro. Como no podía ser de otro modo, pues el paisaje aquí, como en todas partes, está condicionado por la historia y la historia de estas sierras es una historia de aislamiento, pero también de una lucha titánica del hombre a favor o en contra de la naturaleza, según se mire, para obtener alimento, vestido y cobijo.

Lugar de paso del Valle de Guadalquivir hacia la Meseta, estas sierras cuentan con un poblamiento muy antiguo, como atestiguan los diferentes restos que con sumo detalle se muestran en la obra de Torres Esquivias. Y si la historia de Cardeña, Venta del Charco y Azuel está relacionada con los caminos que hacían permeable el abrupto escalón de Sierra Morena hacia La Mancha, la historia de Montoro está más que estudiada desde época prerromana y sobre todo desde la existencia de Epora. Torres Esquivias describe un paisaje de monte cerrado por el que se abrían veredas y caminos. La sierra no estaba desmontada ni lo estaría hasta siglos después, pero ya desde la Prehistoria aparecen vestigios de una población que aprovechaba los recursos naturales que ofrece el monte mediterráneo y el subsuelo del que los fenicios llamaron como Llano de los Metales. Las pinturas rupestres de Peñaescrita y los restos de fundición de hierro y plomo hallados en el entorno de Azuel y de la Venta del Charco argumentan la presencia de los Tartessos. Torres Esquivias recorre así la historia antigua de esta zona describiendo espacios como la construcción defensiva de periodo íbero denominada Castillo de las Hiniestas, en una elevación junto a un meandro del río Yeguas.

Torres Esquivias describe en su obra cómo la mejora de las comunicaciones en época romana cambia las condiciones para poblar la Sierra y deja sitio al anecdotario para explicar el hallazgo de restos arqueológicos en todo este espacio. Hallazgos que correspondían, según explica, en muchos casos a labradores, que encontraban las piezas mientras araban la tierra, como ocurrió con el Tesorillo de Azuel, descubierto en 1874 y que contaba con más de 1.000 denarios romanos y 162 monedas íberas, además de elementos de plata de distintas formas y calibres.

"Todos esto no son nada más que muestras de la rica historia de este espacio natural, de este entorno", explica el autor de la obra, quien además se ha convertido en un pionero en el estudio histórico de este espacio, muy olvidado por los investigadores del ramo, más preocupados del sector central de Los Pedroches y del valle del Guadalquivir que de este extremo de la Sierra. Las poblaciones bereberes que se asentaron en estas tierras, tal y como describe Torres Esquivias, y la posterior conquista cristiana llevan al nacimiento de los grandes caminos de comunicación entre Córdoba y Toledo, quizá las dos ciudades junto con Sevilla más importantes de la Península. Y más adelante, en la época moderna, es cuando ya comienza a atestiguarse la presencia fija de poblaciones en las ventas que flanqueaban el camino hacia la Meseta. Es en este momento cuando Torres Esquivias advierte un momento decisivo: "Muchos vecinos de Villanueva de Córdoba y de Montoro que trabajaban estas tierras comenzaron a quedarse a dormir en Azuela, Cardeña y Venta del Charco y eso hizo que poco a poco se fuera incrementando la población". Son los primeros tiempos del descuaje y desmonte de la sierra. "Entonces se entregaba la explotación de la tierra, casi toda de carácter comunal, a aquellos que limpiaban el monte y sacaban provecho del aclarado para generar suelos fértiles", explica Torres Esquivias. Debió ser una labor ímproba. Luego llegaron las desamortizaciones, entre ellas la de Madoz, que fue la que más efecto tuvo por dirigirse a las tierras públicas como eran estas, y a partir de ahí comienza el surgimiento de la distribución de la propiedad tal y como la conocemos en la este espacio, que marcará de una forma definitiva el presente de esta sierra.

Torres Esquivias explica que cada propietario quiso dejar su sello en la Sierra. "Los había querían el monte para cazar y no le tocaban, otros para la ganadería y había propietarios llegados de la Campiña que pensaban que si quitaban el monte y lo aclaraban podrían obtener el mismo rendimiento cerealístico que en el sur de la provincia y se equivocaban", explica el autor de la obra. Así, lo que hoy es el parque natural está dividido entre las grandes fincas cinegéticas en su mayoría del sur de Cardeña, muchas ya en término de Montoro y las ganaderas del norte, en el entorno de Azuel.

Algunas de las grandes fincas de estas sierras fueron adquiridas por ministros, grandes empresarios y altos cargos del ejército, figuras cercanas al poder que convirtieron este espacio en lugar de peregrinación de personalidades decisivas en la historia de España y que dejaron su impronta en la Sierra. Dos de los más destacados fueron el general Serrano, artífice de la principal vía de comunicación de esta zona durante el último siglo y medio: la carretera entre Andújar y Villanueva del Duque, y el general Queipo de Llano, cuya familia sigue teniendo tierras en el término de Cardeña dedicadas a la caza mayor. Y es que las monterías atraían a lo más granado de la sociedad española y eso generó riqueza y prestigio a unos espacios y fincas que se conservaban para la caza, lo que supuso que indirectamente se favoreciera a las especies más amenazadas por el avance de la acción del hombre en el entorno natural a partir del desarrollismo de los años 50 y 60. Si no hay monte no hay y caza y con el monte hay jabalíes y venados, pero también linces, águilas imperiales, lobos y toda suerte de especies que hoy existen allí gracias a que Cardeña-Montoro es una enorme agrupación de cotos de caza mayor.

El autor de esta obra defiende que "el hecho de que encontremos el lobo, el lince o el águila imperial en el mismo espacio apenas ocurre en ningún otro lugar y son indicadores de que estamos ante un espacio natural muy bien conservado porque si estas especies siguen allí es porque se dan unas condiciones exclusivas", señala Torres Esquivias, quien explica que la protección de este espacio y su incorporación a la red de espacios naturales protegidos de Andalucía "garantiza su pervivencia y le augura un futuro muy positivo". Prueba de ello, explica el autor, es que las poblaciones más amenazadas se están incrementando en los últimos años. Además, los límites del parque están muy bien definidos. Al norte la cuenca del Guadalmez, al este el río Yeguas, al sur la línea del olivar de Montoro y al oeste el curso del río Arenoso, ya en tierra de dehesas. Así es Cardeña-Montoro: dehesa, monte, bosque de ribera y robledales únicos como los de Venta del Charco.

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