Así lo ha revela el informe ‘Evaluación del Impacto Económico y Social de la Caza en España’, elaborado por la consultora Deloitte a instancias de la Fundación Artemisan, que refleja que “la actividad cinegética juega un papel importante en la preservación de la fauna silvestre”, según ha informado la Fundación en nota de prensa.

En este sentido, el informe ha indicado que los terrenos gestionados para la práctica de la caza menor “conservan hábitats de gran valor ecológico” y muchas de las prácticas que allí se realizan desde el sector cinegético benefician a especies no cinegéticas, como es el caso de numerosas aves rapaces y esteparias.

Además, los cotos de caza que tienen buenas poblaciones de conejo de monte y perdiz favorecen la existencia de especies protegidas, como linces ibéricos y águilas imperiales. De hecho, las fincas donde mejor se está recuperando el lince en España son, precisamente, fincas de caza.

El informe señala que el sector de la caza invierte cada año 15 millones de euros en gestión de puntos de agua y 41,46 millones en siembres. Además, casi 11.000 cotos participan en programas de conservación de especies protegidas y más de 26.000 desarrollan programas de concienciación y sensibilización medioambiental. También destaca que los responsables de los cotos apuestan por las buenas prácticas cinegéticas y medioambientales, evitando malas prácticas y con un control continuo sobre la fauna protegida. Asimismo, se promueve la vigilancia del mundo rural.

Al mismo tiempo, se realizan repoblaciones, se promueve la translocación de especies de zonas con daños a zonas habilitadas y debidamente autorizadas en las que hay escasez de población, se aportan alimentos y puntos de agua de los que se aprovechan todo tipo de animales silvestres, especialmente importantes en época de escasez, y se contribuye a reducir el número de individuos de ciertas especies, disminuyendo la competencia por comida y refugio y proporcionando unas condiciones más favorables para su supervivencia.

También la caza mayor “constituye una herramienta más dentro de la gestión ambiental”, ya que ciertas especies de ungulados palían los efectos negativos de la desaparición de la ganadería tradicional extensiva, “contribuyendo así al mantenimiento de hábitats como la Dehesa y otros localizados en media y alta montaña y ayudando a prevenir incendios”. A su vez, las piezas de caza mayor proporcionan alimento a las aves carroñeras.

El informe ha concluido que “la caza bien gestionada puede ser muy positiva para el mantenimiento y conservación de las zonas rurales y los cazadores y gestores de cotos pueden ser custodios del territorio, convirtiéndose en piezas clave para la conservación de los ecosistemas”.