Un joven allerano de 31 años de edad, Fidel Megido González, falleció ayer como consecuencia de un disparo en el pecho cuando participaba en una cacería en el coto de Quirós, como miembro de una cuadrilla que tenía como objetivo cinegético los jabalíes y en la que parece ser que se integraba también su padre.

Los hechos tuvieron lugar a primera hora de la tarde de ayer, en una zona boscosa de la localidad de Villaorille, próxima al embalse quirosano de Valdemurio. El accidente, que está siendo investigado por la policía judicial, se produjo cuando varios cazadores dispararon más o menos de forma simultánea, previsiblemente ante la presencia de un animal, pero una de las balas alcanzó en el pecho al cazador, ya fuera por rebote o por haberse movido alguno de los miembros de la cuadrilla de los puestos que tenían asignados, algo que a veces ocurre, según indicaron fuentes expertas.

La herida, en el pecho, causó la muerte al joven de manera prácticamente inmediata. La petición de auxilio al 112 Asturias permitió movilizar rápidamente una UVI móvil, pero el médico que viajaba a bordo de la misma certificó poco después la muerte y se desactivó, por innecesaria, la salida del helicóptero que se había previsto por si fuera necesario el urgente traslado de un herido al hospital.

Buen cazador y mejor persona

Fidel Megido González, natural y vecino de la localidad allerana de Casomera, pertenecía al coto de caza de Aller, que gestiona la asociación El Rebecu, pero ayer habían concertado una batida en Quirós, con monteros de la zona. A pesar de su juventud, estaba considerado un cazador experto, ya que sacó la licencia nada más cumplir los 18 años, la edad mínima para ello, según establece la ley. En el coto de caza de Aller era muy reconocido y fuentes del mismo indicaron a EL COMERCIO que era «muy buen cazador y mejor persona».

Aunque todo apunta a que la muerte de Fidel Megido fue un fatal accidente, intervino en la investigación del caso la policía judicial de la Guardia Civil. Fuentes policiales indicaron ayer a este periódico que las primeras investigaciones descartan cualquier hipótesis distinta al accidente, pero aún así forma parte del protocolo habitual en estos casos averiguar las circunstancias exactas en las que se produjo el mortal disparo y la escopeta concreta de la que salió, lo cual no parece difícil conseguir mediante un informe de balística.

La falta de experiencia no parece causa del accidente, pues tanto los integrantes de la cuadrilla como los monteros son buenos conocedores de la caza y de la zona, respectivamente. Para evitar accidentes, los monteros establecen una serie de puestos en los que permanecen los cazadores mientras los perros detectan las presas. Eso evita que se produzca un peligroso fuego cruzado.

Si no existen errores en la disposición de los puestos, cosa improbable por la experiencia de los monteros, dos son las principales hipótesis de accidente. Por una parte, es posible que una bala rebote en una piedra y salga en la dirección más insospechada, cosa tanto más probable cuanto más ladeado pegue el proyectil en la piedra, pues en otro caso llegaría a incrustarse en ella. Otra hipótesis de accidente es que alguno de los cazadores, en busca de la mejor posición para el disparo, se mueva del puesto, asumiendo un alto riesgo propio y para el resto de la cuadrilla.

FUENTE: http://www.elcomercio.es