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Lobo ibérico: una polémica feroz

Lobo ibérico: una polémica feroz

Enviado por Larazon.es el 01-12-2016

Aumentan los daños a la ganadería provocados por este animal. ¿Hay que controlar su población?
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En la Comunidad de Madrid, muchos ganaderos están preocupados. En las sierras al Norte y Noroeste de la capital se ha duplicado el número de ataques de lobos a cabezas de ganado. Fueron 91 en 2015. Y ya van 209 en lo que va de año 2016. Como resultado, el pago de indemnizaciones se ha disparado, supera los 89.000 euros, 30.000 más de lo que estaba presupuestado. Y es que el lobo ha vuelto a campar por las sierras madrileñas desde 2013. Antes se pensaba extinguido.

En Castilla-La Mancha las cosas no son muy diferentes. Dicen que los ataques al ganado en la Sierra Norte de Guadalajara son «continuos». Algo que tampoco resulta extraño a los ganaderos de Castilla y León. Según las organizaciones del sector, los lobos afincados al sur del Duero, en pagos zamoranos como Fresnadillo, Abelón o Luelmo andan en su racha predadora más activa de las últimas décadas y prácticamente todas las jornadas se produce un ataque.

¿Qué está pasando? ¿Realmente está en aumento la presencia predadora del mítico animal ibérico?

La respuesta no es sencilla porque, para empezar, no sabemos realmente cuántos ejemplares hay de «Canis lupus signatus», la subespecie de nuestra península. El último censo oficial es el publicado hace unos meses por el Ministerio de Agricultura, Pesca, Alimentación y Medio Ambiente, relativos a la población de lobos entre 2012 y 2014. Aquel estudio arroja la existencia de 297 manadas. El anterior censo, de 2007, contabilizaba 250 manadas.

En teoría, los datos demuestran que la población de lobo ibérico se está recuperando. Pero el análisis no es del todo fiable. Los censos de 2007 y de 2012-2014 se realizaron con metodologías distintas. La nueva metodología del ministerio adjudica una media de 9 ejemplares por manada, lo cual indicaría la existencia de 2.673 lobos campando por nuestras sierras. La mayor parte de ellos (más de 1.770) están en Castilla y León.

De hecho, el río Duero ha supuesto tradicionalmente una frontera especial para entender el problema del lobo. Al norte del río está permitida la caza controlada del animal. La Administración, a través de las autoridades locales, puede sacar a subasta cupos de caza que llegan a alcanzar precios cercanos a los 4.000 euros. Al sur, la caza está prohibida, salvo excepciones críticas, cuando los ataques al ganado sean sobresalientes. Este panorama dual puede que esté a punto de cambiar. De hecho, la ministra Isabel García Tejerina lleva meses confirmando la intención del Gobierno de pedir a la Comisión Europea que se modifique la directiva para que el lobo reciba el mismo tratamiento en toda la península y pueda practicarse el control cinegético también al sur del Duero.

Fue precisamente su predecesor, Arias Cañete, quien recogió las peticiones de las organizaciones ganaderas en esa dirección: acabar con el doble estatus del lobo y atajar el creciente número de ataques. Las ONG de defensa de la naturaleza, por su parte, han manifestado su férrea oposición al cambio de estatus. Muchos no se creen los datos que ofrece el Ministerio y los consideran una simple añagaza para lograr sus objetivos de ampliar la caza al sur.

Lo cierto es que la situación no es sencilla. Se considera que el 1 por ciento de la cabaña ganadera ibérica se ve afectada por ataques de lobo. Puede parecer poco, pero cuando un ganadero ha invertido décadas en mejorar su especie, cualquier deterioro en las expectativas genéticas puede ser ruinoso. El problema es precisamente más grave en el sur. Allí, tras muchos años de práctica inexistencia del animal en estado salvaje, el aumento de la población ha pillado desprotegidas a la ganadería. En Salamanca, por ejemplo, este año ya van más de 150 muertes animales.

¿Son debidas a la falta de costumbre de los ganaderos? ¿Se puede hacer algo para que ganado y lobo convivan?

Si la realidad es tal, la cuenta el censo oficial, parece inevitable la convivencia. En 2015 había al amenos una manada en Madrid, dos en Castilla-La Mancha y algunos individuos que habían llegado a aparecer en tierras andaluzas. Abrir el cupo de caza podría suponer la extinción de esos animales al sur del Duero, una vez más. Pero no abrirlo aumenta el número de ganaderos afectados. Las soluciones intermedias son complejas. Van desde tratar de mantener la población de lobos mejorando la diversidad de sus fuentes naturales de alimentación (al ser la cúspide de la cadena trófica ibérica no necesariamente debe alimentarse de ganado) hasta generar proyectos de reconversión económica que permita obtener beneficio de la propia presencia del lobo, como el turismo, por ejemplo. Pero, mientras esas soluciones llegan, si es que llegan, lo cierto es que las muertes de reses van en aumento y lo daños para el ganadero también. Porque, no nos equivoquemos, el «problema del lobo» es, en realidad, un problema para el ganadero. Él es, ahora, la víctima.

 


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