Jorge Gabernet y yo en plena faena el primer día de rececho

El pasado martes 28 de octubre estuve de rececho tras una hembra de cabra montés. Como no podía ser de otra manera fui con mi amigo Kampesino, que hizo las veces de reportero gráfico, con Antonio el guarda y con un experto en la caza del macho montés, Jorge Gabernet, nuestro anfitrión y guía. 

El coto dispone de precintos para descaste de hembras debido a la elevada densidad. Una buena gestión de un coto conlleva mantener el equilibrio de las poblaciones acorde a la oferta alimenticia del medio.  

Una primera intentona la realicé el martes de la semana anterior, pero no hubo suerte. Una hembra vieja que localizamos no la pude tirar porque no se movía del viso, estaba en lo alto de unos riscos divisando los prados que tenía debajo. Estuvimos esperando un buen rato a ver si se decidía a bajar. Pero cuando decidió moverse de allí fue para volcar al otro lado y desaparecer por completo, haciendo imposible siquiera que nos acercáramos. La noche se nos echó encima sin que pudiéramos localizar otra hembra. Si que vimos algún que otro macho de entre 4 y 5 años.

La hembra del viso 

Uno de los machos que vimos el primer día

Así que, como digo, el martes 28 de octubre volví a intentarlo. Después de comer, tras salir de trabajar, pusimos rumbo al coto. Disponíamos de poco tiempo puesto que, con el cambio horario, hay menos horas de luz y a las 7 de la tarde ya es de noche. 

En torno a las 16:15 arrancamos. Desde una zona que se divisa buena parte del coto paramos para intentar localizar nuestro objetivo. Estuvimos un buen rato mirando con los prismáticos puesto que la zona a barrer era muy amplia. No se veía nada, así que nos propusimos ir a otra zona. Pero en esto que veo un macho joven, de unos 4 años bajar por unas peñas muy rápido. Es increíble cómo se desenvuelven estos animales en este tipo de terreno. Realmente espectacular. Por la velocidad y la dirección que llevaba parecía indicar que allí abajo había algo. Era una sierra cuya parte baja, en pendiente, era tierra de labor y de olivar. Donde terminaban estos cultivos y empezaba la sierra de piedras calizas había una franja de matorral y chaparros espesos. Hacia esta espesura se dirigía el macho que vimos. Pensamos que allí en las espesura podía haber alguna hembra careando, así que empezamos a subir hacia las piedras en silencio. 

Atravesamos la zona de cultivos y llegamos a la franja espesa. Cada pocos pasos parábamos a mirar con los prismáticos hacia las piedras, por si se salía de la espesura algo hacia las piedras. De allí abajo no salía nada. Vimos un par de machos jóvenes en la parte alta de la sierra y alguna cría, pero del macho que vimos bajar y de hembras nada de nada. Atravesamos también la espesura y llegamos a la zona caliza. Continuamos subiendo por las piedras durante un rato y nos paramos a mirar nuevamente con los prismáticos. Los prismáticos son una herramienta fundamental en esta modalidad de caza que es el rececho. Unos buenos prismáticos que tengan un amplio campo de visión no pueden faltar en el equipo de un recechista. Considero que 8x42 o 10x42 son unos aumentos idóneos para la caza a rececho de cara a localizar nuestros objetivos, ya sea un corzo, una ciervo o una cabra montés. 

Macho joven en lo alto de la sierra

En vista de que no localizábamos nada, tan sólo los machos chicos mencionados, decidimos bajar porque se nos echaba la noche encima. Durante la bajada íbamos haciendo algo de ruido por si espantábamos algo que estuviera por allí escondido. Pero tampoco hubo suerte. Cuando llegamos abajo decidimos ir a otro sitio a apurar las últimas opciones que teníamos. Quedaba algo menos de media hora de luz.

Una de las cabras que vimos esa tarde

Llegamos a la zona en cuestión y tras una primera visual con los prismáticos localizamos varios grupos de cabras. Algunos machos jóvenes, hembras y crías. Estaban lejos, así que había que acercarse sin hacer ruido para no espantarlas. Si nos detectaban estábamos perdidos puesto que ya no quedaba más tiempo.

Conforme subíamos vemos un grupo de tres donde parece que delante va una hembra buena. Jorge me indica unas piedras donde apoyarme para tirar. Me quito la mochila y el chaleco, y lo uso para apoyar el rifle contra las piedras. Me echo al suelo y conforme me encaro el rifle me dicen que espere. Que parece un macho chico. Efectivamente, tras comprobarlo detenidamente lo descartamos. No era nuestro objetivo. Nos movimos rápido de allí y subimos unos metros más. Pasamos por debajo de unos chaparros y vemos el grupo que localizamos al llegar. No podíamos acercarnos más sin exponernos. Así que veo una piedra grande donde coloco nuevamente el chaleco. Me echo al suelo y pongo rodilla en tierra para disparar. Cargo el rifle con las Winchester ballistic silver tip en mi 30.06. Lo apoyo. Me lo encaro. Me preguntan si lo tengo en el visor. Les digo que si. Veo el grupo de cinco cabras. Las dos de delante son dos machos jóvenes. Algo más atrás vemos las otras tres cabras. Decidimos tirar la más grande de cuerpo. Era un tiro a unos 200 metros. La veo nítida con mi visor Zeiss Diavari Classic 1,5-6x42 T*, pero los 6 aumentos se me quedan cortos a esa distancia. Al menos 9 aumentos sería ideal. Pero es lo que hay.

Jorge me dice que les avise cuando vaya a tirar. Les digo: “voy ya”. Apunto. La cabra está de perfil, pastando.  Me ofrece todo su costado izquierdo. La meto en la cruz. Respiro....y  ¡¡PUM!!. Veo el fogonazo del disparo y consecuencia del retroceso me desencaro por un instante, pero escucho por detrás: “Seca”. Es Antonio, el guarda. Rápidamente vuelvo a meter la cabra en el visor y la veo rodando ladera abajo.  Ha sido un tiro certero. Tras las felicitaciones subimos Antonio y yo a por la cabra. No había tiempo que perder pues estaba anocheciendo ya. Al llegar a la cabra veo que el tiro lo tiene en el cuello. Tiro mortal de necesidad. Le ponemos el precinto y la bajamos al coche ya sin luz y con mucho cuidado ladera abajo. No era plan despeñarse. Después de hacernos las fotos de rigor, y para rematar la faena, nos dirigimos a la casa del campo donde degustamos unas viandas cortesía de nuestro anfitrión mientras rememorábamos la tarde cinegética y compartíamos anécdotas de todo tipo. Como mandan los cánones.

Posando con la hembra de cabra montés

De izquierda a derecha, Jorge Gabernet, un servidor, Kampesino y Teo el Teckel, con la hembra de cabra montés.

Un rececho y un lance para recordar. Espectacular entorno, espectacular compañía, y espectacular también esta modalidad de caza que es el rececho de la cabra montés. Sin duda alguna el veneno del rececho lo tengo ya en las venas, y eso, en gran parte, es "culpa" de Jorge Gabernet. Muchas gracias Jorge por habernos brindado esta oportunidad. Siempre recordaré esta magnífica experiencia.

Montero